⻝ ┇ ❝doce.

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— Cariño, ¿qué te gustaría desayunar? — Ese apodo

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— Cariño, ¿qué te gustaría desayunar? — Ese apodo. Lalisa frunció su ceño cuando sintió el peso de Jennie arriba de ella, quería seguir durmiendo, pero la dulce omega que tenía arriba de ella no se lo permitía —. Amor, amor, amor, amor, amor, amor, levántate.

— ¿Puedes dejarme dormir? — Un tono brusco, más su movimiento que fue igual. Arrugó su ceño cuando Jennie dejó de moverse e hizo un gesto con su boca, que comenzó a temblar. Sus labios se habían abultado en un puchero mientras sus cejas subían, ¿estaba amenazando con llorar? La castaña se frustró un poco, pasó su mano por todo su rostro, y suspiró —. Oye, no llores, no lo dije–

— Está bien, lo entiendo, soy una molestia para ti.

— Nunca dije eso. — Se acercó para besar su hombro, que estaba siendo tapado por su sudadera, misma que fue quitada la noche anterior por la omega —. Perdón, estoy cansada.

— Me gritaste muy feo. — Lalisa volvió a pasar su mano por todo su rostro.

— No te grité.

— Si lo hiciste, y me miraste muy feo. — La omega que ahora estaba en su regazo con un puchero, ¿era mayor que ella? La castaña se preguntó eso —. Solo te pregunté qué querías desayunar. — Sus manos limpiaron sus lágrimas, y Lalisa torció sus ojos. Había olvidado que las omegas en su celo eran mil veces más sensibles que las betas en su período —. ¡Ve! ¡Te harto, suéltame!

— Jennie, Nini, mira, no me molestas. —  Aclaró, sosteniendo el rostro de Jennie, que se veía lindo aunque estuviera llorando. Un rostro sin arrugas, sin mocos, seguía siendo hermosa, pero esas lagrimas seguían bajando —. Es solo que estoy muy agotada, y cuando estoy muy cansada me pongo muy gruñona. — Así le explicaba a su pequeña sobrina de diez años cuando se despertaba de mal humor por no tener su digno descanso, y al parecer había funcionado.

La mayor la siguió mirando con sus cejas alzadas en un gesto triste, y después comenzó a jugar con la cara de Lalisa.

— Eres muy gruñona. — Dijo en acento de bebé, y seguía teniendo su puchero. Lalisa lo besó, y tal vez eso alegró a la mayor, si, la mayor —. ¿Quieres algo de desayunar, amor?

Sintió algo en su estomago cuando Jennie le dijo amor, y alzó una torpe sonrisa, viendo a su omega.

— No tengo hambre, ¿y tú? — La pelinegra negó con su cabeza, seguía teniendo un puchero —. Perfecto, entonces, vamos a dormir.

— No dormiré contigo. — Ahora la menor frunció su ceño —. Si no me dices amor.

Los omegas pueden ser demasiado dependientes del alfa por el que sienten algo, aunque estén rodeados en una habitación llenos de alfas. Lalisa movió su cabeza para dejar de pensar eso, y miró a los ojos a Jennie.

— Vamos a dormir... amor.

— ¿Ves? No es tan difícil. — Su corazón comenzó a latir al momento que sintió la cabeza de Jennie en su pecho, y después su dedo haciendo figuras ahí —. ¿Quieres saber qué figuras estoy haciendo?

Lalisa solo respondió con un "¿mhm?" porque ya estaba conciliando el sueño de nuevo.

— Una jirafa. — Puntos con sus dedos, haciendo las manchas —. Un perro. — Sus dedos haciendo triángulos, las orejas —. Y un oso, tú eres uno, uno muy feo. — Una risa nasal por parte de la menor, que la seguía escuchando aunque ya estuviera casi dormida. Sintió la mayor moverse, un beso en sus labios, y volvió a donde antes —. No es cierto, eres un oso lindo.

— ¿Por qué un oso?

— Te pareces a uno. — Otra risa nasal. Su sobrina decía lo mismo.

— Soy más como un tigre. — Los mismos dedos dibujando algo en su pecho, pero pararon.

— No sé dibujar tigres. — Dedos haciendo círculos. Lalisa no tenía los ojos abiertos, pero sentía los dedos de Jennie hacer figuras —. ¿Cómo era un tigre?

Ahora si abrió los ojos, la pelinegra estaba acostada entre su brazo y pecho, así que la mano de la menor comenzó a acariciar el hombro de Jennie.

— No lo sé.

— Y dices serlo. — Suspiró pesado. Ambas se quedaron en silencio mientras se repartían caricias. Lalisa tragó saliva, acercó sus labios a la cabeza de Jennie, y la besó, gesto que pareció gustarle porque lanzó un gran suspiro. Tal vez solo le gustó a la omega, más no a Jennie en sí —. ¿Por qué un tigre?

— ¿Hay una razón? No sé, siento que me parezco más a uno. — Jennie subió su mirada, y miró a la menor. Achicó sus ojos, y se dispuso a jugar con el rostro de la castaña. Apretaba sus mejillas, movía sus cejas, y de vez en cuando la besaba, su nariz, sus labios, y su frente, para luego volver a acostarse en la misma forma.

— Eres un oso.

— Un tigre. — Corrige.

— Eres igual de cómoda que un oso.

— ¿Cuándo haz abrazado un oso?

— Ahora mismo. — Lalisa chasqueó su lengua, e intentó mirar a Jennie con una ceja elevada.

— Tú eres un conejo.

— ¿Por qué? — Una mirada curiosa

— Porque eres linda y tierna como uno.

— Porque eres linda y tierna como uno

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Little bunny - 𝑙𝑚𝑏. 𝑘𝑗𝑛 𝅄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora