1. Adiós infancia, hola estúpida adolescencia

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Cuando eres pequeño tus máximas preocupaciones es si debes elegir el patito azul o el rojo en la guardería.

Lamentablemente no todas las decisiones son así, conforme creces todo es más complicado, te equivocas, pero también aciertas o escoges a boleo.

El caso es que cuando somos pequeños, no nos damos cuenta de lo que está a nuestro alrededor, nos importa un comino y con razón, porque somos pequeños y no tenemos problemas, no tenemos que preocuparnos por nada, no tenemos ataques de ansiedad, no nos sentimos aislados del mundo, ni siquiera nos importa cómo vamos vestidos o si sacamos un 10 o un 0. Pero cuando entras en la adolescencia te preocupas por absolutamente TODO.

En mi caso es así.

Es como si dijera adiós infancia, hola estúpida adolescencia.

Recuerdo que de pequeña ansiaba con que llegara el momento de ir al instituto, hoy es mi quinto día en tercer grado de ESO y ya ansío con que se acabe.

Del verano no me puedo quejar...bueno, sí que puedo, pero no lo haré.

Entro en el aula de Castellano y voy directa a mi sitio.

Hace poco que han empezado las clases, sin embargo la mayoría de profesores nos han dejado la agenda repleta de cosas por hacer para la semana que viene.

La de Castellano entra maldiciendo en voz baja y tres chicos van detrás suyo.

–Si es que sois unos irresponsables, no sabeis apreciar las cosas, ¡Tú, Tú y Tú os lleváis un parte!–

Soy consciente de que aún no se ha dado cuenta que estoy en el aula cuando me mira y me fulmina con esos ojos negros de bruja amargada.

–¿Qué haces aquí Cheryl?–

–Me toca contigo–

–¿Y el resto de tu clase?–

Me encojo de hombros, me la caga donde estén ellos, yo no soy la que va a llevar un retraso.

Como si nos hubiesen oído, empezaron a entrar todos de golpe, gritando de yo no sé qué.

–Llegáis tarde– dice asesinando con la mirada  a los tres chicos que venían con ella –Ya hablaremos luego–

La clase se pasa lento, como si un minuto fuese un siglo y quiero morirme pero no lo hago, lamentablemente no tengo esa suerte.

Mi vista se desvía por la ventana y me distraigo, aunque sigo escuchando las quejas de Ava sobre la profesora, no para de decir que es una amargada que no tiene vida personal y por ello se descarga con nosotros poniéndonos dos fichas sobre diptongos, triptongos e hiatos para el lunes a primera hora.

–Cheryl, presta atención, la ventana no te va ayudar a aprobar–

No puedo evitarlo, pongo los ojos en blanco y la miro cansada.

–Yo tampoco creo que hablando de su gato nos ayude a aprender–

Ava ahoga una risa y tose. Miro el reloj de mi muñeca mientras la profesora reanuda la clase, no la de su gato, sino los hiatos y eso

Falta un dichoso minuto.

Uno que tarda mil años hasta que finalmente son las 12:00.

***

La ventana, a igual que en castellano, me ayuda en inglés para distraerme, solo que nadie me llama la atención porque el profesor no ha venido.

Me quedo embobada viendo como coches pasan y van llegando algunos profesores mientras otros salen a fumar.

Me pregunto como sería el mundo si no existiera...o si muriera, ¿Habría alguien que me extrañara si muriera? Tal vez sí, mi perro, pero no creo que nadie más.

Aparto la mirada y me fijo en que Jael, parece estar concentrado en algo debajo de la mesa, pero sé claramente que está con el móvil, aunque el de guardia ya ha dicho que no lo podemos utilizar.

¿Por qué la mayoría de mi clase es así? Están obsesionados con el móvil (incluido yo), sé que es adictivo, pero querer utilizarlo incluso en clase por no ser capaz de controlarse ya es enfermizo.

El de guardia se acerca a Jael y éste se asusta y deja caer el móvil a suelo.

–Con que incumpliendo las normas, eh–

–Yo solo...–

–Me da igual, Jael, ya he dicho que el móvil no se puede utilizar en clase, dámelo– Jael suspira y le entrega el móvil –. Pueden venir tus padres a por él antes de las cinco– el profesor vuelve a su sitio y se concentra en el ordenador.

Mi mirada volvió a la ventana y luego se desvió a las actividades que tenía encima de mi mesa, esperando a terminarlas, dejé de morder el boli y seguí escribiendo.

La mierda de ser adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora