Una vieja promesa

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Javier era uno de sus mas queridos amigos, no diría el número uno nunca porque compartía el puesto con otros dos en el corazón de Memo, pero si que era importante para él. Tanto que siempre le protegía y siempre le daba preferencia por encima de sus otros amigos, tanto que la afición mexicana, los comentaristas, los reporteros y hasta en las noticias especulaban cuando se casarían, después de todo una amistad como esta entre un alfa y un omega no se daba todos los días.

En sus primeros años de conocerse mientras practicaban solos ya tarde y de noche, empezaron a hablar del tema, Memo lo inició en realidad.

—Oye ¿no crees que es una locura la cantidad de gente que piensa que te voy a reclamar como mi omega?

Chicharito solo se río, fue una risa algo nerviosa. No es que le gustara Memo, pero había evitado tocar el tema para no incomodar al arquero, había sido sumamente cuidadoso, y la travesía de los últimos meses esquivando preguntas fue casi imposible...  y aquí estaba Guillermo sacando el tema de la nada, como quién comenta el clima. De haber sabido hubiera ido a Ventaneando a aclarar el asunto.

—Si, una locura total. Pero ya sabes como son, para ellos es imposible pensar que un Omega pueda llevarse tan bien con un alfa sin terminar en la cama o algo así.

—¿No te molesta?

—Algo, y no te ofendas Francisco, no tienes nada de malo, al chile si no te conociera si te tiraría la onda, pero como te conozco ya solo te veo como mi compa, no se si me explico.

—Si, si. A mi me pasa igual, estamos en el mismo bando. Pero tienes que admitirlo, seríamos una gran pareja.

—¿Gran? Seríamos los mejores, nadie la rompería tanto como nosotros. Somos guapos, buenos en el fútbol, ambos de México, somos increíbles, y tendríamos la mejor boda de la vida.

—Wey, nuestra boda sería en el estadio azteca. Y todos nuestros fans serían los invitados.

—Y haríamos el récord guinness del pastel de boda mas grande del mundo. Tan grande que podríamos poner una plataforma en la punta para casarnos allí.

Siguieron bromeando un rato hasta que a Memo se le ocurrió.

—Hagamos esto, si llegamos a una edad madura solteros, y decimos, bueno ya quiero casarme y tener familia, y ninguno está en una relación o sale con alguien, nos casamos entre nosotros.

Javier sonrió, hizo como que lo pensaba mientras jugaba con el balón, al final sonrió, le anotó un gol a Memo y respondió con gusto.

—Es un trato, seremos el peor es nada del otro. Pero tengo dos preguntas.

—¿Cuáles?

—La primera ¿A que edad? ¿Que tan maduros? Porque no quiero iniciar mi familia a los cuarenta, pero tampoco quiero en mis veintes, y los treinta parece muy pronto para rendirse de encontrar pareja.

—¿Cuando tenga treinta y ocho? Tu tendrás treinta y cinco.

—Bueno, si, me gusta. Se queda. La segunda no es una pregunta es una advertencia.

—¿Cúal?

—Si pasa, quiero que te pongas de rodillas y hagas un gran alboroto, quiero circo, maroma y teatro, sabes a lo que me refiero. Lo fuegos artificiales y una pantalla gigante, cámaras y un estadio para que todos se enteren. Que todos piensen que estas irremediablemente enamorado de mi y esas cosas, quiero el paquete completo Memo.

El arquero se río fuerte de solo imaginarlo, y asintió con la cabeza sin dejar de reír.

—Hecho. Tienes un prometido de respaldo.

De malentendidos y propuestasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora