Jeon Jungkook, un joven que es llevado repentinamente al inframundo al casarse accidentalmente con un misterioso novio que es un cadáver mientras que su novio real, Park Jimin, le espera en la tierra de los vivos.
Aún cuando la vida en el mundo de l...
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Taehyung estaba en la cocina acompañado de las cocineras. Había estado muy tranquilo hasta que llego el anciano Gutknecht con su amigo Yoongi con un libro entre sus manos.
–Cariño, hay algo de lo que tenemos que hablar–
El peliazul estaba confundido por la repentina actitud de el anciano.
–¿Qué sucede?–
Jungkook había planeado entrar a la cocina por un cupcake que habían estado preparando. Pero no lo hizo porque no quería interrumpir la plática.
–Lo que sucede es que... al momento de casarte con alguien, lo único que los puede separar es la muerte– pronuncio el anciano esperando que el casado comprendiera lo que le trataba de decir.
–¿Y qué con eso?–
–Que a ti y a Jungkook, la muerte ya los separó–
Taehyung se soprendio en demasía abriendo como platos sus ojos. Jungkook no se había quedado atrás haciendo lo mismo que Taehyung.
–Pero si le digo, se irá de aquí– susurro para si mismo.
–Yo le digo lo siguiente–
–Lo que tienes que hacer– dijo ignorando por completo las palabras de Yoongi. –Para evitar que se vaya es...–
–Envenenarlo. Tienen que casarse en la Tierra de los vivos, que Jungkook beba el vino de la muerte y con eso queda– abrió la página exacta del libro que cargaba en sus manos.
Ahí estaba la solución de sus problemas.
–Pero igual estaríamos muertos–
–Pero juntos. Ahora mismo tu eres el muerto, no él–
Taehyung no quería hacerlo. Estaba bien que se haya encariñado con el azabache, pero jamás lo mataría para quedarse con él. No estaba destinado para él.
–Jamás podría pedirselo– cayó incado al peso con su velo cayendo mucho tiempo después que él.
Jungkook se había permanecido callado del otro lado de la puerta, pero ya era hora de entrar.
Jimin se iba a casar con otra persona. El tendría que hacer lo mismo.
–No tienes que hacerlo– entró a la habitación recibiendo la mirada llorosa de su prometido.
–Pero... tu amas a otra persona– se levantó del suelo llorando.
–Y esa persona se va a casar con otro– se acercó a el tomándolo de la cintura acercándolo a el.
Se quedaron observando atentamente cada detalle del rostro de ambos. Hasta que rompieron la distancia en un beso.
Sus frios labios danzando al ritmo de los labios calientes del contrario.
