Limerencia. - Pedri González

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Maquillo un poco más las ojeras que me han salido esta semana. Incluso con el corrector estas se notan bastante y eso solo es culpa de una cosa. Las pesadillas han vuelto. Desde que Pedri me dejó con ese mensaje y me bloqueó de todos lados estas han vuelto a aparecer. Aunque no fue tan así, gracias a Dios no. La primera noche dormimos juntos los tres, mis chicos no querían dejarme sola después de haber estado llorando tanto. Esa noche la pasé bien. La segunda me empecé a despertar sobresaltada sin saber por qué, varias veces en una noche. Al tercer día ya lo veía todo, las pesadillas se han vuelto la mierda de mi vida. Escucho el pito de un coche y me asomo al balcón para ver el Ferran aparcado abajo. Ha venido para ir a celebrar mi entrada en las prácticas y si por mí fuera anularía esto ahora mismo. Quedaría muy mal si lo hago ya que fue uno de los primeros en preocuparse por mí. Mis ganas son cero comparadas con el lunes que me lo dijo. Incluso habiéndolo atrasado dos semanas sigo sin tener ganas de salir.  Salgo lo justo y necesario, solo para lo que necesito o es muy importante. Cuando llego me encierro en mi habitación a leer o a escuchar música para evadirme, aunque siempre termino llorando. Sin embargo, los chicos me han obligado a hacerlo para despejarme, o eso me han dicho. Por mi parte, ya que no se nada de lo que hace Pedri, los únicos que lo saben son mis dos amigos que me vieron, nadie más. Así que, ahora que voy a ver a Ferran, se lo diré. Al menos eso trataré de hacer porque no me veo capaz de soltar dos palabras sin llorar. Ya es un suplicio no poner mala cara con los clientes para ahora tener que aguantar eso. Bajo las escaleras, sin arreglarme mucho, despidiéndome de mis mejores amigos. Estos me sonríen dándome ánimos y yo ruedo los ojos. Agarro mis llaves y cerrando la casa me monto en el coche de Ferran. Cuando me mira tiene una gran sonrisa en su cara y yo haciendo un esfuerzo le muestro una sonrisa falsa. Lo que logro es soltar una mueca y lo sé al ver como frunce el ceño. Aunque, a penas le echa cuenta ya que al momento enciende el coche y pone la música.

-Ya mismo vas a estar forrándote.-Es la primera frase que dice y yo ruedo los ojos.

Además de estar más cansada me he vuelto muy irritable. Yo misma me di cuenta al ver que todo lo que me decían me molestaba, si algo me salía mal me molestaba el doble  y así con todo. Y si ya soy irritable a veces no me quiero imaginar ahora. Por otro lado, he empezado a preocuparme menos por como me veo. Voy en chándal todos los días y a penas me miro en el espejo.

-Ojalá sea verdad.-Tras abrazarlo me pongo el cinturón y dejo que el me guíe al lugar donde vamos a comer.

La elección ha sido suya por insistencia propia. Me ha repetido también millones de veces que ni se me ocurra llevar dinero porque me lo va a quemar si lo ve. Dice que vamos a celebrar y que por eso me va a invitar y no iba a aceptar un no por respuesta. Así que solo voy con mi móvil.

-¿Que te pasa? Estás muy seria.-Me mira mientras conduce.

-Estoy cansada. Al fin y al cabo estoy trabajando pero no veas como cansa.-Él ríe pero a mi no me hace gracia. Si sabes lees entre líneas le estoy diciendo que no me hable mucho.

Durante el viaje, para poder evitar algún tema de conversación, cambio la música varias veces y miro por la ventana callada. Algo que es muy extraño en mí, yo que siempre estoy alegre y cantando sobre todo. El camino dura alrededor de diez minutos y cuando bajamos veo que Ferran va también en chandal. El suyo claramente más caro, pero sigue siendo un chándal. Pasa su brazo por mis hombros y entramos en el restaurante. El hombre de la entrada nos mira con mala cara cuando nos acercamos a él. Creo que al vernos en chándal se ha asustado y lo digo porque al mirar hacia dentro las personas van muy arregladas.

-Buenas tardes, ¿tenéis reserva?-Mi amigo asiente sonriente.

-Sí, a nombre de Ferran Torres.-El hombre abre los ojos y nos guía rápidamente hasta una mesa alejada del resto.