8. Compromisos.

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Alicent se hallaba desnuda, medio de su lado sobre el cuerpo de Rhaenyra, la cual la miraba con cariño.

— Tenemos que vestirnos. Hay cosas que discutir —habló Nyra. Antes de alzarse sin embargo le robó un beso a su amante.

— La nueva mano de la Reina.

— Lo tengo decidido desde hace tiempo, pero aún así quería consultarlo con los demás.

No todos quedaron sorprendidos por la decisión de Rhaenyra, la cual no pensaba repetir el mismo error que su padre. Aemond Targaryen fue nombrado Mano de la Reina en el 132 d.C, llevándose así el título del segundo hombre más poderoso de Poniente. Más de una vez le había mostrado a Rhaenyra sus capacidades, siempre la aconsejó sabiamente y había sido sincero con ella, cosa que pocos fueron. Aemond se había comido su orgullo entrenando a su hijo pese a todo, Aemond había participado en más de tres batallas y Aemond sencillamente era el idóneo. Él no iba a ser un simple miembro de la guardia Real, era su hermano y un Targaryen.

Cuando recibió la noticia no se lo esperó. Primero tuvo que sentarse, aunque aprovechó y simplemente hincó la rodilla mientras recibía aquel título. Luego, luego llegó esa mirada cálida de Rhaenyra que lo hizo sentir el pecho moverse con tanta prisa que no se lo podía explicar.

Para ese hombre, recibir aquel título fue el reconocimiento que siempre había necesitado. Todos viéndolo orgullosos y felices. Fue un antes y un después en su vida.

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Helaena gritaba y lloraba mientras empujaba a Daemon de su tripa. El dolor era tal que estaba estrujando las manos de ambos de sus hombres. Aegon empujaba más que ella probablemente, mientras Jace le susurraba palabras tranquilizadoras.

La sensación de alivio llegó y con ella el llanto del bebé. El primero en cogerlo fue irónicamente el que no era el padre biológico. Abrazó al pequeño y lo besó para luego dejarlo sobre el pecho de su madre.

La sonrisa de Jace fue notable, pues aquel Velaryon-Targaryen tenía sus ojos marrones y el cabello platino.

Pronto Rhaenyra fue a verlos junto con la otra abuela. Sin embargo no solo ellas sino Lucerys, Joffrey, Jaehaera, Viserys. Inclusive Aemond estuvo al marco de la puerta viendo el nacimiento del algún día Rey de Poniente.

El nacimiento del niño se celebró mediante una fiesta a la que también acudieron los Velaryon, incluyendo a Baela y Rhaena.

Esta última fue acompañada por su esposo, tenía un pequeño bulto en la tripa que indicaba que estaba embarazada.

Por temas de salud Corlys no había podido viajar, la edad consumía a aquel hombre poco a poco.

Fue triste para aquellos que sabían la verdad de Lucerys ver a Rhaena emocionarse y caminar hacia el contrario con tanta prisa. Lo abrazó fuerte y si bien recibió el mismo abrazo, Rhaenyra y Jace lo vieron en sus ojos, ese sentimiento de culpabilidad.

Rhaenyra lo había pensado mucho pero lo tenía que hablar con Rhaenys. Sin embargo aún era pronto, quería ver cómo su hijo se desenvolvía alrededor de su prometida y Aemond.

Por primera vez en años, el príncipe de Dorne acudió también como invitado especial. Quería conocer al bebé heredero que casaría con su propia hija.

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— ¿Por qué sigues conmigo si tienes ahí a tu prometida, Lucerys? —cuestionó Aemond. Lo que menos necesitaba Rhaenyra ahora y el reino era un conflicto entre Velaryon y Targaryen.

— Shh, cállate —le dijo en bajo, pues su tía estaba hablando con su hermano.— Mira. Mira eso.

A diferencia de Lucerys que no solía halagar a Rhaena de esa forma, Joffrey era amable y la trataba bien, pero además la halagaba y miraba con esos ojos que la hacían sentir especial.

LOS NEGROS Y LOS VERDES (LUCEMOND + JAEGONAENA + RHAELICENT )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora