Holy Attraction

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La lluvia empezó a caer de forma repentina, con gotas que golpeaban fuertemente el techo de la iglesia. En ese momento, no había nadie más en el lugar que el sacerdote Ruben, quien se paseaba alrededor del lugar, disfrutando el sonido de la lluvia en silencio. Aún faltaban algunas horas para la hora de cerrar.
Cuando el sacerdote estuvo cerca de las puertas pudo ver a alguien afuera de estas, cubriéndose de la lluvia, pero manteniéndose fuera de la iglesia. No dudo en acercarse para poder invitarle a pasar, no importaba quien fuera, el no podía simplemente dejar a alguien ahí, mojandose desamparado. Esa era la casa de los Dioses después de todo y todos eran bienvenidos en ella. Sin embargo, cuando miró mejor a esa persona, sintió algo bastante nuevo para el.

Se trataba de un chico más bajo que el, de cabello negro azabache, su piel era clara y sus rasgos faciales finos y atractivos. Ruben se fijó por un segundo en sus ojos de color morado brillantes, que parecían tener algo en sus pupilas, pero el joven le sonrió y eso lo distrajo por completo.

-Ehm, la lluvia es muy fuerte. Puedes pasar, si quieres-le invitó a entrar una vez regreso en sí. Aquella sonrisa coqueta, tenía al sacerdote bastante hipnotizado.

-Muchas gracias Padre-su tono de voz sonaba como una dulce melodía en los oídos ajenos, e hizo a Ruben suspirar.

El joven cruzó por su lado, entrando a la iglesia tranquilamente. Ruben no dejo de mirarlo, todo sobre ese desconocido parecía placentero y tentador. Pero el era un sacerdote ante todo. Aun así y no consiguió evitar que su mirada se desviara a la cintura y luego a las caderas, que se movían de un lado a otro con elegancia a cada paso que daba. Ruben sacudió su cabeza y se reprendió a sí mismo por tal comportamiento, la casa de los Dioses no era lugar para pensamientos impuros.

A excepción de su belleza y ese aire coqueto que le rodeaba, el chico no tenía nada más fuera de lo común. Los zapatos casuales que usaría cualquier joven, pantalones simples y un suéter morado oscuro.
El joven se sentó en una banca de la primera fila, cruzando sus piernas y Ruben se acercó con una sonrisa amable.

-La lluvia ha sido muy repentina. El clima esta medio loco últimamente-comentó para romper el hielo y se sentó en la misma banca a una distancia considerable.

-Si, es muy molesto-contestó el joven-Que suerte que esta iglesia tenga un hombre tan amable como usted Padre.

-No es nada, cualquiera te hubiese dejado pasar. El templo de los Dioses es un lugar para todos.

-De verdad?-pregunto con voz endulzante el joven y se movió en la banca para
acercarse al sacerdote. Ruben inmediatamente sostuvo con ligereza de la cadena de plata que tenía alrededor de su cuello, agarrando especialmente la cruz.

-C-Claro que sí. Todo el mundo es bienvenido.

-Padre, puede decirme su nombre?-pidio el extraño.

-Soy el Padre Ruben Doblas. Y el tuyo?

El joven pareció pensarlo por un momento.

-Me llamo Vegetta.

En ese momento la voz de una chica se hizo presente desde las puertas de la iglesia.

-Padre, necesito confesión-era una joven bajita, de cabellos naranjas. Se encontraba un poco empapada por la lluvia y entro dejando su paraguas a un costado.

-Buenas tardes, señorita Nieves-la saludo el sacerdote.

-Padre, quiero confesarme ahora por favor.

Algo que llamó la atención del sacerdote fue que ella no notaba al otro joven. Aunque la conocía de antes y sabía que la chica no era de muchas luces, como dirían cordialmente.

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