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Un mes después.

–Quiero raparme el cabello, mamá.

Conforme pasaban los días, la enfermedad comenzó a manifestarse en Lu. Perdió peso, su piel se decoró con algunas manchas moradas y otras rojas... Vomitaba mucho, no quería comer, a veces ni levantarse de la cama.

La primer quimioterapia ocasionó que su cabello se volviera demasiado frágil... Cada vez se cepillaba su pelo era como arrancar un gran mechón de su melena.

–No tienes que hacerlo, cielo.

–Lo haré.

Cuando los doctores sugirieron comenzar tratamiento, Lu se veía triste... Cómo si no tuviera ganas de luchar contra su enfermedad... Porque claro que sabía que no podía curarse, no está vez.

Y yo se lo dije... Le expliqué que quizás los doctores digan que tiene esperanzas, pero que realmente no saldría de ese hospital... Viva no.

No ha querido hablar conmigo desde entonces. Y tampoco con su padre... Es como si quisiera apartar a toda energía masculina que la rodea, porque incluso sus doctores son mujeres y no permite enfermeros en su habitación, solo enfermeras.

–Le pediré a la vecina su máquina.

–No, tranquila. Iré yo... Mientras ve preparándote, te ayudaré, amor.

–Te lo agradezco, mami.

******

Miraba lo que hacía en el baño, cómo ordenaba las cosas que utilizaría una vez que su madre llegará. Su ojos me enfocaron por el espejo y le sonreí, pero ella hizo como si no hubiera visto nada y siguió con lo suyo.

–No estés enojada conmigo, Lu.

–Desaparece, no quiero verte.

–Ya sé... Pero te extraño, y no quiero que estés enojada conmigo.

–No estoy enojada, solo no quiero verte.

–¿Por qué? ¿Qué te hice?

–No quiero que me veas así... A lo mejor siempre me ves, pero no quiero ver que me ves así.

–Lu... A mí no me importa como te ves; te quiero como sea que estés, no importa si es arreglada o recién levantada de la cama, no importa si es con el cabello corto o incluso sin nada de él... No me importa, Lu.

–Pero a mi sí. –se volteó para quedar frente a mí, se cruzó de brazos y suspiró recargándose en el lavabo. –No puedo seguir con mis estudios porque a penas y puedo comer, no puedo salir con mis amigos porque me da vergüenza que me vean así... Ni siquiera dejó que mi papá me vea porque no quiero ni me gusta su lastima. –limpió su nariz con el dorso de su mano, tomó el oso que estaba a su lado y me lo extendió. –Pero realmente lo que me importa más es que me veas así, porque no quiero ver que tus ojos que vean con tristeza y no me puedas abrazar.

–Lu...

–Así que por favor, vete. Volverás cuando vaya a morir, lo sé.

No pude detener las lágrimas que escapaban de mis ojos, las primeras lagrimas que he derramado en mi eterna vida... Las primeras lágrimas dedicadas a una mortal de la cual estaba enamorado.

Apreté el peluche contra mis manos, lo acerqué a mis labios para dejar un beso y despues lo acerque a los labios de ella.

–Te amo, Lu... Siempre lo he hecho.

«Te quiero, Tod» (complete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora