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Seis meses después.

Después de la segunda quimioterapia, Lu permaneció en el hospital, todo el tiempo recibiendo medicamento, siendo observada por sus doctoras, sometiéndose a análisis tras análisis. Todo este tiempo he sido su sombra, haciendo que duerma cuando esta realmente agotada y adolorida, haciendo de sus sueños los mejores que ha tenido.

Su cabello dejó de crecer, dejó de pintar sus uñas, de maquillar su cara... de decorar sus lindos labios con ese labial rosa que tanto le gusta.

Dejo de ser mi Lu, la Lu de todos aquellos que la querían... ahora solo era Luna; una chica triste, una chica que no creía en las posibles esperanzas de la ciencia, una chica que sabía que iba a morir y ya nada le importaba...

–¿Lu? John vino a verte. –le dijo su mamá moviéndola suavemente pues mi niña estaba intentando dormir, o ignorar a todas las personas que intentaban visitarla en el hospital.

–¿Y quién le dijo que yo quiero verlo? Dile que se largue.

–Okey, hija.

La mujer salió de la habitación para explicarle al desgraciado ese que de verdad no puedo creer que tenga los pantalones para venir y pedir verla después de lo que le hizo; maldito sin vergüenza.

–Deja de respirar como toro, no me dejas dormir. –dijo cobijándose hasta tapar su cara. –Ni siquiera saber usar tus poderes, demonio tonto. Desde ayer te veo y no creas que no vi cuando me viste desnuda en el baño.

–No vi nada... con morbo.

–Lo sé, veías las manchas... pero ya desaparece, ya habíamos hablado de esto.

–¿Me dijiste demonio tonto? –pregunté al recordar su comentario y ella me miró con una pequeña sonrisa.

–Sí... ni siquiera saber usar tus poderes, no te diste cuenta que te veía.

–Pero no soy tonto... yo... yo sabía que me veías, eso es lo que quería, solo estaba esperando a que me dijeras.

–Sí, claro... demonio tonto. –reímos levemente y me acerqué a su camilla para sentarme a su lado y tomar la pata del oso de peluche. Desde que esta en el hospital no lo deja para nada. –¿Tod?

–Dime.

–¿Cuántos años tienes?

–¿Para qué quieres saber?

–No creo que sea bien visto que un vejete como tú este enamorado de una pequeña niña inocente e indefensa como yo. –guiñó su ojo y me sonrojé por la sonrisa que me dió.

–Entonces no lo diré.

–¿Por qué? ¿Son más de cien años? –suspiré sonoramente y asentí mirándola con pánico.

–Muchísimos más, ni siquiera te lo puedes imaginar.

Nos miramos sin decir nada; por un momento quise acariciar sus mejillas, darle calor con mis manos, abrazarla fuerte y decirle que nada ni nadie le haría daño.

Irónicamente yo sería quien acabaría con todo lo que alguna vez vio como su vida...

–Quisiera poder vivir más... así podría amarte como tú me amas a mi, lo siento.

–No lo sientas... no es tu culpa, Lu.

–Sí lo es... Estoy enferma, y antes de eso no vi la persona tan maravillosa que eres, no me dí cuenta que tú si me quieres de verdad, así que por favor, perdóname.

–No tengo nada que perdonarte, Lu. Si alguien aquí tiene la culpa, entonces soy yo. –con la pata del peluche limpie las lagrimas que dejó salir de sus ojos. –Yo... debí hacer mi trabajo cuando a penas y tenías unos meses de vida.

–¿Cómo? No entiendo.

–Yo debía tocarte cuando eras una bebé... pero no pude; cuando ví tus ojos no sé qué me pasó, tal vez te quise desde ese momento y por eso no hice que murieras. –bajé la mirada para limpiar mi nariz y tratar de quitar ese molesto nudo en mi garganta. –A cambio te cuide y estuve a tu lado, sé que es mi culpa, cometí un error... y ahora estás sufriendo por mi culpa, Lu. Así que yo soy el que tiene que pedir perdón; por favor, perdóname.

–No me importa lo que hayas hecho... realmente no pienso que sea tu culpa, Tod. Tú... quizás por primera vez sentiste cariño por alguien, y eso bueno.

–Pero ahora estás sufriendo, por mi capricho estás aquí.

–Tampoco me importa, porque estás aquí conmigo... siempre lo has estado. Y no te imaginas lo mucho que te agradezco por quererme tanto.

«Te quiero, Tod» (complete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora