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Todos creían que el hecho de que Luna siguiera de pie era obra del señor, un milagro de Dios; nadie nunca me va a creer que eso es gracias a mí. Yo siempre salvo a Lu de la muerte; la salvo de mi mismo.

Y vaya que es jodido pensarlo; tal ves ilógico. ¿Cómo podría ser posible que alguien que, supuestamente, debería ser el malo, salve a una pequeña niña de la muerte?

Es una locura, hermano.

–No me dejan comer dulces, Tod. Eso no me gusta nada, nadita. –se cruzó de brazos después se tomar un pedazo de zanahoria con su tenedor.

Su nueva dieta se enfocaba en consumir verduras, un poco de carbohidratos y proteínas. Órdenes de su doctora.

–Es por tu bien, Lu. Además, no será para siempre, ya verás que en poco tiempo volverás a comer dulces y todo lo que quieras.

El suspiro que dió termino en un puchero hechos por sus labios y reí suavemente. Luna no necesitaba esforzarse por tierna porque le salía naturalmente.

–¿Y si me acompañas al jardín? Ahí podemos jugar, aquí no me gusta. –me dijo después de mirar por la ventana de su habitación en el hospital, conectamos nuestras miradas y de nuevo confirme que sus ojos eran mi debilidad.

–No creo que sea buena idea. –dije despacito, tratando de ser bueno y no decirle que definitivamente no podemos salir de la habitación, al menos no en ese preciso momento.

–¿Por qué? –alargó la última letra tirándose hacia atrás y golpeando su cabeza contra la almohada. –Ya no quiero estar aquí, no me gusta. Aparte –se levantó rápidamente y se acercó poquito a mí. –El niño de la otra vez me dijo que hay un fantasma, y que es muy feo, a mí me da miedo, Tod. –dijo horrorizada y se escondió bajo las sábanas.

Reí ante su acción y quite las sábanas de su cara.

–Mientras yo esté contigo, nada podrá hacerte daño. Yo te voy a cuidar, ¿Okey?

Tal vez Lu no entendía la seriedad de mis palabras porque aún era muy pequeña y no conocía la crueldad del mundo de los mortales, pero yo cumplo con mis promesas, yo sé la importancia de cumplir con una promesa y tratándose de Lu, no tenía duda ni miedo de que iba a cumplir mi palabra.

Porque Lu era la persona que más quería... Tal vez de una forma demasiado egoísta, pero la quería, demasiado.

******

–Y vivieron felices por siempre. –su madre terminó de leer el cuento, lo cerró y miro a Lu con una sonrisa cálida.

–Pero no entiendo, mamá.

–¿Qué no entiendes, cielo? –le preguntó al mismo tiempo que tomaba las sábanas y las ponía encima de ella y su oso favorito.

–¿Por qué el príncipe salvó a Blancanieves con un beso si ella estaba envenenada? En la tele dicen que el veneno es malo y que le hace daño a las personas, entonces no entiendo.

–No debes entenderlo con lógica, Lu. La verdad es que tienes razón, en la vida real, un beso no podría salvar a nadie de un envenenamiento, es solo que en el cuento lo toman como referencia de que el amor verdadero lo puede todo.

–¿Qué es eso?

–Aún eres pequeña para entenderlo, amor.

–¿Cuándo sea grande lo sabré? –su madre asintió con lágrimas en sus ojos, tratando de sonreírle a su hija, ocultando su nostálgico pensamiento sobre el tiempo de vida que, probablemente, le quedaba a la pequeña Luna.

–Claro que sí, mi niña. Te prometo que cuando seas grande lo sabrás.

Ellas se despidieron con un beso de buenas noches; su madre salió de la habitación limpiando sus silenciosas lágrimas y solo después de que cerró la puerta Lu y yo nos miramos.

Lu abrazó más a su oso de peluche y antes de cerrar sus ojos para dormir, me miró y sonrió, acercó la palma de su pequeña mano derecha y me envió un beso volador.

–Buenas noches.

–Descansa, Lu. –hice lo mismo que ella y sonrió tierna, abrazando más fuerte a su compañero de cama.

–Te quiero, Tod.

«Te quiero, Tod» (complete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora