7. Los verdes.

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Daemon Targaryen murió en la lucha de los Peldaños de Piedra en el 132 d.C. El entierro dio el comienzo de la viudez de la reina, la cual pronto entró en una depresión fuerte. Producto de su cólera, montó al día siguiente en Syrax y lidiando a sus hombres logró reconquistar los Peldaños. Se conoce esta batalla como La Ira de la Viuda, en la que Rhaenyra por primera vez mostró sus dotes como jinete a la par que Aemond Targaryen y Aegon Targaryen.

Caraxes ahora estaba sin jinete, herida de gravedad pero siendo tratada por la mismísima Rhaenyra pues no dejaba que nadie más se acercase.

Alicent Hightower y Rhaenyra Targaryen desde entonces se volvieron inseparables. Ambas compartieron un dolor similar y la contraria la supo consolar.

— Sé que no se debe beber, pero por un día… —traía una jarra de vino, ahí donde Rhaenyra estaba sola… la antigua habitación se Viserys en la que ya no se encontraba su arte; la réplica de Desembarco del Rey había sido trasladada a una de las tantas salas de estar del castillo, cubierta por vidrio para no ser destruida o dañada.

— Han pasado días y sigue doliendo—la contraria tenía los ojos rojizos de tanto llorar.

— Y dolerá hasta el final. Pero hay que dejarlo ir, quizás acostumbrarse—le sirvió del vino, sentándose a su lado en otra de las sillas.

— No pensé que esto ocurriría. Por mí error… por tanto proteger a los míos dejé que mi marido se enfrentase a todo solo…

— Rhaenyra sabes que esto no es así. Nadie pensó que la Tríada apoyaría la causa ajena. Nadie. Ahora es cuando más poderosa debes volverte. Mostraste tu valía aquella vez.

— Tus hijos son espectaculares, Alicent… Mis hermanos… —la reina se apoyó en el hombro de su amiga mientras tomaba del vino— Llevo tanto tiempo intentando proteger a todos y he fallado…

La conversación no llegó a ningún lado aquella noche, solo una Alicent que se quedó con Rhaenyra hasta que esta se firmio.

— Sé que dije que podíamos llamar a nuestro hijo Aemon Targaryen pero creo que será mejor Daemon Targaryen —les decía Jace a Aegon y Helaena.

Ambos asintieron, no veían por qué no. Por otro lado la mujer se alzó y abrazó por la espalda a su marido más alto. Apoyó su mejilla ahí.

— Tu padre fue un gran jinete y guerrero. Nuestro hijo será honrado con su nombre.

Aegon que miraba la escena, seguía con la adrenalina de haber luchado a lomos de Fuegosol, había sido maravilloso.

— Eso es. Al fin un Daemon Rey, como siempre quiso.

Jace sabía que el ajeno no había hecho ese comentario a malas, que probablemente era su forma de superar la perdida pero se mosqueó. Les dijo que iría a pasear, que necesitaba estar a solas.

Aquella noche ambos esposos-hermanos durmieron solos, mientras Jace se emborrachaba en una taberna ciudad abajo acompañado por Criston Cole, quién no le había dejado ir solo.

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Cómo padre de la guardia real había jurado sus votos. Que Lucerys le llamase a las tantas de la noche a la bahía de siempre sin embargo no era algo que le beneficiarse en nada.

Botella de vino que se iba tomando, tenía la guitarrita de un juglar que probablemente le habéis quitado antes. Estaba tocando una melodía, una no muy concreta.

— ¿Sabes que no puedes estar fuera del castillo, no? Mucho menos ahora, que tenemos a la Tríada contra nosotros.

— ¿Sabes que mi padre murió y tengo derecho de hacer lo que quiera?

— Lucerys, pasó hace una semana. La excusa ya es vieja.

Esa guitarrita fue lanzada a Aemond, quién a duras penas la esquivó viendo como se caía en la arena. Miró entre impactado y enfadado al contrario.

— Ya está bien—se aproximó de forma agresiva, yendo a quitarle la botella que sin embargo el otro tiró hacia sí mismo.

Luke la tapó como pudo con el corcho y se la metió en los pantalones. La mirada de Aemond al menos le hizo reír.

— Joder… joder. Me vas a desquiciar. ¡Dame eso! —empezó a urgar en los pantalones ajenos, al fin viendo la botella que sacó de ahí—Ni siquiera estás borracho como para hacer gilipolleces, ¡joder!

Pero Luke estaba más que borracho, estaba triste. Se lanzó sobre Aemond, sin embargo no fue para intentar besarlo sino para buscar su consuelo. El peliblanco simplemente se limitó a estar en silencio y aguantarlo.

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— Alicent. ¿A qué demonios se debe que permitas que tu hijo siga en contacto con Lucerys? ¿Tan ciega estás que no lo ves? Ahora rompiendo sus votos…

Cuanto más envejecía Otto, más insoportable se ponía. Alicent estaba harta de él, honestamente. Siempre conspirando para matar a Jacerys incapaz de ver lo mucho que esos tres se querían. Siempre hablando de qué hacian o no Lucerys y Aemond. Siempre hablando de quitarse de encima a Rhaenyra.

— ¡Déjame! —había gritado la mujer cuando fue tirada por él.— ¡Déjame!

— Encima todo el día en los aposentos de Rhaenyra… ¿Eso quieres, Alicent? ¿Ser otra vez la puta de los Targaryen?—Otto la estaba empujando hacia la cama.

La antigua reina se separó y lo esquivó como pudo, yendo hacia la chimenea. Se sentía completamente amenazada, estaba empezando a pensar que su padre se quería deshacer de ella por no apoyarlo y perjudicar.

—¡Tú me vendiste a Viserys! Yo tenía a mi amiga… era mi amiga… ¡Y todo se fue a la mierda, maldita sea…! —comenzó a llorar de forma desconsolada.

Otto se acercó a ella y cuando estuvo al frente, le agarró el cabello para hacer que lo mirase.

— Mírame bien, hija. Sirviendo de mano a la zorra de Rhaenyra. Apoyando a su bastar…

Y Alicent no pudo más. Sencillamente aquello había superado todo lo que su psiquis podía aguantar.

Palo de metal para remover la hoguera en su mano, le atravesó el estómago al contrario. Los ojos ajenos en lágrimas, confundido miró hacia abajo y vio toda la sangre saliendo. Después escupió por la boca, tocándose la herida y sacando el palo por instinto, hasta que cayó al suelo desangrándose y dejando un charco.

Alicent soltó el palo y salió corriendo. Corrió y corrió hasta llegar a los aposentos de Rhaenyra, pidiéndole a Cole que le dejase pasar.

La ajena estaba siendo atendida por varias sirvientas, pero enseguida las mandó fuera.

Alicent se lanzó a los brazos de la ajena y lloró mientras le contaba todo. Desde como a duras penas había frenado a Otto cuando quiso asesinar a Jace, su plan de hacer que Aegon fuera quién embarazase a Helaena. Le contó cómo Otto había manipulado a Viserys, le contó absolutamente todo. Finalmente se lo dijo, que Alicent Hightower había matado a Otto.

Cuando Rhaenyra la consoló, su amiga no solo la abrazó sino que unió sus labios en un amargo beso. Todos esos sentimientos habían salido, ya no podía más.

Rhaenyra correspondió sin cerrar los ojos, confusa. Luego todo poco a poco empezó a encajar y sencillamente se dejo llevar.

La noticia a todo el reino había llegado, Otto Hightower murió de vejez en su cama. Sería enterrado en un funeral familiar.

Todos de negro de nuevo, sin embargo Rhaenyra irónicamente portó a aquel funeral un vestido verde. 

LOS NEGROS Y LOS VERDES (LUCEMOND + JAEGONAENA + RHAELICENT )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora