08 de Junio, 1911
Lakewood, Ohio, USALos pájaros cantaban alegremente empezando así su día en aquella radiante mañana de primavera mientras el sol brillaba hermosamente sobre las flores, llenando de vida cada rincón al que sus rayos llegaban. En la mansión Legrand, una pequeña niña de cabellos rubios empezaba a despertarse, recordando que debía ayudar a despertar a los niños para después ayudar a preparar el desayuno, mentalmente empezó a enlistar sus deberes matutinos mientras se regañaba por ser tan perezosa, pues aunque ya se había quitado las cobijas de encima y se encontraba sentada en su cama, aún no podía despegar sus párpados, pues se sentía muy cansada.
Al bajar de su cama, tuvo que dar un pequeño salto para llegar al suelo, empezó a estirarse y caminar aún bastante adormilada por la habitación hasta que se dio cuenta de un pequeño detalle, su cama nunca había sido tan alta, al ser camas principalmente para niños pequeños, su cama era bastante bajita, y el piso no era tan liso, pues ya estaba algo viejo, razón por la cual la hermana María solía regañarla al ir descalza, además, la cama de las otras niñas estaban muy cerca de la suya, no era posible dar tantos pasos sin haber chocado con ellas. Ya menos adormilada, empezó a observar a su alrededor, notando que ya no estaba en su habitación del Hogar de Pony.
—Es verdad, estoy en la casa de los Legrand —murmuró para sí misma recordando todo lo que había pasado el día anterior.
Una gran sonrisa apareció en su rostro quitando todo rastro de sueño. Habían pasado muchas cosas el día anterior, el viaje había sido largo y agotador, aún cuando durmió al menos la mitad del camino, conoció a muchas personas y también el terreno de los Legrand, aquello mientras hablaba y se divertía con los dos jóvenes de la familia, lo que explicaba por qué se había sentido tan cansada al despertar. Hasta ese momento no había tenido la oportunidad de ver minuciosamente su nuevo dormitorio, por lo que no tuvo que pensarlo mucho antes de empezar a ver cada detalle que había allí.
«Nunca había visto un cuarto tan grande como éste» pensó la dulce niña viendo la habitación con una mirada brillando en curiosidad—. Hay tantos muebles aquí, y la cama es como la de una princesa —exclamó emocionada admirando la cama en la que no podía creer haber dormido aquella noche.
El dosel de madera estaba preciosamente elaborado, y la cortina que en él se colgaba era tan agradable al tacto que felizmente se envolvió en ella riendo ante su travesura. La cama era tan alta que no podía tocar el suelo cuando se sentaba en ella, y la forma en la que se hundía en ella le hacía imaginar que se encontraba en una nube. Se vio tentada a quedarse acostada un tiempo más, pero la curiosidad era más grande y terminó por levantarse nuevamente, detallando con la mirada cada mueble, debatiendo en cuál debería ver primero.
Todos los muebles eran de madera blanca con detalles de grabado pintados en dorado, incluso tenían manijas bañadas en oro. Candy no podía creer que realmente todo le pertenecía, nunca había tenido una habitación para ella sola, mucho menos había llegado a tener todo lo que había en la habitación.
Revisó el escritorio, que tenía todo lo necesario para poder escribir y estudiar; el tocador, que contaba con algunas pocas cosas como un cepillo y los hermosos lazos y unas pocas pulseras que Elizabeth le había regalado el día anterior; el pequeño librero tenía algunos libros que parecían muy complicados, por no decir que aburridos, por lo que Candy ni siquiera quiso verlos; y finalmente el armario, en el que se encontraban los vestidos y zapatos que le habían sido entregados, además del vestido que se había mojado cuando ella llegó.
Candy se preguntó cómo terminó todo guardado cuando ella no lo había hecho, pero no se adentro mucho a esos pensamientos cuando ya estaba encantada viendo más de cerca los vestidos nuevos. Parecían vestidos demasiado preciosos para ella, nunca había visto vestidos tan bonitos como ésos, mucho menos había imaginado que podría ponerse uno, lo que la hacía sentir como en un sueño, encantada con la idea de poder usarlos en algún momento.
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En El Lugar De La Villana / Candy Candy
FanfictionAdiós, no siempre significa un final, a veces significa un nuevo comienzo. ◤𝑪𝒂𝒏𝒅𝒚 𝑪𝒂𝒏𝒅𝒚◢ La vida de Elizabeth no había sido sencilla, ni tampoco muy larga, pero podía decir que tenía buenos recuerdos de ella...