Cap V

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Habían pasado ya algunas horas desde aquel suceso en la mañana. El equipo mexicano estaba en camino a entrenar; en el trayecto toparon con el equipo albiceleste quienes habían regresado de su entrenamiento.

El portero del tri estaba al final de la selección, caminando a paso lento escucho la voz acentuada de Lionel. El contrario se había detenido, más sin embargo, el Omega paso de largo su existencia.

No obstante, el agarre en su remera hizo que este detuviera sus pasos.- ¿Me concederías unos minutos de tu tiempo?

El más alto roto el eje de su cuerpo para así poder estar frente a frente con el argentino, y como si nada hubiera pasado le regaló una sonrisa.- Te parece si después hablamos, es que ahorita tengo que ir al entrenamiento.- Excusó pasando su mano por la nuca en un intento vago de ocultar su nerviosismo.

-Puedo esperar, después de todo tengo la tarde libre.

Ochoa maldijo mentalmente y trato de impedir que el albiceleste lo acompañará.- No tienes por qué hacerlo, debes estar agotado y, además, tenemos una forma un tanto peculiar a la hora de entrenar que puede llegar a ser incluso incómodo para otros. Si eso es, mejor ve a descansar y luego te llamo.- Sonrió el de bandana negra a la par que daba pequeñas palmadas en el hombro del menor.

Lionel quedó sorprendido por lo hábil que era el mexicano para crear excusas.- Bueno yo no tengo ninguna molestia en esperar y, a decir verdad me gustaría ver esa forma tan peculiar que...

-¡Pancho deja de hablar con tu novio y ven a entrenar!- La voz de Lozano hizo acto de presencia, y en cuanto estuvo frente a los futbolistas observo como la cara de estos estaba en una tonalidad rojiza.- Uy creo que le atiné.

-¡Claro que no!- exclamó abochornado.- solo me estaba despidiendo de Leo, tarado.- Enfatizó en la última palabra.

-Si tanto te cuesta decirle que deje de chingar, pues entonces que venga con nosotros pero que ya deje de quitarnos tiempo.- El comentario de Lozano hizo que se ganará una mirada fulminante por parte de Ochoa.

Resignado el mexicano, acepto que Andrés los acompañara a la cancha. Cuando dio media vuelta dispuesto a seguir su camino sintió la palma de Leo sobre la parte superior de su espalda, está deslizó por lo largo de ella y se aparto para después chocar con algo de fuerza en sus posaderas provocando que diera un saltito. Todo esto solo era el principio de un fatídico día para el Omega.

Goles de rencor (Messi x Ochoa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora