Esta es la historia completa.
Como si mi mirada perpleja y repleta de una instantánea devoción hubiera sido magnética.
Giró su cabeza mientras se dirigía a la salida de la cafetería.
Nuestras miradas se encontraron.
En ese lapso pude imaginarlo y era igual de arrebatador que en mi visión.
Sostenía la lata de jugo de arándanos como si fuera un trofeo.
Como si hubiera podido leerme la mente y hubiese encontrado la forma de llamarme como un mosquito a su manada.
—¿Buscabas esto? —me dijo después—. Ten, tómalo.
Estaba petrificado por la sorpresa. Era una conmoción absoluta; no sé cuántas veces había parpadeado y cuántos parpadeos hacían falta para volver a tener los pies en la tierra.
—No, gracias. Seguramente mi mañana podrá seguir con su normalidad. Me llamo Rob, mucho gusto.
Yo estaba sorprendido por cómo pude hilvanar esas oraciones. Su presencia era un hoyo negro que absorbía la atención y la lógica y las palabras.
—Soy Zilé.
Nos dimos un apretón de manos.
Así desarticuló cada hueso de mi cuerpo.
Su tacto era frío y aun así lo sentí como un sol.
Así que esa es la historia completa: una oposición en su tacto, un deslumbramiento y un contrapunto que me hacía arder.
—¿Estudias aquí? —le pregunto.
—Sí. Ballet. ¿Y tú?
Claro. Ballet. Lo debí suponer por sus piernas. Los chicos como él levitan. ¿Cómo pude haberlo omitido todo este tiempo?
—Estudio Música. Piano, para ser preciso. Quiero ser maestro de piano algún día. Y componer, aunque eso trato de hacerlo a diario.
Espero a que emita una risa de incredulidad como he visto hacer a varios, pero no lo hace. ¿Por qué diablos una persona puede ser así de transparente y amable?
—Fenomenal, Rob. Yo solo espero sobrevivir mis días y tú ya tienes todo cronometrado tu futuro, por lo que veo.
Trato de aligerar con alguna broma su declaración, pero no se me ocurre ninguna. Lo ha dicho sin quitarle nada de hierro al asunto. Y yo solo pienso por qué alguien tan libre solo piensa en sobrevivir.
Una persona con heavy metal en las venas no puede pensar solo en sobrevivir.
Pero omito ese detalle. Me pierdo en la ligereza de su rotundidad.
—¿Tienes planes para hoy? —me pregunta.
—Hoy ensayaré porque tengo un recital mañana en un foro cerca de aquí. Puedes venir, si gustas.
—Anótame la dirección —me ofrece su celular—. Y cualquier otra cosa que quieras anotar.
La insinuación de sus cejas no puede ser de este mundo. ¿Cómo puedo seguir siendo material después de ese gesto? ¿Por qué una invitación así ha tardado prácticamente toda mi vida? No me quejo; es solo que nunca lograré asimilarlo. Un chico que parece el ángel caído más irresistible de Copenhague está flirteando conmigo.
Con el ser menos flirteable del planeta.
Hago todo lo que me dice. No sé si no nota mi temblor o si ya está acostumbrado a que todos los chicos con los que habla tiemblen.
Como sea, ya está hecho. Si es que existe el destino, ya he hecho todo lo que está en mis manos para poner en funcionamiento lo que sea que se esté planeando. Ya está.
Se despide de mí diciendo un «Hasta pronto» y agitando en lo alto su lata de jugo de arándanos. Como disfrutando de una victoria. Como ensalzando la curiosa coincidencia que deparará en algo más grande que lo que podamos pensar.
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NUESTRAS CORONAS DE PAPEL (Precuela de «Lo que encontré cuando te perdí»)
RomanceLA HISTORIA DONDE TODO COMENZÓ. UN ROMANCE DE CHICO CONOCE CHICO QUE TE ENAMORARÁ. Rob Hilsen es un pianista en ciernes de Copenhague. Él conoce muy pocas cosas sobre la vida y su mente es una vorágine de situaciones desastrosas que lo frenan de exp...