Lan Wangji, príncipe heredero de la dinastía china.
Wei Ying, un chico carismático y simpático que llegó a la vida del príncipe dándole un primogénito convirtiéndose en su concubino favorito.
Pero no todo es lo que parece, un palacio lleno de malda...
- Los caballos corrían por el bosque con rapidez siendo dirigidos por su jinete. La bandera de china se movía por los aires mientras una persona la sostenía con fuerza y firmeza.
El sonido de la aves sonaban por doquier y el aullido de los lobos sonaban en la profundidad del bosque. Los caballos se detuvieron y las personas quedaron atentas.
Lan Wangji observó el sendero intentando visualizar lo que estaba buscando. Dirigió su mirada a Jiang Cheng, quien lo miraba con preocupación en su rostro. Le dio una orden con su cabeza y este rápidamente con su mano, ordenó a los arqueros que se pusieran en formación de ataque.
El grupo de arqueros se posicionaron frente al príncipe, protegiéndolo de cualquier ataque que ocurriera. A los lejos se escucharon los fuertes revoloteos de las aves asustadas salir volando por los cielos por el fuerte ruido que provocaban el andar de los caballos.
Cuatro guardias pertenecientes del palacio de Pekin, se dirigian en su dirección, deteniéndose y bajando de sus caballos. Uno de ellos se acercó a los arqueros frente al príncipe y se puso de rodillas frente a el.
...-Yo el chambelán de los armeros de la dinastía Lan. He traído noticias para mi príncipe, de parte del primer ministro del palamento real. -Aquellas palabras pusieron en alerta a Wangji, quien rápidamente bajó de su caballo y se dirigió a los arqueros quedando frente a ellos.
Jiang Cheng caminó hacia al chambelán y retiró la carta de sus manos, caminó hacia al príncipe y con una reverencia extendió la carta hacia a el. Con un suspiro, Lan Wangji tomó esta y se apartó de los presentes para leerla en un lugar más privado.
Su excelencia el Sultán Qiren Lan, la noche del 02 de julio después de la reunión con el conde Dilmurat, sufrió una recaída abriéndose camino al paraíso, para al fin poder descansar en paz con el todo dios poderoso. Su alteza el príncipe Lan Wangji, debe llegar a la capital cuanto antes
Lan Zhan leyó cuidadosamente cada palabra que estaba escrita en aquel papel hasta su finalización, despegó la mirada de la carta mirando al frente, para luego girarse mirando a Jiang Cheng, quien lo observaba con inquietud, esperando alguna noticia de lo que había en aquel comunicado.
Jiang Cheng, al observar la expresión del príncipe, supo rápidamente lo que estaba ocurriendo. Por lo que tomó la espada del príncipe y se dirigió a él, colocándose de rodillas, así mismo extendiendo la espada frente a el.
...-Su majestad el Sultán Wangji Lan. La gran dinastía China y todo el dominio chino, lo aguardan. -Habló Jiang Cheng, en voz alta.
Lan Wangji, sin asimilar todo lo que estaba ocurriendo en esos momentos, tomó su espada, haciendo que todos los presentes se arrodillaran frente a el.
Ahora el poder estaba en sus manos, el gran imperio le pertenecía. Todo lo que había aprendido durante toda su vida, debía ponerla en marcha.
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