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Recuerdos

Corría como si mi vida dependiera de ello. Corría detrás del balón haciendo lo posible para mantenerlo cerca de mis pies y poder llegar al otro lado de la cancha.

Los gritos de los fanáticos llenaban mis oídos y en vez de abrumarme, me daba ese boost que necesitaba para seguir corriendo, aunque sintiera mis pulmones quemarse.

-¡Gooooool! –grité corriendo hacia la esquina de la cancha, exactamente donde se lanzaba el cornel.

Pronto sentí a mis compañeras llegar donde estaba y gritar conmigo, para celebrar un gol sumamente importante. era el gol que nos empataba ante la selección de Estados Unidos, el gol que mantenía el sueño de ir a la final del mundial femenino.

Regresamos a nuestras posiciones y esperamos el pitazo del árbitro, para continuar con el juego. Mi amiga, que hoy era mi rival, Alex Morgan, se movía con el balón en sus pies, intentando ser detenida por mis compañeras de equipo.

Luego de unos minutos del equipo de Estados Unidos pasándose el balón entre ellas, faltando cinco minutos para el pitazo final, la defensa del equipo logro quitarle el balón a Rapinoe y rápidamente preparamos una contra.

Corrí para ubicarme y poder recibir el balón, buscando la oportunidad de gol.

Cuando recibí el balón, realicé la misma acción que cuando metí el gol anterior. Corrí y corrí, esquivando a la defensa del equipo contrario, moviéndome de un lado a otro como si el balón estuviera pegado a mis pies.

No fue si no hasta que hubo un silencio en el estadio y sentí un dolor punzante en mi pierna. Efectivamente, me habían tumbado y no de la mejor manera.

Grité. Grité por el inmenso dolor que crecía en mi pierna y me agarraba el área como si eso fuera a disminuir el dolor. Las lagrimas pronto comenzaron a salir incontrolablemente. Dios, ¿qué era éste dolor? ¿Acaso la mitad de mi pierna quedó en la cancha?

Pues no, mi pierna estaba pegada a mi cuerpo, lastimosamente no estaba en las mejores condiciones.

No entendía nada de lo que sucedía a mi alrededor. Solo se que el juego se detuvo y vi las caras de preocupación de mis compañeras entre mi mar de lágrimas.

Pronto llegó el equipo medico a la cancha y me preguntaron si podía mover la pierna o levantarme. Negué repetidas veces, mordiendo mi labio para evitar gritar y mantenerme fuerte.

Los técnicos médicos me miraron preocupados, mejor dicho, miraron mi pierna preocupados. Y yo simplemente no tuve el valor de ver mi pierna, tenía mucho miedo.

Finalmente me sacaron en una camilla hacia una ambulancia que me llevó al hospital. Pues sí, la cosa fue seria.

–¿Alex? ¿Hola? –la voz de mi hermana me sacó de mis pensamientos

Suspire –¿Qué pasa, Mel? –pregunté volviendo a la realidad

–¿Qué te pasa? Te fuiste a otro mundo –preguntó preocupada

Tomé un sorbo a mi café helado que yacía en mis manos –No pasa nada, solo recordando unas cosas –le dije despreocupadamente, para no alarmarla.

Habían pasado tres años, cumpliéndolos exactamente hoy, desde aquel incidente y yo ya había dejado de jugar futbol, por recomendación y sugerencia del doctor.

Directora técnica → Antoine Griezmann ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora