Olivia
—¿Crees que el robo tu bicicleta? –preguntó Amanda creyéndome una loca.
—Si, absolutamente –respondí decidida a defenderme aún sin argumentos ni evidencias. —Tal vez es paciente de Sarah, aunque ¿por qué le habría dado dinero?
Amanda escuchó atentamente mis suposiciones en contra del presunto ladrón mientras pasaba página tras página del enorme libro que posaba sobre la barra de la cafetería en la que nos encontramos. Las cafetería se llamaba 1989 y al contrario de lo que su nombre indica era un lugar completamente limpio con decoraciones estéticas que levantaban el ambiente del lugar y lo hacía pasar por una cafetería recién abierta. Los pisos parecían tableros de ajedrez, contaba con una barra larga para los solitarios comensales y mesas para familias o amigos numerosos; solíamos pasar el invierno en ese lugar no por su comida sino por su ubicación. Si no fuera por las películas de terror, se perdería la intriga de un lugar como ese, era el lugar perfecto para dos amigas que suelen acompañarse en los momentos de soledad porque se encontraba lejos de los sitios más visitados en la ciudad.
Buena noticia para nosotras, quizá no tan buena para el dueño.
Después de seguir conversando acerca de ese chico extraño, comenzamos a retomar las épocas de otoño en dónde Derek abandonaba continuamente sus planes para elaborar nuevos con nosotras, pues en sus propias palabras: la vida es mucho más divertida cuando la pasas con las personas que quieres. El chico con olor a mantequilla que deja algo más que su olor a quienes lo rodean.
—De verdad es extraño no saber nada de Derek, tal vez podamos ir con el señor Allen y pregúntale si sabe algo de él –pregunté intrigada por la sola idea de que se había ido sin despedirse. —Parece que la tierra se lo tragó.
—No creo que ir con su padre sea necesario –musito Amanda más centrada en su lectura que en las últimas horas.
Le mire con extrañeza y ella enseguida respondió dejando su libro cazadores de sombras a un lado para compartir lo que sabía de nuestro amigo.
—Esta aquí, esa decir, no aquí en esta cafetería pero lo está lejos.
—¿De que hablas? –pregunte con intriga.
—No me mires así, no sé si se ha quedado o no en la universidad pero lo más probable es que le hayan rechazado.
—No lo entiendo, ¿Por qué no estamos con el en este momento? –volví a preguntar pensando que desperdiciamos el tiempo en lugar de ver a nuestro querido Derek. —Amada, ¿Sabes dónde está?
—¡Porque no sé si estoy lista para verlo! ¿Qué tal si está destrozado? –preguntó ansiosamente como un niño pequeño que tiene miedo a la oscuridad. —No le vendría bien verme, no soportaría escuchar malas noticias y aguantar mis lágrimas para evitar que se derramasen. Se dónde está Olivia, ve a buscarlo, por favor.
Después de tantas cartas, tantas canciones y tantas fotografías que Amanda había coleccionado para Derek, es increíble como el cariño se le desbordaba por la mirada.
—Se encuentra trabajando en un restaurante pequeño en el centro de la ciudad –respondió al cabo de unos minutos.
—¿Cómo supiste dónde estaba? –pregunté guardando de nuevo mis cosas en una vieja mochila que cargaba.
—El dueño del restaurante es amigo de mi padre y una noche le escuché decir que un joven con talento lo había impresionado pero que era demasiado joven para ser cocinero, por eso le han dejado quedarse como mesero.
Mientras Amanda seguía contando los pocos detalles que tenía sobre Derek, su mirada no se venía ni feliz ni triste, como siempre que hablaba de él no era su cabeza la que pronunciaba las palabras sino si corazón. Pensé, ¿Enserio no estaba más interesada en Derek?
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Aunque fuéramos nosotros
Ficção Adolescente¿𝑼𝒏𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒓 𝒕𝒖 𝒔𝒂𝒍𝒗𝒂𝒄𝒊ó𝒏 𝒚 𝒕𝒖 𝒅𝒆𝒔𝒕𝒓𝒖𝒄𝒄𝒊ó𝒏 𝒂𝒍 𝒎𝒊𝒔𝒎𝒐 𝒕𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐? Cuando alguien importante para tu mundo se desvanece, tu sol se apaga, tus planetas colapsan y tus estrellas caen junto con t...