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Nicolás.
 


— ¿Entonces el Papu hace el asado? —Leandro lo miro a Ale para después soltar una carcajada. — No puedo creer estar viviendo esto...

—Cerra el orto si yo siempre hago. —Se defendió Ale mientras empezaban a preparar todo en la parrilla, negué riendo y entre a la casa. Las chicas habían conseguido carne y carbón para hacer un asado pero al enterarme automáticamente me lave las manos con que yo no lo hacía, use de comodín de haber estado en la pileta con los nenes.

Cuando entré estaban Camila y Linda tomando mates en el living, la busqué pero no estaba. Me asome a la cocina y no, ni señales de Lupe, fui hacia el cuarto donde jugaban los nenes y ahí tampoco estaban. Fui hacia el living y me apoyé en el respaldo del sillón donde Linda estaba sentada.

—Buenas... ¿Y Lupe? —Linda giro a verme y levantó su ceja a la vez que me daba una sonrisa traviesa. — Eh... Preguntaba porque no se... ¿Ella come carne? —Hablé rápido a lo cual Linda me corto negando con su cabeza y con una risa.

—Lupe fue a la playa... —Habló mientras cebaba el mate para después pasarle a Camila quien también me miraba con esa sonrisa burlona. — Y si, come carne.

—Quedo en la playa sola, anda a buscarla y le podes avisar que ya están por preparar la comida. —Camila se encogió de hombros sonriéndome para después tomar del mate. Las mire, una a la otra y negué. Reí y me pare correctamente.

—Son unas idiotas... Estoy preguntando porque me parecía raro que no esté por acá. —Linda movió su mano cortándome, segunda vez de la tarde noche que me callaba.

—Solo te voy a decir una cosa... —Dejo el termo sobre la mesa ratona y giro a verme mejor. — Guada es muy importante para nosotros... Le llega a pasar algo y no la contas Nico te lo digo con toda la sinceridad del mundo.

La mire y reí levemente algo nervioso, me sentía un idiota. Negué con mi cabeza y agarré las llaves de la casa, mi celular y billetera.

—Voy a la playa, ya vengo. —Hablé mientras caminaba a la puerta, desde atrás me grito Camila en que playa estaba y era en la que estaba detrás de la casa.

No camine mucho, habrá sido una cuadra pero en mi cabeza daba una y otra vez la misma pregunta "¿Qué es lo que esconde Guadalupe?" Si bien en mi cabeza había una idea de lo que pasaba, el otro día pude sentir unas muy malas vibras en como la trataba ese pibe pero... No, no creo que ese moretón tenga que ver con él, debe haberse golpeado como ella explico, aunque no estoy totalmente seguro.

Levanté mi vista y noté que ya estaba cayendo el atardecer y desde la playa se veía hermoso. Saque mi calzado y lo tome en mis manos para poder caminar mejor sobre la arena. Mire a mi alrededor y la vi, estaba sentada a unos metros de la orilla de espalda hacia mí con la vista puesta en el mar. Me acerqué y me senté a su lado dejando mi calzado a un costado.

—Ay Nicolás... Me asustaste. —Habló apoyando su mano en su pecho, negó y volvió a girar su vista hacia el mar.

—Perdón, no era mi intensión. —Reí levemente, la mire de perfil por unos segundos, al estar cerca de la orilla del mar había viento haciendo que su cabello se volara y algún que otro pelo loco se ponga en su cara a lo cual ella con su mano lo corría. Giro a verme y levantó su ceja murmurando un suave "¿Qué?"— Nada... —Me encogí de hombros. — Te sienta muy bien el aire del mar. —Solamente se rio y giro su mirada hacia adelante.

—Amo el mar, me trae mucha tranquilidad. —Se quedó por unos minutos en silencio con la vista perdida en el mar. Copie su acción y gire la vista, estábamos en presencia de una imagen digna de un cuadro, el mar y de fondo el atardecer. — El amor por el mar lo saqué de mi viejo, todos los viernes me mandaba mensaje antes de llegar a casa que prepare un bolso porque nos íbamos, llegaba a casa, subía con el bolso y nos íbamos al mar. —Rió levemente. — Así siempre y bueno, siempre que puedo me mando una escapada para recargar energías. —Se volteó a verme y me sonrió. Me sentía un idiota pero no podía sacar mi mirada de encima suyo. Mordí mi labio y asentí.

—A mi el mar me trae lindos recuerdos de mi infancia y es verdad sirve para recargar energías... —Hablé volviendo mi vista hacia el frente. Tome aire y lo solte. — Guada... Es en serio eso de que tenemos que hablar. Guadalupe se levantó de golpe y sacudió su short.

— ¿De qué queres hablar? —Acomodó su cabello y agarró sus crocs que tenía al lado.

—De lo que vi el otro día y de tu golpe...—Ella llevo su vista hacia mí y se quedó quieta. — Soy hombre, capaz pienses que soy boludo pero no lo soy. —Me levanté para quedar frente suyo. — Se que no soy nadie para decirte algo pero ¿Qué está pasando? No es normal como te hablo el otro día ese chabón y ese golpe déjame decirte que no es por haberte chocado con algo... ¿Qué onda Guadalupe? —Levanté mi ceja, tome aire y deje salir una pregunta muy fuerte que no sabía si estaba listo para escuchar la respuesta. — ¿Estás sufriendo violencia de género?

Ella corrió rápidamente su vista, tomo aire y volvió a verme, sus ojos se había llenado de lágrimas, abrió su boca para hablar pero ninguna palabra salió. Mi cuerpo actuó solo y la abracé, la atraje hacia mi pecho a lo cual ella se acurruco y comenzó a sollozar y pude sentir como mi corazón se partía en mil.

—Por favor, no digas nada, no le cuentes a nadie mucho menos a Alejandro y a Linda... —Murmuró entre llanto. Solamente di suaves caricias en su cabello y bese suavemente su frente, se separo un poco para poder verme. — Por favor Nicolás, en serio no digas nada. —Murmuró, baje mi vista hacia ella, tome su rostro entre mis manos y asentí.

—Tranquila, no le voy a decir a nadie pero dejame ayudarte por favor... —Hablé mientras limpiaba sus lágrimas, solamente me quedo viendo unos segundos y negó con su cabeza.

—Es imposible, nadie puede ayudarme... —No deje que siga hablando porque volví a abrazarla hacia mi cuerpo.

—Yo te voy a ayudar, te juro que voy a hacer lo posible para ayudarte pero vos también tenes que dejarme ayudarte y eso significa no mentirme. —Llevé suavemente mi mano hacia donde tenía su moretón pero sin intención de lastimarla. Ella se separo asustada. — Nunca te voy a hacer nada malo Lupe, te lo juro. —Volví a abrazarla y besé su frente dando suaves caricias en su espalda.

Nos quedamos unos segundos abrazados y en mi cabeza solamente pasaban mil maneras de matarlo al hijo de mil que le hacía mal a Guadalupe. A partir de este momento no iba a permitir que nada malo le pase.


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Creo.|| Nicolás OtamendiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora