XLIII.

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—¿Cómo es posible que no haya nada? — gruñí una vez más, caminando de un lado a otro.

—Joder, quédate quieto que ya me tienes harto, Mike — se quejó tío, resoplando con fuerza—. Alguien debe estar encubriéndola, ya no me caben dudas.

—Pero ¿quién?

—Alguien con todo el poder para hacerlo — volvió a resoplar—. Un bastardo con la suficiente inteligencia para jugar con el que le dé la gana. ¡Maldito entrometido hijo de puta!

Lo vi realizar una llamada y discutir acaloradamente por varios minutos, antes de dejar el teléfono con fuerza sobre el escritorio y esbozar una sonrisa ladeada.

—Lo sabía.

—¿Qué cosa?

La cabeza la sentía a punto de estallar, sin contar que no he dormido bien por casi dos meses. June no sale de mi mente ni por equivocación. Siento que voy a desfallecer si ella no regresa a mí.

—Está en Londres, en el apartamento de Kilian — soltó y sentí como el alma me volvía al cuerpo—. Y gracias a Remi no dábamos con su paradero.

—No perdamos más tiempo, tío — me enfilé a la salida, ansioso por verla y estrecharla entre mis brazos, pero me detuvo:

—Pero ella no quiere que la encontremos. Necesita más tiempo, supongo.

—Han pasado casi dos meses, tío. No me pidas que me mantenga lejos de la mujer que amo, porque no resisto un día más sin ella. No tienes idea de lo difícil que es la distancia.

—Si lo sabré yo a la perfección — suspiró—, pero a veces la distancia y buscar ayuda muy lejos de casa nos sirve para sanar lo que por nuestra no podemos.

—Eso lo entiendo, pero siento aquí en mi pecho que ella me necesita más que nunca. No sé cómo lo llames tú o cómo lo vea el resto, pero esta conexión que existe entre nosotros va mucho más allá de lo normal y ni yo puedo explicarla. Su dolor es mío y siento como sufre cada día. Aunque June aparente ser fuerte y fría, la soledad no le gusta.

—Bien, iremos a Londres por ella.

Sonreí, era todo lo que necesitaba escuchar. Para Dominic Blaze no hay mayor debilidad que sus hijos y él sufrirá a la vez si ellos lo hacen.

Partimos hacia Londres sin perder un segundo de tiempo. Aunque el hombre a mi lado no dijera nada, se veía igual de emocionado que yo por saber el paradero de su hija y darse cuenta por sí mismo que se encuentra bien. Tía no pudo acompañarnos porque debía cuidar de la abuela que ha venido presentando quebrantos de salud, pero se puso muy feliz con la noticia y, por supuesto, al saber algo de june.

«¿Dónde estás? ¿Sabes? Te recuerdo que tienes un hijo que te necesita y el cual no has venido a ver hace semanas».

Miré el mensaje que Cloe me había enviado hace tres días y suspiré. Estoy siendo un hijo de puta y dejé que la situación con June afectara a mi hijo. El hasta ahora es un bebé y no tiene la culpa de nada, pero no puedo tener cabeza para él cuando la mujer que más amo en la vida estaba desaparecida. Cuando regrese de Londres pasaré más tiempo con Joseph.

No le respondí ninguno de los mensajes que me había enviado y me acomodé en la silla, observando la extensa capa del cielo oscuro a través de la ventanilla del jet e imaginándome la sorpresa que se llevará al vernos allí.

«¿Me extrañará tanto como yo a ella? ¿Me habrá pensado, aunque sea por un segundo? Pero lo más importante, ¿le sirvió la distancia que tomó durante este largo y tortuoso mes y medio o todavía necesita más tiempo y espacio para sanar sus heridas?».

El viaje se me hizo eterno, pero fue más por la ansiedad que sentía en mi pecho que no podía mantener la calma. No veía la hora de tomar su rostro entre mis manos y robarle todo el aliento en un solo beso, gritarle lo mucho que la extrañaba y dejarle en claro que no la pensaba soltar ni en la otra vida.

Llegamos a un edificio que ya conocía a la perfección en el corazón de Londres, ansiosos por ver a June y asegurarnos de que sí se encuentra bien. Tío se me adelantó un paso, casi corriendo mientras avanzaba por los pasillos de aquel modesto edificio. Lo dejé, después de todo era su hija y debe estar mucho más ansioso de lo que me encontraba yo.

En cuanto llegamos al ultimo piso, el hombre se apresuró a llegar a la puerta, pero antes de llegar a tocarla, esta se abrió, dejándonos ver a una June radiante y mucho más hermosa de lo que puedo recordar.

Mi corazón se aceleró de golpe y el mundo se detuvo a mi alrededor en el mismo instante en el que nuestras miradas se cruzaron, aunque no duró ni un segundo, pues su padre la apretó fuertemente entre sus brazos, como si el peso que había en sus hombros se hubiera caído al verla y tenerla bajo su abrigo.

—Dios, princesa, solo el diablo sabe lo mucho que me tenías preocupado.

—Lo siento, papá, pero si te decía, sabía que me ibas a retener.

—Eso jamás — negó—. Eso ya no importa. ¿Estás bien? ¿Cómo te has sentido?

—Estoy muy bien, papá.

Se separaron por un momento y tío la inspeccionó de pies a cabeza, queriendo encontrar algo mal en ella. Se veía algo cansada y sus ojos estaban rojizos por el llanto, pero se veía radiante y desprendía belleza de la más pura.

«Mierda, no puedo controlarme más tiempo».

Ignorando la mirada confusa, avergonzada y temerosa que me dio, aparté a mi tío y la estreché entre mis brazos, hundiendo el rostro en su cuello y llenando mis sentido de su dulce aroma. La paz me gobernó al sentir su calor fundirse con el mío y me apretó a su cuerpo con la misma fuerza en que yo lo hacía, diciéndome en ese acto lo mucho que también le hice falta.

—No tienes ni la menor idea del infierno que viví sin ti durante estos días, mi amor — susurré en su oído, rozando mis labios en su piel—. Por favor, no vuelvas a dejarme solo ni por equivocación. Si lo haces, te lo juro que moriré de pena y soledad.

No le permití decir palabra alguna y la besé, ansioso y deseoso de sentir su aliento llenarme de vida. El contacto de nuestros labios fue suave y tierno, y por sus sollozos, supe al instante que no la había pasado nada bien sin mí y que me había extrañado tanto como yo a ella. El pecho se me oprimió conforme profundizaba el beso y este se volvía más apasionado.

—Ya es suficiente — tío nos separó, con el ceño endurecido y dándome una mirada llena de advertencia—. Déjala respirar.

—Papá, yo...

—Ya lo sé todo, pero eso es lo de menos, aunque aun tenemos mucho que hablar, ¿no es así, Mike?

—Claro...

«¿Cómo debería decirle, "tío" o "suegrito"?».

—Ya podemos irnos, cuñis... — Lana hizo silencio y bajó la mirada al verme, quizás avergonzada por haber desaparecido por tantos meses—. Tío, Mike.

El silencio que se formó fue muy incómodo. Mi tío-suegro parecía querer asesinarme con una sola mirada, mi hermanita pequeña no era capaz de mirar a los ojos y mi bella mujer se mordía los labios y contenía la respiración con las mejillas encendidas de rojo.

—Bueno, ya que estamos aquí — Lana fue quien rompió con el silencio, dándome una mirada seria—. Tenemos que hablar, hermanito.

—Claro, dime.

—Ve con él al balcón y hablen tranquilamente, nosotros en un segundo los alcanzaremos — dijo June, llevando a su padre al interior de la casa.

—¿Qué sucede, enana?

—Sé que es algo tarde, pero tengo toda la investigación que me pediste acerca de Cloe. 

June Blaze[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora