A Zilé Thorn sus padres lo inscribieron a clases de ballet desde los cinco años debido a su hiperactividad.
Desde entonces escuchaba a todos susurrar sobre que era un niño prodigio y ese término, prodigio, se convirtió en su palabra menos favorita.
Pasó por los profesores de ballet más exigentes de toda Europa —se podría apostar lo que sea a que así fue— y sobrevivió, no sin ciertas batallas, no sin ciertas discusiones interminables y algunas amenazas.
—¿Por qué tuviste que edificar a un artista en la familia? ¿Por qué no le diste esa carga a mi hermana?
—Sería muy predecible de mi parte habérselo dado a tu hermana. Un excelente bailarín hombre de ballet es lo que esta dinastía ha necesitado siempre, y no necesito discutirlo con nadie.
—Estoy saliendo con un pianista.
—¿Me estás diciendo esto porque no te gustó mi respuesta? ¿Quieres hacerme sentir mala madre a costa de lo que sea?
—No, para nada. Te estoy informando. Estoy saliendo con un pianista que conocí en la universidad. Su nombre es Rob.
—Pues no debiste decirme su nombre porque lo voy a rastrear. Y no te va a gustar. Tú no deberías estar saliendo con nadie.
—No me vas a limitar. Tampoco lo vas a rastrear porque las cosas terminarán muy mal. Punto final. Solo te lo estoy diciendo ahora para que no te tome por sorpresa y vayas asimilándolo.
—Cariño, con un artista era suficiente. No podemos lidiar con más en la familia. Además, tu ego lo destruirá. Tú eres el artista más grande del mundo, ¿recuerdas? Nadie más.
—Quizá eso haya sido antes, mamá. Ahora es distinto. Nada de egos ni comparaciones ni tu asfixiante elitismo. Basta.
—Ay, Zilé. Qué voy a hacer contigo.
Quien siempre ha sabido qué hacer con Zilé es su hermana, Clady. Solo es tres años mayor que él, pero a veces esa pequeña diferencia de edad a él le parece infinita. Siglos y siglos de sabiduría. Cuando le cuenta sobre Rob su hermana asiente ante cada frase entrecortada (Zilé no es demasiado bueno relatando sus sentimientos, pero a medida que brota cada palabra el sentimiento hacia Rob se hace más real y en gran medida eso lo aligera).
—Suena increíble. Ya decía yo que llegaría algún día un caballero en toda la extensión de la palabra a hacerte sentar cabeza. Ya era hora.
—Tienes que apartarme a mamá del camino cuando empiece a ponerse rara. Es decir, DESDE YA.
—Descuida, a veces exagera con sus reacciones.
—¿Estás segura de que solo a veces?
—Bueno, algunas reacciones te las tenías más que merecidas. ¿Quieres que saque a colación la vez que casi demandaban a nuestros padres porque dejaste a la mitad de la carretera al hijo de un diplomático?
—No me dejaba en paz con sus cortesías y ya me tenía harto. Quería algo más conmigo y quería dejarle claras las cosas desde un inicio.
—Pues sí que se las dejaste bastante claras. Pobrecito. No creo que vuelva a querer flirtear con alguien más en su vida.
—Yo lo veo de otra manera; ojalá que desde entonces haya aprendido a tener muchísima más cautela.
—Espero que a Rob no lo hayas abandonado, por los clavos de Cristo —advierte ella y Zilé se apena.
—Pierde cuidado. Rob puede permitirse todas las cortesías que quiera. Prefiero quedarme sin dientes a hacerle daño.
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NUESTRAS CORONAS DE PAPEL (Precuela de «Lo que encontré cuando te perdí»)
RomansLA HISTORIA DONDE TODO COMENZÓ. UN ROMANCE DE CHICO CONOCE CHICO QUE TE ENAMORARÁ. Rob Hilsen es un pianista en ciernes de Copenhague. Él conoce muy pocas cosas sobre la vida y su mente es una vorágine de situaciones desastrosas que lo frenan de exp...