09. Una opinión

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Olivia

Mi padre y yo teníamos un lenguaje, una forma única de comunicarnos. Él era un hombre tímido, bastante callado pero con una personalidad agradable que atraía pocas pero muy buenas personas a su vida.

El día del funeral, conocidos y pocos amigos cercanos se vistieron de negro y hacían una larga fila a un lado del cuerpo de mi padre para tener el turno de estrechar su fría mano. Algunos sollozaban en silencio y otros lo hacían a gritos, lo mismo habíamos pasado cuando la abuela murió; al menos en ese momento su mano sostenía la mía y la mía lo sostenía a el.

Aún recuerdo el zumbido en mis oídos como quien se encuentra en primera fila de un concierto de rock, en ese momento tenía muy claro que me había quedado sola en un mundo tan lleno de personas y tan vacío de sentimientos. Los vecinos que apenas saludaban a mi padre, me extendían la mano, me daban sus condolencias y se ofrecían a refugiarme.

Supongo que es cierto que los nacimientos unen y las partidas también.

Cuando lo ví allí, con un traje negro en una cama blanca rodeado de flores blancas y tristeza solo pude pensar una cosa, que despedida tan poco respetuosa a una alma tan viva como la de mi padre.

Cómo dije, teníamos un lenguaje. Hablamos seguido de lo corta que es la vida para tantos sueños que vagan de persona en persona, siempre le pedí al cielo que me diera una explicación, quería respuestas, ¿A dónde viajaba mi madre? ¿Por qué siempre estaba fuera?  Es curioso confirmar lo sabio y torpe que era mi padre al mismo tiempo, la última vez que hablamos sobre Julia el dijo que los sueños siempre se hacían realidad y que debíamos tener fe en que se realizarían en esta vida, o en otra.

Supongo que eso le reconfortaba porque el siempre quiso dar clases de literatura y “salvar vidas con letras”. Ahora me gusta pensar en todo lo que tiene que pasar para que algo magnífico se realice, es decir, ¿Qué hubiera pasado si Sherlock Holmes no hubiera abandonado la escuela de actuación? Probablemente no hubiéramos tenido a uno de los mejores detectives del mundo, la vida se va así, tan rápido como los pequeños detalles pasan frente a nosotros. Crecemos creyendo que los detalles más grandes son los importantes pero eso no es cierto, los detalles más pequeños son los más valiosos, por eso son extraños los que los notan.

Julia y yo desayunábamos en la mesa, el ruido de un camión descompuesto en la avenida hizo resonar en las ventanas y en mis sueños. Era temprano, demasiado temprano.

—¿Has podido conseguir algo? ¿No te han llamado? –pregunté cuando la escuché suspirar mientras que sin ánimos partía su huevo dejando escurrir la yema cruda.

—Aun no, lo lamento tanto Olivia. –se disculpo expresivamente, fuera de todo contexto alguno, la mirada de decepción era notable en su piel pálida.

Estos días, después de agotar el dinero de la venta en la que Lucas participó activamente, Julia solicito un préstamo al banco. Los nervios se me pusieron de punta cuando me lo dijo, ahora tenía que pagar un préstamo y aún sin empleo, ¿Cómo era posible que nadie tuviera trabajo para ella? A este paso, acabaríamos en el piso de la cocina compartiendo una lata de sopa enlatada.

—Julia. –dije encontrándome sentada a un lado del comedor.

—Mm-mh, ¿Qué sucede Olivia? –respondió levantando la cabeza.

—¿En qué trabajabas cuando estabas de viaje? –mencione con curiosidad, pues creí haber encontrado la solución. —Supongo que cuando viajabas tuviste que tener un trabajo.

—¿Viajar? –preguntó en un tono bajo, casi inaudible y confundida por la afirmación anterior. —¿Eso fue lo que te dijo Luis? Es decir, tu padre. –finalizó.

—Si…–titube en reafirmar lo anterior porque su sorpresa había dejado claro que no sabía de lo que le estaba hablando. —Acaso...¿No fue así? –volví a preguntar aún más intrigada.

Para ser sinceros no quería saber de sus viajes, quería que me dijera ella misma por qué se había ido, ¿Qué fue tan fuerte que la separó de mi? O si se había ido por su cuenta… Quería escucharlo de ella misma.

—Si, claro. –respondió rápidamente. —Pero… no trabajaba cuando me encontraba de …. Viaje. A veces me encargaba de la comida pero no era algo que yo considere como “trabajo”. –dijo con la voz temblorosa, un tanto asustada como si estuviera contando una historia de terror.

—Si no trabajabas…. ¿Cómo te mantenías? –inquirí y la conversación cada vez llevaba a más preguntas y menos respuestas.

—B-Bueno, digamos que los gastos de mi estadía..  corrían por parte de mi madre, tu abuela materna. –contestó de nuevo con la voz entrecortada, en la mirada era notable que revivía para ella una pesadilla. —Termina tu desayuno, casi es hora de salir. –ordeno.

Aunque fuéramos nosotros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora