Capítulo 7| La entrevista

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17 de diciembre, Italia, Milán.

Hoy por fin vuelven tanto Shanon como Sebastian, la verdad es que me las he apañado muy bien para sobrevivir sin ellos.

*Ringg Ringg*

—¿Sí?—Pregunté con el teléfono en la mano.

Joder, estos últimos días la gente no me para de llamar, estoy más rato con el móvil en la oreja que al final se me va a deformar.

—Prepárate, voy a ir a tu casa. Tengo que hacerte una entrevista.

Era la voz de Sebastian pero, ¿Es acaso legal aparecer sin avisar en casa de tu empleada por que te apetezca?

—Mm, ¿Pues entonces, nos vemos en la oficina?—Respondí haciéndome la tonta.

Por supuesto que no quiero que venga, ¿Que hago con Karla? ¿La encierro en un armario? ¿La ato con cadenas a una farola? Ella va a estar correteando por todos lados llamándome "Mami", Sebastian aún piensa que es mi hermana... No sé cómo hacerlo.

Shanon justo acababa de irse a la compra, lo cual agradezco porque si llega a estar aquí con Sebastian le habría pegado de una manera que le habría cambiado el nombre y la nacionalidad.

No, en tu casa.—Volvió a afirmar—. Tengo que asegurarme de que mis trabajadores viven en un lugar digno.—Se explicó.

—Bueno... ¿Y cuando vas a venir?—Pregunté para ver si me daba tiempo de ordenar.

—Estoy de camino.

—¡¿Qué?! ¿Cómo sabes donde vivo?—Pregunté alarmada.

—Te recuerdo que te emborrachaste en mi oficina y que no llegaste a casa por arte de magia.

¿Me emborrache? ¿Enserio? Este hombre tiene las neuronas justas como para no rezarle a la cruz de la farmacia.

Bueno, la oficina está a poco tiempo de mi casa, tengo que prepararlo todo... ¡Mierda! Voy en pijama...

Lo primero que hice fue hacerle un biberón a Karla, luego me duché y me puse una blusa con escote y unos pantalones vaqueros, a Karlita le intenté peinar su rebelde pelo rizado pero al final se quedó como se quedó... No hay mucho que pueda hacer con ella, es un alma libre como su padre.

*Ding donggg*

—¡Mierda! Vale... A ver... Karla, va a venir un amiguito de mamá, quédate en tu cuarto viendo Cocomelon o algo así ¿Vale?—Le pedí a Karla.

—¡Cocomelon!—Repitió.


Abrí la puerta y vi a Sebastian, estaba muy atractivo con una blusa negra, del mismo color que sus pantalones y llevaba el pelo peinado hacia atrás, sostenía en su mano una botella de vino y cuando me vio me inspeccionó de arriba a abajo.

—Vaya, ¿Más vino?—Pregunté.

—Es un regalo de cortesía.—Se justificó.—No pretendo que me vuelvas a emborrachar.

Repito: Tiene las neuronas justas como para no peinar a un calvo.

—Ah... No bebé nadie de aquí pero gracias.

—¿Ni siquiera esa pequeñaja?—Preguntó con una tierna sonrisa mientras señalaba a Karla, la cual estaba asomando la cabeza por la puerta.

—Bueno... Ella de vez en cuando.—Bromeé.

—¡Cocomelon nalvida!—Dijo ella, que no estaba entendiendo la conversación.

Sebastian se agachó y le estrechó la mano.

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