Uno

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Se suponía era un planeta fácil de conquistar, pues no contaba con ninguna fuerza militar. Se equivocaron. Su gente poseía una habilidad psíquica tremenda y actuando colectivamente se convertían en una poderosa y terrible conciencia que fue capaz de expulsar a dos tropas de Saiyajin del lugar. La fuerza de aquel poder era tal que incluso daño las naves de quienes tuvieron la suerte de escapar, con su radiación. La de ellos estaba a punto de colapsar y estaban demasiado lejos de cualquier otra que los pudiera socorrer. No teniendo más opciones el piloto decidió hacer un aterrizaje de emergencia en un pequeño planeta en un sistema solar desconocido. Tenía que procurar que la nave hiciera un buen descenso, uno de los hombres de confianza de Freezer estaba abordo además de un soldado de clase baja que se colo a último momento. Ambos estaban gravemente heridos. Incluso él lo estaba, pero de una forma extraña. No tenía heridas, pero sentía que sangraba de muchas partes. Incluso veía borroso. Antes de penetrar la atmósfera de aquel pequeño mundo, el piloto envío una cuarta señal de emergencia, pues creía que las posibilidades de que la nave llegara intacta al suelo era escasa, mas decidió creer y comenzó con las maniobras de aterrizaje. Pese a su premisa consiguió estabilizar los motores el tiempo suficiente para disminuir la velocidad, sin embargo, súbitamente uno de estos estalló enviando la nave en picada contra unas montañas. No pudiendo hacer nada más decidió abrir la escotilla para soltar a esos dos. Existía la posibilidad que sobrevivirán a la caída, pero no a una explosión. Su rastreador todavía servía, se lo Quitó y lo puso en las mano del de mayor rango justo antes de que la nave hiciera un giro que lo mandara contra la pared. Los heridos cayeron, pero para él fue imposible salir debido a los rizos que estaba haciendo el vehículo y al terrible dolor que estaba sintiendo.

En la oscura noche la nave pareció una estrella fugaz que encontró su muerte en la escarpada ladera de la montaña en cuyos pies crecía un frondoso bosque. Los dos tripulantes arrojados a su suerte se separaron durante la caída. Uno terminó sumergido en el mar de árboles quedando su cuerpo atrapado entre las lianas y ramas. El segundo sujeto terminó en las bravas aguas de un río que cruzaba el bosque y que lo arrastro varios kilómetros abajo, por las pendientes y cascadas. La explosión de la nave iluminó la noche como un destello rojizo cuyo estruendo espanto a las bestias. Bandadas de pájaros huyeron al valle trinando frenéticas y en los meses siguientes la nieve cubrió los restos de la colisión.

Por la mañana el sol iluminó a un ser extraño que permanecía tendido en la orilla del río, boca abajo. Las piernas todavía las tenía en las aguas donde su destroza capa atrapaba a los peces que bajaban por la corriente. Su larga y trenzada cabellera tenía un color inusual, lo mismo su piel. Sin embargo, a la distancia parecía ser solo un hombre posiblemente muerto, pero no. Él estaba todavía vivo. Despertó bruscamente al sentir un dolor en su tórax que lo obligó a girarse boca arriba teniendo que ampararse los ojos con el antebrazo a causa del fuerte sol que brillaba en aquel cielo azul. Una especie de gruñido escapó de su boca, seguido de una lamento o algo semejante. Con mucha extrañeza aquel ser observó su manos al sentarse sobre la arena. Con sorpresa desagradable miró sus piernas y palpo sus rostro. Ignorando el dolor de su cuerpo buscó su reflejo en el agua viéndose a si mismo con espanto. Su aspecto de reptil le causó repulsión tardando un poco en formular una pregunta en su pensamiento:

-¿Por qué no he vuelto a la normalidad?

Conmocionado se quedó sentado allí. Miró entorno a él un hermoso paisaje natural que contrastaba con sus últimos recuerdos. Había respondido a una llamada de alarma de parte de un escuadrón de saiyajin de clase alta que fracaso en la conquista de un planeta. Al llegar ahí se enfrentó a un poder contra el que ni siquiera tuvo la oportunidad de efectuar un ataque en su primer intento. Todavía quedaban algunos soldados combatiendo. Había un saiyajin de clase baja que peleaba con mucho ahínco. Él no le prestó mucha atención, pues tuvo que verse obligado a transformarse para poder pelear con esa conciencia que formaron los habitantes de aquel mundo. Estaba seguro que después de su ataque no volverían a levantarse, sin embargo, la onda expansiva de aquella voluntad colapsada lo golpeó con fuerza dejando su cuero muy adolorido y su nave estropeada. El planeta también entro en un proceso de implosión. Tenía vagos recuerdos de ese soldado de clase baja arrojándolo al interior de la nave. No estaba seguro. Confundido vio otra vez entorno a él. Tardo en notar tenía un rastreador apretado en su mano derecha. Cuando se lo colocó descubrió no funcionaba muy bien. Tenía problemas para exponer datos, pero pese a la mala calidad de la imagen puso saber que ese lugar no era un sitio donde corriera peligro. Todavía estaba muy lastimado y prefería no tener que combatir con nadie. Además la idea de que alguien lo viera con ese aspecto tan desagradable le causaba un fuerte disgusto.

Con dificultad se puso de pie para caminar hacia los árboles, hacia la sombra. El clima allí era bastante caluroso. Sus miembros parecían ser víctima de un poderoso calambre que hacía de su andar el de un borracho. Quiso volar, pero todo lo que consiguió fue aumentar aquella sensación de dolor al punto de hacerlo caer sobre su rodilla. Al fin se sentó bajo uno de los árboles esperando reponerse pronto. De agotamiento acabó por dormirse esperando que al despertar su cuerpo hubiera vuelto a la normalidad.

Lejos de allí el soldado saiyajin se dejaba caer del árbol en el que había quedado atrapado. Su cuerpo se azotó contra el piso de forma bastante brusca teniendo que quedarse ahí un rato, antes de poder levantarse. Sus recuerdos eran difusos, pero estaba seguro de que no había llegado solo a ese mundo tan verde. Su rastreador estaba descompuesto. A raíz de la explosión de aquella conciencia casi todas las máquinas habían sufrido alguna avería y nadie quedó indemne. Durante un par de horas deambuló por el bosque buscando alguna señal de la nave que posiblemente  había estrellado, mas nada encontró de ella. Quizá lo habían arrojado ahí antes de la colisión, pensó rascándose tras la cabeza al tiempo que escupía un poco de sangre. Tenía algunas lesiones internas era evidente.

Después de varias horas de deambular sin rumbo, su cuerpo comenzó a sentirse muy pesado y el dolor fue aumentando paulatinamente. No era capaz de volar y su vista se volvió borrosa. Cuando estaba por caer consiguió sujetarse del tronco de un árbol jóven y un segundo después se giro a su izquierda para dar un puñetazo. Había advertido la presencia de una persona acercándose a él. No dio en el blanco. Su brazo paso por encima del hombro de una mujer joven que quedó pasmada con el súbito y feroz movimiento que él efectuó. Su  respiración se hizo más pesada, dificultosa después de ese esfuerzo y no volvió a intentar atacar a la muchacha. Se le quedó viendo, aunque en realidad no veía mucho. De pronto perdió la conciencia cayendo sobre ella que trato de sostenerlo, pero terminó sentada en el suelo con aquel misterioso individuo sobre sus piernas.

Para cuando volvió a abrir los ojos era de noche. Pudo ver las estrellas en un cielo amplio, despejado. Su cuerpo dolía. Parecía como si tuviera heridas abiertas en todas partes, más sabía que las que llevaba a cuestas eran demasiado superficiales como para generar tal malestar. Tras unos segundos notó estaba tendido junto a una fogata que obviamente él no había encendido. Casi como un gato de veloz terminó sentado en el suelo descubriendo a una mujer parada del otro lado del fuego. Un trapo húmedo cayó de su frente, sobre su regazo, mientras veía como esa chica le apuntaba con una arma de largo cañón. La mujer no era muy alta, se veía delgada y tenía una melena castaña que caía un poco más abajo de sus hombros. Estaba vestida con una especie de uniforme ajustado de color verde oliva. Llevaba botas y unos estuches sujetos a su muslo derecho. Por la forma en que sujetaba aquella arma era evidente que tenía instrucción de carácter militar, aunque su semblante no se condecia con su indumentaria. Su rostro tenía una expresión un tanto dulce.

-No te muevas- le advirtió cuando él hizo un intento por ponerse de pie- ¿Quién eres?- le preguntó con dureza. Su voz era clara, candida y tampoco le quedaba bien a alguien con su atuendo.

Él tampoco respondió en esa ocasión levantándose de forma un tanto atrevida y con una mirada casi asesina. No estaba de humor para lidiar con mujeres pretenciosas. Lo siguiente que escuchó, cuando estaba por enderezarse por completo, fue un estruendo como el de un trueno. La mujer había disparado al cielo, en ese momento bajaba su arma para apuntarle a él otra vez.

-La próxima será para tí. No te muevas- le advirtió la mujer.

Aquel sujeto se le quedó viendo hasta que un aparato en los estuches que ella llevaba sujeto al muslo emitió un sonido. La mujer bajó la mirada, un segundo, y para entonces ese tipo estaba de pie justo frente a ella. Su mano se posó en la escopeta doblando el cañón como si fuera plastilina.

El disparo previo a que el arma fuera estropeada despertó al tipo de la capa rota y aspecto de reptil que dormía no tan lejos de donde su compañero se encontró con la guardabosques.

Era para mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora