𝖼𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖽𝗈𝗌

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Quizá fue tonto de su parte, pero al despertar, olvidó por completo que era un nuevo departamento. En una nueva ciudad.

No prestó atención a detalles "mínimos" como el diferente baño, el hecho de que su habitación no era la de siempre y cayó en el cambio al abrir la heladera y notar que está vacía. Aiden se extrañó por un momento, hasta que talló sus ojos con el dorso de su mano y logró saber con exactitud que era un idiota.

Entre tanta caminata recorriendo la ciudad, olvidó por completo que debía comprar comida, al menos el siguiente día. Así que no contaba con nada para desayunar.

Para su suerte, eligió una buena ubicación y la esquina de la cuadra, disponía de una tienda bastante genérica, parecía ser un 24hs y suponía que algo encontraría, al menos para saciar el hambre mañanero que sentía en ese momento.

Salió del baño y caminó hasta la sala, encontrándose con todas las cajas aún dispersas por el lugar, mentalmente se dijo que ese sería el día de acomodar todo.

Tan pronto como estuviera listo el ambiente, es cuando más se podría enfocar. No es que fue a esa ciudad de vacaciones, aún debería seguir estudiando, más bien, retomar lo que dejó por irse de desventuras a un campamento que prometía victoria, ni siquiera retomar, volver a empezar sería lo ideal. A decir verdad, Aiden no recuerda nada de lo que estudió previamente, sólo mantiene en sus recuerdos cosas sin importancia, vivencias más que nada.

Suspiró pesado sabiendo que sería un día largo y que estaba retrasando de más la búsqueda de su ropa en cosas sin sentido, se interesó en vestirse y en pocos minutos sintió que tenía una decencia apropiada para salir a la calle, además de un abrigo acordé al frío que debería de estar haciendo afuera.
Está vez, por más que estuvo más tiempo en la sala, no prestó atención, ni miró el balcón, parecía no existir y su mente tampoco demostró algún interés como sucedió en la noche.

Cerró la campera gruesa y envolvió su rostro en una bufanda, de ese modo, salió.
Pasó por el ascensor, la recepción y dió con la calle.

Todo iba normal, al menos hasta que sus pies dieron con el cemento de la vereda, pues enseguida subió su vista hacia el cielo y por ende, los departamentos del frente.
Sus ojos quedaron viendo el edificio que daba directo con su balcón, recordando la silueta que vió en la madrugada; al mismo tiempo, la vergüenza llegaba a él.

¿Cómo se le ocurre estar en ropa interior espiando un departamento ajeno?
No, no su departamento, a la persona que vive en ese sitio.

No es solo eso, es aún peor...
¿Cómo se le ocurre voltear antes de conocer su rostro?

«Basta, camina» se pidió a sí mismo. Debería dejar de prestar atención a esas cosas. No es como si tuviera tanta importancia, después de todo solo fue un accidente nocturno, si es que puede llamarse de ese modo.
Optó por continuar caminando hacia la esquina, lo hacía de forma relajada y escondía su rostro en la bufanda, más que nada su nariz.

Lo único malo de estar en una ciudad nueva, podría resumirse en la soledad que tenía. No es que tuviera muchos amigos donde vivía antes, pero aún así, una diferencia era marcada.
Se sentía silencioso, bastante silencioso, mantendría la televisión prendida todo lo que pudiera.

Una vez se topó con la tienda, ingresó a la misma con la vista en el suelo, solo la alzó al momento de mezclarse entre las góndolas y tomar entre sus manos algunas cosas que le fueran necesarias para los primeros días. Luego haría una compra mensual, así de a poco, se acomodaría.

Mientras usaba la calculadora de su celular para ir sumando cada precio y asegurarse de no tener problemas con el dinero que llevó, escuchó una voz aproximándose hacia donde él estaba. No es que creyera que el sitio era suyo, pero ese alguien parecía ser muy ruidoso, así que enseguida se cambió de pasillo y continuó viendo, solo que algo llamó su atención, más bien, esa persona.

Las góndolas no eran muy altas, por lo tanto, podía ver a la persona ruidosa desde allí, al menos su cabello. Rizado y marrón. También tenía a la vista su cuello. Piel morena.
Tal como la persona que noto por el balcón durante la madrugada.

Aiden lo miró por unos momentos y enseguida se le vino un conocido a la cabeza, como si su cerebro hubiera reaccionado de inmediato para darle una identidad a esa silueta. Muy obvio de su parte que sea James en quién pensó.

Aquel influencer con el cuál interactuó de más en el campamento; debería de agradecerle (o quizás no) por todos los seguidores que consiguió; su objetivo de alcanzar un gran reconocimiento desde una aparente interacción amorosa, dió sus frutos. El E-boy pudo notarlo cuando lo eliminaron del campamento. Aunque fue momentáneo, James salió y por más que Aiden haya sido eliminado luego de él, jamás se preocuparon en contactarse nuevamente.

Ahora mismo parecía estar frente a sus ojos, solo que su lado racional quería ignorar por completo ese hecho, argumentando ante esa posición que el moreno pertenece a otro país, muy alejado de donde él está residiendo actualmente.

Si bien el de tez blanca relajó su mirada ante ese pensamiento, decidió cerciorarse de aquello y se agarró de la góndola con una mano, se colocó en puntas de pie para ver sobre ella, y aquella expresión tranquila que tuvo desde hace un rato, se esfumó con rapidez al ver su perfil.

Definitivamente, se trataba de James.

Apenas tuvo noción de que era él, quiso escapar de la situación, estaba poco preparado para un reencuentro de esa índole, más cuando se veía que el otro parecía estar haciendo algo en su celular.

Redes, como siempre. Eso no había cambiado.

Se apresuró en colocarse la capucha del abrigo y envolver hasta el inicio del tabique de su nariz con la bufanda, de ese modo, apresuró su caminar hacia la caja, intentando hacerse notar lo menos posible. Dejó sus cosas en la zona de la caja registradora y esperó a ser atendido.

──Buenos días. ──Saludó el cajero con normalidad.

──Buenos di... ──Aiden quiso responder el saludó, pero enseguida escuchó bolsas a su lado, indicando que alguien se colocó cerca suyo.

Si bien ya era pálido, ahora mismo probablemente su piel sería más blanca que el papel, pues enseguida pensó que podría ser James; sus ojos no se movieron de su mercadería. Iba tomando lo que ya era pasado por el marcador que sumaría su precio. En su interior quería negar la identidad del otro, cuestión imposible pues está casi seguro de que era él.

Por no decir, que está seguro.
Mirar una última vez no parecía ser tan mala idea.

Cómo último recurso, solamente para asegurarse y aprovechando que la bufanda cubría su rostro, levantó un poco el mismo y su mirada fue hacia el lateral, encontrándose con los ojos negros de James, haciendo que el de tez pálida deje de mirarlo instantáneamente, sintiendo una gran crisis por ser descubierto.

Al menos se sintió descubierto.

Apenas tuvo la oportunidad, pagó y se fue con rapidez de allí, logró huir lo más rápido que pudo. No solo de ese sitio, sino que no paró hasta llegar a su departamento y encerrarse en el mismo, dejando todo sobre la mesa del comedor mientras apretaba la bufanda contra su cara algo colorada, por frío, crisis y vergüenza.

Definitivamente era él.

James vivía en el edificio del frente. Justo frente a su balcón.

 Justo frente a su balcón

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𝐀 𝐓𝐑𝐀𝐕𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐀 | 𝖩𝖺𝗂𝖽𝖾𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora