Prólogo

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Dicen que es necesario batir las alas contra la tempestad, mientras hay fe en que, más allá del caos, brilla el sol; pero el sol se refleja también en los charcos rodeados por los sauces.

Virginia Woolf

Los otoños son probablemente la estación más cercana que tenemos del verdadero paraíso.

Él habla sobre como se siente el amor desde la perspectiva de un corazón roto, dice que es similar la ilusión que podría generarte una caminata entre sueños, planes y metas, entiendes que no hay un complemento sino una conexión.

Es difícil asimilar que tantas personas compartieron todo la vida la idea de que su existencia debía basarse únicamente en crecer, reproducirse, trabajar y morir. Tu vida debe ser algo más que la réplica del día anterior, la vida es corta, los mejores momentos efímeros y los
largos ratos de amargura duelen y suelen ser difíciles, tanto que es nuestro deber celebrar que hemos conseguido seguir adelante porque no todos pueden hacerlo.

Sentirse sola y no estarlo es una verdadera agonía. Después de aquel último suspiro, no temía perderme de nada porque aunque no había comido queso suizo ni tampoco visitado la casa de Ana Frank, el mundo en general se sentía adormecido.

Una parte de mi, se intrigo por esa mancha dorada que vivía el mismo dolor pero en vez de ir a casa y llorar por las noches, reía aunque nadie estuviese cerca de el. Lucas me enseñó la belleza
del caos, él vagaba por las calles siempre con la mirada al cielo y cargaba consigo una sombra que dejaba casi sin luz su alma.

Estar con el me hizo querer aferrarme a un mar desconocido, lleno de esperanzas y alegrías pero también de verdades y mentiras.
Aunque al principio lo creí un payaso (adjetivo que jamás desmintió) en realidad, no era más que un chico bueno al que le habían pasado cosas malas. Muchas veces me dejó ver la luz a través de sus ojos y me hizo preguntar: ¿cómo era posible brillar y ser tan ambicioso en un lugar donde no hay a qué aferrarte?

Lucas siempre fue inusual y para la
primera impresión que tuve algo ambicioso porque el quería vivir una vida entera.

Nadie nunca podría decir que no lo intentamos, su último suspiro, su último adiós y su último beso fueron acciones que me hicieron comprender que nada era para siempre, ni siquiera el dolor.

Porque al final, para que un amor pueda florecer, otro debe apagarse. Y es así, como hay amores que se desvanecen con el tiempo y los recuerdos, no por desamor sino por sacrificio

Aunque fuéramos nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora