XXXI.

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June

Esperé nerviosa y muy ansiosa por Mike. Los últimos meses han estado llenos de incertidumbre y tensión. Él está cada vez de peor humor y no es para menos, después de todo, esperaba que Cloe fuese más consciente y acabara con toda duda según Joseph nació, pero no fue de ese modo y desde entonces han estado en un constante conflicto con ella y su madre.

No puedo dar una opinión de que el pequeño se parece a él, cuando tampoco tiene gran parecido con ella. Más bien no se parece a ninguno de los dos. Tiene muy poco cabello en su cabeza. Sus ojos son tan azules como los de ellos y su piel es muy blanca. Es un niño precioso, pero yo no le puedo ver algún parecido con Mike o Cloe.

La madre de Cloe se acercó a mí con toda la intención de decirme algo, pero justo ahora no tengo ganas de escuchar sus estúpidos y groseros comentarios con respecto a mi relación con él, así que me levanté de donde me encontraba y pasé por su lado, ignorando su presencia.

Salí de la sala de espera en dirección a la cafetería. Mis manos sudaban debido a los nervios. No puedo decir que espero un sí, porque deseo un no y evitar la incomodidad de todo lo que esta situación acarrea, pero esa decisión es únicamente de Dios.

Me senté en una de las tantas mesas vacías y suspiré, tratando de ser lo suficientemente equitativa. El niño merece un padre, pero Mike tampoco está en la obligación de ser su padre. Mi cabeza va a explotar si sigo dándole vueltas a lo mismo. Sin importar el resultado que salga en esa prueba, nada ni nadie nos va a separar.

Después de que varios minutos pasaron como si se trataran de eternas horas, Mike apareció en mi campo de visión. Lucía preocupado mientras barría con sus ojos la cafetería.

En cuanto nuestras miradas hicieron conexión, lo vi relajarse y sonreír a medias. Se acercó tan rápido como sus largos pasos se lo permitieron y me abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en mi cuello y aspirando suavemente mi olor. Dejó un beso a la altura de mi hombro, antes de volver a sentarme en la silla y acercar una a mi lado. Tomó mi mano y jugó con ella, viéndome con el mayor de los afectos con sus hermosos ojos azules. 

Quería preguntar por el resultado, pero esperaba a que él mismo me lo dijera cuando fuera el momento o se sintiera preparado. Sé que todo esto lo abruma, no hace falta que me lo diga porque yo más que nadie lo conozco a la perfección. Sé lo mucho que lo incómoda y le irrita la situación que estamos viviendo, más cuando estábamos seguros de que nada podía empañarnos.

El pequeño Joseph no es un impedimento para que estemos juntos, pero sí es abrumador, incómodo y un poco irritante estar en una cuerda que se afloja y se tensa a grandes proporciones.

—Por un momento pensé que te habías ido — susurró, llevando mi mano a sus labios, depositando un suave beso en ella—. No me voy a cansar de decirte lo feliz que me hace tenerte aquí, a mi lado, en mis brazos…

—Nunca voy a dejarte solo, mi cielo — acaricié su mejilla con mi otra mano y sonrió—. Me fui de la sala para evitar cualquier situación desagradable con esa señora. Ya ves lo insoportable que puede llegar a ser.

—Es todo un incordio — resopló frustrado, borrando la sonrisa de sus labios mientras mi corazón se agitaba—. Sí es mi hijo.

Un largo silencio se formó entre nosotros. Mike no agregó más y yo tampoco pude decir palabra alguna por unos minutos. Sabíamos que existía la posibilidad, pero muy en el fondo de nuestro ser esperábamos que no lo fuera. El ser humano es egoísta por naturaleza, más cuando la felicidad ha llegado a darnos vida y esperanza.  

—Serás el mejor de los padres — sonreí, sintiendo que mi corazón latía de manera extraña.

—¿Y si lo hago mal?

—Es natural cometer errores, pero tú lo harás bien, lo mejor que esté a tu alcance.

—Es que yo… Dios, me siento como un hijo de perra. No siento una conexión con él y tengo miedo de que sufra lo que yo sufrí tras la ausencia de mis padres.

—Tú vas a estar para tu hijo y nunca vas a dejar de estarlo. Sé que podrás amarlo, incluso más de lo que puedes imaginar, mi vida. El sentimiento puede existir, solo que no se ha reforzado con la distancia que Cloe ha puesto. Sé que ahora es un bebé, pero ahora es cuando más te necesita — lo tomé de ambas manos y le sonreí, dándole todo mi apoyo—. Tengo la plena seguridad que como padre serás doblemente maravilloso. Ahora bien, ve a estrechar a tu hijo y dejarle en claro que allí estarás para él.

—Cloe se lo llevó. Ni siquiera me permitió acercarme un poco — suspiró—. No la entiendo. Me dijo que no era mi hijo y ahora que hicimos la prueba y se compró que sí lo es, quiere alejarlo de mí.

Me duele verlo tan cabizbajo y triste, como queriendo encontrar alguna solución al problema que se avecina con Cloe. Yo tampoco entiendo a esa mujer. Si aun lo ama, porque en sus ojos se ve lo mucho que todavía lo hace, ¿por qué alejarlo de su hijo y comportarse de esta manera tan infantil?

—¿Por qué no vamos a casa, mi amor? Mañana, cuando estés más tranquilo y ella haya asimilado que eres el padre de su hijo y que es tu derecho estar a su lado, podrías buscarla y llegar a un acuerdo. Si definitivamente se niega a darte tu lugar, podemos intermediar con un abogado. Tienes derecho a estar a su lado tanto como ella.

—Tienes razón, mi hermosa diosa — me rodeó con sus brazos, dándome un fuerte abrazo—. ¿Qué sería de mí si no te tuviera a mi lado? ¿Qué sería de mi vida sin no existieras?

—No lo sé, pero yo definitivamente no sería tan feliz como lo soy justo ahora y a tu lado.

—Te amo, mi pequeña glotona — me miró con ternura, antes de fundir sus labios en los míos con una dulzura que me derritió como solo él es capaz de hacerlo.

Aunque le di palabras de aliento, por dentro me sentía contrariada, triste y envidiaba la suerte y la fortuna de ellos al ser padres. Yo quiero tener hijos con él y una familia hermosa, pero ya no sé cuándo será ese momento anhelado.

June Blaze[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora