10. Pérdidas.

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La mirada de Alicent estaba puesta en el frente, sus uñas dañadas, pellejos por todas partes que dejaban un aspecto horrible. Preocupada, veía el septo y se preguntaba qué estarían hablando de ellos ahora. Lo que estaba seguro es que el pueblo se organizaría y enfrentarían a Rhaenyra en el momento en el cual creyeran que estaba loca.

La realidad sin embargo era que la reina estaba intentando mantener todo bajo control. El nuevo capitán de la guardia de la ciudad Arryk había movilizado a sus hombres y perseguido a cualquiera que se dignase a decir nada de la reina. Esta misma, tenía audiencias constantes con su pueblo para apaciguar las habladurías.

Si bien es cierto que sus decisiones personales eran cuestionables, como por ejemplo haber casado a tres personas o prometido a dos hombres, el resto de su reinado estaba siendo perfecto: alianza con Dorne, recuperación de los Peldaños de Piedra, reconquista de Harenhall donde había puesto a nuevo Lord que se encargase de su funcionamiento, un Lord fiel. Larrys fue mandado al muro, donde pasaría el resto de su vida. Todo esto ocurrirá en menos de tres años, superando a su padre con creces.

Para no hablar de los huevos que ponían ahora Dreamfyre, demostración exacta de la fertilidad de la reina. Su hijo Daemon ahora tenía en su cuna un huevo de dragón color índigo.

La mujer se aproximó a Alicent por detrás y le rodeó la espalda, cogiendo sus manos para que dejara de hacerse daño. Dejó un beso sobre su mejilla, seguido de otro en su cuello.

Alicent suspiró, pareciera que estaba soltando todo el malestar que la tenía agobiada estos días.

— No sé cómo vamos a salir de esta…

— Yo sí sé. Confía en mí.

La contraria se giró y la encaró para luego abrazarse. Se miraban con amor, con cariño. Solo alzó su comisura derecha en una especie de tic nervioso y se escondió en el cuello de su reina.

— A veces solo desearía ser valiente como tú.

Mano sobre la cabeza de Alicent, Rhaenyra le susurró palabras tranquilizadoras mientras la contraria se desahogaba en lágrimas.

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Lucerys Velaryon era un hombre revoltoso que una vez probó la libertad, no quiso dejar atrás. Era como si Marcaderiva lo tuviera preso, creciendo desde joven con la idea de ser un Lord bueno, un Lord perfecto. Ahora que se había deshecho de esto su verdadera personalidad florecía, una muy parecida a Rhaenyra de joven. Quería comerse el mundo, quería follar y beber, salir y luchar. Sin embargo a diferencia de su madre, él no sería juzgado por nadie pues era un hombre.

Quizás por eso no podía mirar a los ojos a Aemond, o al ojo mejor dicho. El contrario sabía que él lo hacía con otros y otras casi todos los días, que un fin de semana viajó hasta el valle solo para encontrarse con una dama que conoció en la fiesta del nacimiento de Daemon.

La mano del Rey sin embargo no tenía mucho tiempo para esto. Estaba intentando arreglar el lío de Westeros junto con el consejo. Visitas a reinos distintos, búsqueda de aliados. Si Bravoos, Pentos y Volantis se aliaban en su contra, todo saldría mal.

Sin embargo la era de los dragones no había terminado, pese a que su propia dragona Vhagar estaba cada vez más pesada y señil. El único dragón sin embargo disponible era Caraxes, y dudaba muchísimo que el dragón y él tuvieran buenas migas.

Con permiso de Rhaenyra sin embargo pasaba a Pozo de dragón para cantarle a Caraxes, le hablaba desde una distancia prudente y comenzó a entrenar frente a él. Pasaba la mayoría de sus tardes libres con ese dragón además de con Vhagar, a quien un día decidió liberar.

LOS NEGROS Y LOS VERDES (LUCEMOND + JAEGONAENA + RHAELICENT )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora