08 | Pequeña señorita

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17 de Agosto, 1903
Lakewood, Ohio, USA

Los días pasaban rápidamente para la pequeña Elizabeth, quien había empezado sus lecciones para convertirse en una señorita. Las clases teóricas, como lo eran las clases de lengua, no eran realmente difíciles, en parte era gracias a que tenía una mayor inteligencia que una niña de cinco años, por lo que sus clases en la que le enseñaban escribir, leer y hablar el inglés pasaban sin problemas, lo que había conseguido que su profesor la felicitara en repetidas ocasiones por lo rápido que aprendía.

Las únicas clases teóricas en las que tenía problemas eran las de habla inglesa, donde aprendía la lengua de Inglaterra que, aunque era bastante similar al inglés americano, tenía una gran diferencia en cuanto a la pronunciación, y las clases de francés. Pero al menos se defendía bastante con sus vagos conocimientos de su vida anterior en los idiomas, que se debían principalmente a ver las películas de Harry Potter, que estaban en inglés británico, y algunas canciones en francés que tanto le gustaban a su madre.

Pero el verdadero desafío eran sus clases prácticas. Durante las clases de baile había pisado a su hermano, y recibido pisotones, en varias ocasiones, pues ambos estaban aprendiendo a bailar, lo que frustraba bastante al profesor. Las clases de postura eran agotadoras, tener que caminar de un lado a otro siendo corregida constantemente y llevando libros en su cabeza que cada vez aumentaban en peso no era algo que le gustase hacer, pero lamentablemente lo hacía todos los días volviéndose casi una tortura para ella. Las clases de bordado no eran realmente malas, Elizabeth disfrutaba de ellas gracias a que Julia, Clara y Lisa estaban con ella ayudándola, aunque solía pincharse los dedos seguido.

En su vida anterior nunca había aprendido los bailes de salón que ahora le enseñaban, tampoco a caminar con una postura perfecta y a hacer una reverencia, o saber qué tenedor debía usar según la ocasión, mucho menos bordar, pues con su enfermedad no era bueno que se lastimara seguido con la aguja. Era por ello que le parecía interesante aprender todo eso, aunque no le quitaba lo agotador, sí lo hacía más ameno.

Sin duda, las clases favoritas de Elizabeth eran las clases de música, que le traían buenos recuerdos de sus lecciones con uno de sus tíos. Gracias a sus recuerdos de su vida anterior, Elizabeth había sido catalogada como una prodigio en el piano, pues, aunque le era un poco difícil tocar con sus pequeños deditos, aún podía recordar sus lecciones de toda la vida, lo que la había ayudado a saltarse las lecciones más básicas, como la lectura de las partituras, coordinación y la ubicación de las teclas.

Decir que sus padres estaban orgullosos de su pequeña era poco, les encantaba escuchar a sus profesores hablar de lo rápido que aprendía la niña y lo talentosa que era. Ellos mismo presumían de las habilidades de su hija con su familiares o en algunas reuniones sociales a las que asistían, razón por la que no se negaron cuando la niña les pidió aprender otros instrumentos además de piano.

Todo aquello despertaba los celos de Daniel, quien no podía soportar que su hermana, que era casi dos años menor que él, demostrará ser mejor en tantos aspectos. No podía soportar que mientras él recibía los regaños de su madre por no prestar atención a sus lecciones y saltarse algunas de ellas, su hermana recibiera todos los elogios, incluso de sus profesores y abuelos, pues se había enterado que el abuelo Fernand le había mandado una carta felicitando a Elizabeth por sus avances y talentos después de haberlo escuchado por su padre. Incluso Elroy, quien era realmente estricta en lo que modales y estudios se refería, la felicitaba en ocasiones cuando iban de visitas a la mansión Ardley, razón por la que él no soportaba ir y prefería quedarse en casa.

Ese día era un claro ejemplo de ello, pues, tan pronto se enteró que irían a la mansión Ardley después del desayuno, no tardó en fingir estar enfermo, a Sara no le quedó de otra más que dejarlo al cuidado de su mayordomo e ir únicamente con Elizabeth ante la insistencia de su hijo en no asistir, aunque dejó muy en claro que el niño tenía estrictamente prohibido comer cualquier tipo de dulce y ordenó que solo comiera una sopa si le daba hambre, como castigo por fingir malestar estomacal. Razón por la que en esos momentos se encontraba la pequeña Elizabeth bailando con Anthony, junto con Alistear y Archibald, en uno de los salones de la mansión Ardley siendo observados por sus respectivas madres.

En El Lugar De La Villana / Candy CandyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora