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—Ya sé porqué te gusta venir aquí.

—¿Podrías explicárselo a tu madre?

Me gustaba ver a mi padre pintar... Mejor dicho, me gustaba escucharlo mientras pintaba. Aprendí mucho de él así.

Me contaba muchas cosas, como cuando consiguió su primer trabajo entregando heno y que hubiera querido terminar de cursar la secundaria. 

Y un día, me sorprendió.

—¿Qué ocurre entre tú y, uh, Min YoonGi?—soltó de repente sin dejar de pasar el pincel sobre el lienzo, dándome una breve mirada. 

Me removí en mi asiento y sonreí sin querer.

—¿De qué hablas?... Nada.

—Oh, entiendo—colocaba pintura blanca en su obra sin titubear—me equivoqué.

—¿Por qué piensas eso?—cuestioné mirándolo.

—Por nada, solo que tú... Hablas de él todo el tiempo—cambió de pincel y continuó su trabajo. 

—¿Ah, sí?

—Mhm—asintió, esta vez poniendo sus ojos en mí y sonriendo levemente. Bajé la mirada.

—No lo sé...—miré a papá—creo que pienso en sus ojos, o tal vez en su sonrisa. 

—¿Y qué pasa con él?

—¿Qué?

—Tienes que analizar el cuadro completo.

—¿De qué hablas?—en verdad estaba confundido.

—Un cuadro es más que la suma de las partes—papá regresó su atención a su trabajo—una vaca por sí sola es sólo eso. Un valle por sí sólo es unas flores blancas, y el sol asomándose encima sólo es un as de luz. Pero si pones todo eso junto, puede ser mágico. 

En realidad no entendí lo que decía, hasta una tarde que subí al sicomoro. 

Rescataba una cometa, estaba muy arriba, más de lo que jamás subí. Y entre más subía, más me impresionó la vista. Empecé a notar lo bien que olía la brisa, como a sol y yerbas. No podía dejar de respirar, de llenar mis pulmones con el olor más dulce que había conocido. 

—Encontraste mi cometa—YoonGi apareció debajo del árbol y me miró desde ahí. Sonreí.

—YoonGi, deberías subir. Es tan hermoso.

—No, no puedo. Tengo... Tengo salpullido.

Dejé de verlo para admirar el paisaje. 

Desde ese momento, ese era mi lugar.

Me quedaba ahí horas, solamente mirando el mundo; a veces atardecía en violeta y rosa, y a veces atardecía en naranja intenso incendiando las nubes del horizonte.

Fue en uno de esos atardeceres que la idea de mi padre de que el todo era más que la suma de sus partes, se fue de mi cabeza a mi corazón. 

A veces llegaba muy temprano para ver el amanecer.

Una mañana hacía notas mentales sobre cómo los rayos naranjas y rosas aparecían entre las nubes para decirle a papá.

Cuando escuché un ruido abajo. 

—Disculpe, disculpe, pero no puede estar ahí, es la parada del autobús.

El hombre debajo del árbol alzó la mirada y me vio, llevaba consigo una camioneta con herramientas y otros hombres con el mismo uniforme que él.

Amor invertido | yoonmin | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora