capítulo 1

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La barra del restaurante se había llenado tanto que Cassie se dio cuenta de que tenía que hacer un esfuerzo para llevarse el vaso a los labios. Aunque no le importaba estar allí, empapándose del ruidoso ambiente, viendo a todos sus compañeros de trabajo vestidos con sus mejores galas para aquella velada que había
organizado su nuevo jefe.
Hacía tanto tiempo que no iba a una fiesta, que hasta se había comprado para la ocasión un vestido nuevo, y caro, hecho de seda negra que envolvía su esbelta figura
con elegancia y estilo. Se había hecho un corte de pelo moderno, el primero después de varios años, y se sentía estupendamente cuando sus rizos rubios le rozaban los
hombros al mover la cabeza.
-Te brillan los ojos como si fuesen enormes esmeraldas -comentó Ella detrás de Cassie-. Estás encantada, ¿verdad?
Ella sonrió, lo que realzó la bonita forma de sus labios pintados de rosa.
-Se me había olvidado lo que es divertirse formando parte de una multitud ruidosa y enloquecida.
-Bueno, pues brindo por más fiestas como ésta, ahora que los gemelos han
crecido un poco -dijo Ella consiguiendo levantar su vaso lo suficiente como para chocarlo contra el de Cassie-. Ya no tendrás que escatimar, ahorrar ni hacer de
esclava para pagar la guardería.
-De madre soltera trabajadora a juerguista de un salto -rió Cassie-. ¿No quieres que aproveche para buscar marido al mismo tiempo?
-No, por favor -Ella se estremeció, cambió de expresión.
Después de una larga relación, el novio de Ella la había dejado seis semanas antes de la boda, con la clásica excusa de que no era de los que se comprometían para siempre. Cassie sabía muy bien cómo se sentía, a ella también la habían dejado, pero
embarazada de gemelos.
-Tienes que olvidarle de él, Ella.
Esta asintió.
-Sí, he seguido adelante con mi vida, ¿no? Las dos lo habían hecho.
-Y con alegría -admitió Cassie, volviendo a chocar su vaso con el de ella-.
Piensa en un enorme culturista con el temperamento de un gatito, en vez de un corredor de bolsa con la genética de una serpiente.
Ella rió ante la comparación que había hecho Cassie del que era su amante en esos momentos, con el que la había dejado. Su risa captó la atención de varias personas que estaban a su alrededor, que cambiaron de sitio para incluirlas a las dos en su conversación. Los siguientes minutos pasaron con la camaradería de un grupo de personas que trabajaban juntas cinco días a la semana, y la fiesta se animó todavía
más con la ayuda del vino.
-¿Cuándo nos van a decir que subamos a cenar? -comentó Ella un rato después-. Estoy muerta de hambre.
-Supongo que estarán esperando a que llegue el nuevo jefe -contestó Cassie.
-Pues como siga llegando gente, vamos a estar como sardinas en lata -se quejó su amiga-, aunque no me importaría si me toca al lado del tipo que acaba de entrar con nuestro director ejecutivo y esa panda de gerifaltes...
Cassie se volvió hacia donde le indicaba Ella. No estaba preparada para lo que iba ver. Horrorizada, se sintió como si se estuviese cayendo por un precipicio. Le temblaron las piernas y sintió calor al reconocerlo. Hacía seis años que no lo veía, pero estaba igual y seguía siendo capaz de aturdir todos sus sentidos y hacer que se le detuviese el corazón.
Era imposible no fijarse en él. Era tan alto que le sacaba la cabeza a todas las
personas que había a su alrededor. No obstante, Cassie conocía bien esa cabeza, tan bien como si hubiese pasado las manos por aquel pelo negro y sedoso sólo una hora
antes. A punto estuvo de caérsele el vaso de pensarlo.
-Me parece que acabamos de ver a nuestro nuevo jefe -murmuró Ella.
Cassie tardó varios segundos en absorber aquella información, ya que estaba intentando tranquilizarse.
-No, no es él -respondió en un susurro.
-¿Estás segura...? -Ella observó al hombre en cuestión-. Tiene que ser él–
insistió-. Semejante hombre no puede llamarse de otra manera que no sea
Harry Styles.
Ella pronunció su nombre como si fuese una fantasía sexual. Y Cassie sintió un
pinchazo en el pecho. ¿Harry Styles? ¿Acaso estaba Ella mirando a otro
hombre?
-Ya verás como ese hombre es un sexy multimillonario italiano, cara -bromeó su amiga-, y, si no me equivoco, la mujer de rojo que va agarrada de su brazo y que
hace tan buena pareja con él...
La mujer de rojo...
Efectivamente, estaban hablando del mismo hombre, que llevaba del brazo a una impresionante morena con un exquisito vestido rojo. Parecían cómodos, el uno con el otro, como dos amantes que llevan mucho tiempo siéndolo.
Y Ella tenía razón, pegaban el uno con el otro. Del mismo modo que el nombre de Harry Styles le iba mucho mejor que el sencillo Harry Rossi, con el que ella lo había conocido.
Sintió náuseas al ver que levantaba el rostro, que no había perdido ni un ápice de masculinidad en seis años. Seguía teniendo las pestañas largas, la nariz recta, la boca fina y firme, pero sensual... Como si estuviese pidiendo su último deseo en el corredor de la muerte, Cassie se empapó de su piel bronceada, y del modo en que las
pestañas casi le rozaban las mejillas al dedicarle una sensual sonrisa a la mujer del vestido rojo.
Si hubiese tenido fuerza en las piernas, se habría acercado hasta donde estaba y le habría dado una bofetada para borrarle la sonrisa de la cara. Harry Styles... ¿A quién pretendía engañar? ¿Por qué utilizaba un nombre falso? ¿O le habría mentido a ella? A ella, que se había dejado llevar por su increíble presencia y su sinceridad, que se había dejado seducir y se había quedado sola cuando él había vuelto a su Italia natal, para continuar con su vida real.
Todavía le dolía su traición. Lo odiaba, pero no podía evitar seguir regalándose la vista con él, no podía apartar los ojos de su garganta bronceada, sus anchos hombros, que iban enfundados en un bonito traje oscuro y en una camisa blanca que
no hacía nada para atenuar el poder de su cuerpo largo y musculoso.
Lo recordaba todo, cada uno de los detalles íntimos de su cuerpo, desde el vello que cubría su torso dorado, su abdomen duro y suave como el satén, las estrechas caderas y...
Tenía que salir de allí...
La necesidad de marcharse la golpeó de tal manera que hizo que se irguiese de golpe. Como si él se hubiese dado cuenta de la violencia de su reacción, levantó las pestañas y miró directamente a su rostro, obligándola a enfrentarse a unos ojos más
negros que el carbón. Unos ojos que Cassie habría preferido no volver a ver jamás.
De repente, el tiempo se detuvo. Dejó de haber ruido en el bar, como si alguien hubiese levantado un muro de cristal y estuviesen los dos solos y como sí las imágenes de él que había estado intentando olvidar durante seis largos años,
volviesen todas juntas a su cabeza.
Harry riendo... Harry sonriendo divertido cuando había intentado ligar tímidamente con él... Harry abrazándola... Besándola... Harry... excitándose y devorándola mientras hacían el amor.
Cassie sintió una ola de calor y tomó aire. Tuvo que abrir los labios y vio que él parpadeaba antes de fijar la vista en su boca, y todo su cuerpo reaccionó ante aquella oscura mirada. Ella no quería sentirse así. Quería poder mantenerse fría al verlo y le horrorizaba no ser capaz.
Él, como si estuviese recordando lentamente viejos placeres, levantó la mirada para observar la rubia cascada de su pelo acariciándole los hombros blancos, y después la bajó hasta donde la estructura sin tirantes de su vestido contenía la cremosa fuerza de sus pechos. El mensaje que desprendían sus ojos era tan ardiente y sexual que Cassie sintió que se ruborizaba. Le entraron ganas de gritar, de protestar, pero no podía hacerlo. Nunca se había sentido tan expuesta a su propia
vulnerabilidad.
No se le había ocurrido pensar que él había tardado mucho en reconocerla. No lo había hecho hasta que no había vuelto a subir la vista a sus ojos. Entonces, su expresión había cambiado, se había sorprendido. Cassie pensó que se iba a caer redondo, por cómo había abierto los ojos y cómo se había oscurecido su mirada. Ella había dejado de respirar, de oír, de pensar...
Entonces, lo vio erguirse y darle la espalda, borrándola de su vista de forma tan brusca y cruel que se sintió como sí le hubiesen dado con una puerta en las narices.Otra vez.
Sorprendida y afectada por la brutalidad de su rechazo, Cassie pensó que iba a ser ella la que se iba a desvanecer. Alguien le dio un golpe en el brazo sin querer, casi le tiró el vaso, pero ni se inmutó. Otra persona le habló, pero no entendió nada de lo que le habían dicho. Sabía que se había puesto pálida porque se sentía pálida, tenía frío. Y lo que era mucho peor, una parte muy dolida de ella se estaba rompiendo en
dos al ver el efecto que aquel hombre seguía teniendo en su persona, allí, delante de todos sus compañeros de trabajo.
Sin saber cómo, consiguió darle también la espalda y respirar. Se sentía tan mal que tuvo que hacer acopio de valor para no salir corriendo.
-¿Crees que vamos a cenar ya? -le preguntó Ella.
-Sí -contestó ella, horrorizada al darse cuenta de que todo el incidente sólo
había durado un par de segundos.

¿Quién era aquella mujer...?
La pregunta encendió el cerebro de Harry y le provocó semejante dolor
que tuvo que llevarse la mano a la frente.
Y se sentía raro, como si lo estuviesen vaciando por dentro.
Se preguntó si era posible que una atracción sexual fuese tan fuerte. Hacía años que una mujer no le había impactado tanto como aquella rubia. Y le enfadaba que hubiese ocurrido allí, con una mujer que iba a formar parte de su nuevo equipo de
trabajo. No era profesional, ni conveniente teniendo en cuenta...
-¿Te duele la cabeza, Harry? -le preguntó Pandora, que siempre estaba pendiente de su estado.
-No -contestó él, bajando la mano y volviendo a mirar a la rubia.
Incluso de espaldas hacía que se le calentase la sangre. Y su pelo, su pelo...
había algo en su color, y en la forma en la que le acariciaba los hombros...
-Estás muy pálido, caro -insistió Pandora-. ¿Estás seguro de que...?
-El desfase horario -contestó él molesto, todavía con la atención puesta en la rubia-. Hemos venido aquí directamente, después de un vuelo de quince horas. No
te preocupes, Pandora. Ya sabes que me molesta que te pongas así.
¿Quién era la rubia...? ¿Y por qué le daba la sensación de que ya la había visto antes...?
-Y te has puesto a trabajar en vez de descansar... -continuó Pandora-.
Algún día, Harry, vas a...
A su lado, Jason Farrow dio una palmada, haciendo callar a Pandora.
-Señoras y señores, por favor, les ruego que me presten atención -dijo el
director ejecutivo de BarTec, haciendo que la habitación quedase en silencio y que todo el mundo mirase hacia allí.
Harry se dio cuenta de que las miradas iban dirigidas a él.
La conocía. Cuanto más lo pensaba, más seguro estaba. El pelo rubio, los ojos de un verde luminoso, la boca sensual pintada de rosa... Intentó no fruncir el ceño mientras buscaba en su memoria alguna pista.
Los pómulos marcados y la nariz pequeña y recta, la bonita barbilla...
Se separó de Pandora, sorprendido de que le molestase tanto que fuese cariñosa con él.
-Quiero pediros que deis una calurosa bienvenida al nuevo dueño de BarTec,
Harry Styles...

Cassie, que había tenido que darse la vuelta, se dio cuenta de que Harry, o
como quisiera hacerse llamar en esos momentos, seguía frunciendo el ceño, como si algo le hubiese estropeado el día. «Bienvenido al club», pensó.
Escuchó una segunda oleada de aplausos, pero ella no aplaudió. Prefería cortarse las manos antes de aplaudir a aquel hombre. Lo odiaba. Una vez pasada la sorpresa de volver a verlo, estaba recordando cuánto odiaba y despreciaba a Harry Rossi. O a Harry Styles.
-Grazie malta per ta vostra accoglienza calorosa... -respondió él con una voz tan sensual que todas las féminas del bar suspiraron con apreciación mientras su acompañante le tocaba el brazo y susurraba algo a su oído que le hacía sonreír.
-Lo siento, había olvidado que no estaba en Italia -murmuró él-. Muchas
gracias por vuestra calurosa acogida...
-Dios mío -susurró Ella al lado de Cassie-. Eso ha sido muy, muy sexy.
¿Crees que lo ha hecho a propósito para desarmarnos?
A Cassie le pareció probable. Estaba concentrada en que no se le notase lo que estaba sintiendo. De hecho, le sorprendía que Ella no se hubiese dado cuenta de lo que pasaba entre ella y su nuevo jefe.
Harry embelesó a todo el mundo con sus planes para la empresa, disipando el miedo que tenían los trabajadores acerca del futuro de BarTec. Cassie bajó la mirada y escuchó sin oír en realidad, recordó la primera vez que había oído aquella voz.
Él no había cambiado. Aunque se hiciese llamar por otro nombre, seguía siendo el mismo hombre que había utilizado su voz y su encanto para enamorarla antes de
dejarla plantada, embarazada y sola. Más aplausos la sacaron de sus pensamientos. Harry había terminado de hablar y estaba sonriendo a la mujer del vestido rojo. Cassie quería marcharse de allí,
pero él estaba bloqueando la salida.
¿Podría pasar por su lado e irse sin que nadie se diese cuenta? ¿Le importaría a él que se marchase? La tentación y la amargura se mezclaron en su cuerpo.
-Por fin nos van a dar algo de comer -comentó Ella.
Cassie se dio cuenta de que todo el mundo iba hacia las escaleras que conducían al restaurante y supo que no podía marcharse. Necesitaba el trabajo en BarTec.
Empezó a andar al lado de su amiga, que seguía comentando lo interesante que era el nuevo jefe.
«No te conozco. No quiero conocerte. Por favor, no vuelvas a llamarme...».
Recordó aquellas frías palabras de rechazo. Harry había pasado de ser un amante apasionado, a ser un completo extraño en un abrir y cerrar de ojos. Daba igual que hubiese sido su primer amante, o que la hubiese dejado embarazada, asustada y desconcertada. Harry le había enseñado de la manera más dura posible que los hombres como él no tenían conciencia en lo que se refería a las mujeres, ni honor a la hora de abandonarlas una vez satisfechos sus deseos.

la novia olvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora