11. Boda.

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Los primeros copos de nieve comenzaron a caer en Desembarco del Rey dando comienzo al Invierno que en la Ciudadela confirmaron que no sería muy largo.

Los aldeanos cambiaron sus vestimentas a unas más abrigadas, los impuestos subieron ligeramente por el mantenimiento de las calles y para frenar la hambruna infantil Alicent Hightower montó una campaña de una comida diaria donde con su equipo iban a las zonas más pobres de la ciudad para repartir comida, así como mantas y otros productos de primera necesidad. Una vez a la semana acudía la reina también para ayudar, quería ganarse al pueblo y poco a poco lo estaba consiguiendo.

La mirada de Lucerys estaba puesta en el cielo. La danza de Aemond y Caraxes era hipnótica. Rojo como la sangre mezclado con ese blanco de la nieve y el cabello largo de Aemond. Las prendas del hombre que iban a la par que su nuevo dragón. Había cariño y sobre todo respeto de por medio, había una unión fuerte y diferente a la que tuvo con Vhagar, una unión consciente y única que se había trabajado poco a poco, una relación de confianza y sobre todo disciplina. Aemond no era aquel joven que no sabía domar un dragón, al contrario, ahora era un hombre con la cabeza bien amueblada y una estabilidad mental admirable. Ser Mano de la Reina le había sentado bien.

No era solo Lucerys el que observaba el cielo sino varias damas que suspiraban, quizás fantaseando con casarse con Aemond y en consecuencia su propia muerte. Ni las culpaba ni las odiaba por ello, simplemente esperaba paciente a que la danza terminase y su prometido bajara.

Tras la hora al fin lo tuvo delante; mirada fija en la impropia, un suspiro que escapó de sus labios cuando este le sonrió.

Se aproximó a él con cierta emoción, viendo los cabellos oscuros del menor siendo decorados por copos de nieve. Su mano recorrido sus hebras con mimo, mientras que la otra sostenía su mejilla y le hacía alzar el rostro.

Besó su frente, viendo a Lucerys cerrar los ojos y disfrutar de tan corto acto. Manso, durante estos meses habían conseguido tranquilizarlo.

Le tendió la mano y caminó junto con el hacia el interior del castillo, siendo aquella unión la primera que tuvieron en toda su vida.

—Gracias—susurró el de cabello blanco, quién también se había fijado en las miradas que ambos recibirán.

Lucerys aún sorprendido porque caminasen de la mano lo observó confuso, esperando a que continuase y le explicase a que se refería.

— Por esperarme. En todos los sentidos.

Luke suspiró y dejó varias caricias con su pulgar sobre el dorso de su mano derecha.

— Entiendo que fue un dolor fuerte el de perder a tu dragona, Aemond. Pero… nunca estarás solo. Estaré a tu lado.

Igual que la confianza con Caraxes se había ganado poco a poco, estaba ocurriendo con estos dos. Se sentían cómodos uno al lado del otro.

El cuarto estaba frío pese a la hoguera encendida. La cama, aún más. Cuerpo con cuerpo, aliento sobre el rostro y manos que buscaban su tacto.

La palma de Lucerys recorrió desde la cadera de Aemond, hacia abajo por su cintura y finalmente en su espalda donde se aferró. Su prometido cogió la pierna ajena y la subió sobre las suyas propias. No había espacio entre sus cuerpos, frente contra frente y narices rozando.

— Descansa, mi príncipe—susurró el hombre.

— Descansa, mi Lord.

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Sobre una mesa enorme, en un hall grande con otras tantas es que estaban sentados Aegon, Helaena y Jace.

Al lado del último, Cregan Stark.

LOS NEGROS Y LOS VERDES (LUCEMOND + JAEGONAENA + RHAELICENT )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora