07. Equipo rival

1 0 0
                                    

Olivia

El gesto genuino que Lucas había tenido conmigo era gentil y amigable, como era fácil de percibir que de trataba de su personalidad.

La bicicleta y la venta aliviaron mi preocupación por algunas noches, aunque a Julia solo le removía más el estómago porque las angustiantes preocupaciones económicas seguían ahí.

Siguió por las mañanas y las noches en busca de un empleo pero en ninguno solían aceptarla de inmediato, más bien, le daban largas con el clásico «le llamaremos» cosa que la ponía junto al teléfono por las noches pero ni un número equivocado hizo que el teléfono sonara.

Por otro lado, Amanda había regresado el lunes por la mañana a la escuela y era notable que durante esos días había rejuvenecido: no solo se veía con una mejor apariencia dijo también se le notaba el ánimo en la voz, más serena y activa al mismo tiempo.

Una vez que Lucas me entregó la bicicleta había dejado visitarme en las mañanas y era poco notable en las clases, el chico salía de una clase para otra sin dejar sombra; viviendo a prisas, algo se traía entre manos.

Una vez que me hube platicado a Amanda los acontecimientos de la semana, un elemento en especial en la historia le provocó un sobresalto.

—¿Cómo? ¿Estuviste todo ese tiempo con Lucas? –preguntó con angustia caminando por los corredores del edificio principal.

Asentí con la cabeza dándole poca importancia a la compañía.

—Olivia… –murmuro a regañadientes y deteniéndose para centrar mi atención en sus siguientes palabras. —Deberías alejarte de él, no, no deberías, es una orden. Alejate de él, es peligroso.

Bufé por un instante con una sonrisa burlona al pensar en las palabras “es peligroso”.

¿Cómo podía Lucas Brown ser peligroso? Era más torpe que unas cabra, pensé.

—No creo que sea para tanto, Amanda. –comenté cuando una mirada de reproche se dirigió a mi.

—Lucas Brown es todo lo que los padres detestan de los amigos de sus hijos. Es más, justo ahora debe estar en una pelea o en sus "cosas", al igual que el año pasado. –declaró con preocupación.

—Se que él es un tanto... –murmure cuando me di cuenta que mi opinión no lo iba a ayudar en su reputación. —¿Descuidado? E irritante pero no llega al punto de ser alguien a quien le temerías. –conteste impresionada de que el chico de ojos color miel estuviera acaparando la conversación.

Amanda hizo una mueca de disgusto y minutos después hablo:

—Creí que estabas decidida a expulsar a todos lo que intentarán acercarse a ti, Olivia. –. Amanda desvió la mirada al suelo del pasillo y luego me miró arrepentida de lo anterior. —No es que quiera verte sola pero me preocupas, ¿sabes?

—Lo sé. –aclare con un "no pasa nada" en la frente. —Y lo que dije sigue en pie, puede que Sarah lo enviara para monitorearme.

—Aun así, hay algo en el que no me da buena espina. Sus pelas y su comportamiento, además ¿Qué no estudiaba en ese centro de detención de menores?

—Estoy de acuerdo si crees que pelea inútilmente. –dije una vez que seguimos andando por el largo pasillo. —Y no, no es un instituto de detención. O al menos eso dijo, pensé.

Seguimos entrando por el corredor, andando de un lado para otro entre clase y clase. Unas mas cortas que otras, con más o menos tareas.
Cómo no hace tanto que el tiempo volvió a su estado natural o al menos eso sentía, de pronto las obligaciones que antes se me habían quitado volvían a mi.

Todo recae en el puesto de “presidenta de la clase” título que había obtenido en mi primer semana entrando a la preparatoria por obtener una nota alta.
En realidad, es una de las pocas satisfacciones que a mí padre le agradaban académicamente, ya que jamás fui una persona que tomara el liderazgo, él me confesó que sería buena idea porque me ayudaría a llevar las riendas de mi vida; algo que yo creo un poco exagerado.

El profesor Balbuena era el encargado al que debía reportarle las bajas de los alumnos y emplear soluciones a pequeños problemas. Las citas con Sarah en el consultorio me habían salvado de unos cuantos papeleos pero estaba vez no fue posible.

—Olivia, quédate un momento por favor. –comentó el profesor al finalizar la clase del día de hoy.

Me quedé como me había mandado y vi salir a Amanda que me hacía señas de ahorcamiento mientras salía en forma burlona.

—¿Pasa algo malo profesor? –pregunté con nerviosismo una vez que pasaron los segundos y el silencio inundó el aula.

—No Olivia, nada de eso. –repuso el anciano profesor. —Primero que nada quiero darte mi más sentido pésame, se que ha sido hace un poco pero no había encontrado ni las palabras, ni el momento para hacerlo. –pronuncio y una vibra extraña me acompañaba, sabía que el profesor frecuentaba el taller mecánico de mi padre para un pase de corriente constante pero esas palabras ni en mis más profundos sueños las hubiera imaginado. El se carraspeó la garganta y siguió. —En fin, sabes que como presidenta de la clase tienes diferentes tareas y una de ellas es encargarte personalmente de la promoción del deporte y la educación. –dijo sermoneando. —Tendrás que encargarte de eso. –finalizó.

Aunque fuéramos nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora