Capítulo 4| Resaca

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Salí del café ignorando la pregunta de James sobre si podría ver a su hija para ir volando a ver a Sebastian.

Llegué a la oficina preocupada por si había perdido la beca o algo así y cuando llegué a su despacho me lo encontré leyendo el periódico en su mesa, con los pies apoyados sobre ella.

Habían dos copas de vino sobre la mesa y jamón perfectamente cortado, acompañado por uvas verdes.

—Buenas noches, señor Monclair, ¿Qué quieres de mí?—Pregunté sentándome en la silla de enfrente.

—Nada en especial.

—¿Perdón? Es que... Tengo que ir a ver a mi hermana, y si usted no me necesita y no es horario de trabajo, me tendré que ir.—Le expliqué.

—No, dile a tu madre que le cuide.—Me ordenó.—Hazlo por mí. Necesito hablar con alguien.

Pudo notar mi cara de no estar segura de todo esto y bebió un trago de vino.

—Vamos, no pongas esa cara.—Me pidió—Solo quiero charlar un rato de la vida, me gusta conocer a mis trabajadoras.

—Oh...Bueno.—Dije al no saber reaccionar.

No me malinterpretéis, el señor Monclair es el hombre más atractivo que se me podría ocurrir por la mente, está dibujado por una mujer. Pero su atractivo no quita el hecho de que es demasiado mayor para mí.

—Ven, coge una copa.—Me incitó.

—Tengo 20, señor Monclair. No creo que sea buena idea beber a estar horas.—Le recordé.

—¿A caso no quieres la beca?—Preguntó frunciendo las cejas.

Obedecí. Me senté, no estaba dispuesta a beber pero sí a saber que quería de mí este anciano.

—Bueno...—Dije por decir algo.

—¿Qué haces en Italia, Harley?—Me preguntó.

—Trabajar en la moda, obviamente.—Contesté.

—Mm, y dime ¿Esta aquí tu familia? ¿O tu novio?—Me preguntó dando otro sorbo a su copa.

—Pues... ¿A que vienen estas preguntas? Son muy personales.—Contesté mientras cruzaba mis piernas.

—Harley, soy un hombre de pocas palabras, cuando me interesó en hablar con alguien, es por algo.—Me dijo—Eres muy madura para tu edad, es algo interesante.

—Gracias.

Mi objetivo era no darle mucha bola, el señor Monclair era una gran inspiración para mí, pero esto me estaba dando vibras muy raras ¿A que viene tanta pregunta? Me da mucha rabia que tenga el control de la situación, si me voy me despide, pero si me quedo, tengo que darle lo que quiere.

—¡Oh, vamos! Suéltate, ¿Bailamos?—Me propuso.

Entonces comenzó a sonar su radio.

—¿Bailar...? Un hombre de su edad debe guardar reposo. — Vacilé.

Su mueca se torció y pulsó un botón haciendo que la radio parara al instante, se sentó de nuevo y tensó la mandíbula.

—Muy graciosa — Dijo sonriendo levemente — ¿Es eso, no? — Preguntó mientras me miraba a los ojos — Mi edad ¿Eh? Supongo que piensas que soy un viejo verde.

Yo asentí, él esbozó una sonrisa y soltó una carcajada.

— Perdona, señorita Mellark, pero ni usted es tan joven, ni yo tan viejo. Además usted es mayor de edad, y se supone que es suficientemente madura como para saber que hacer. — Dijo cambiando su expresión a una más tensa.

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