𝖼𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖼𝗎𝖺𝗍𝗋𝗈

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Lienzos, óleos, pinceles, lápices...

La lista era ridículamente larga, pero se trataba de una carrera costosa y ya había pasado por ese proceso una vez, así que emitir alguna queja sería en vano, porque debería de hacerlo de todos modos. O incluso, solo se estaría saboteando con un motivo más para retrasar su vuelta a la universidad.

El primer motivo se manifestó en la noche, pues al momento de agarrar un lienzo para hacer algún que otro boceto, cada línea que intentaba trazar se veía forzada o fuera de lugar. Ni siquiera una básica recta le gustaba. Todo le parecía insulso y asqueroso, fuera de su monotonía.

¿Y es qué cómo no iba a estarlo? Si no ha tocado un lápiz desde que comenzó el campamento y desde que este acabó.

Lo sabía, solo que no esperaba que su rendimiento fuera tan desagradable. O solo estaba siendo muy duro consigo mismo.

Aiden respiró con profundidad, soltando la lapicera que anotaba cada cosa que necesitaría, debía relajarse un poco antes de salir, aunque lo más seguro es que al momento de gastar solo tenga una gran euforia por todas las cosas lindas que puede encontrarse en librerías grandes.

Con eso al menos una pequeña emoción y motivación se abrió dentro suyo, no todo estaba tan perdido como él creía, bastaba con poner de su parte y hacer llevadera la vuelta. Él ya tenía una mínima idea, estaría en primer año, o sea que todos desconocían como empezar y nadie sabía que les esperaba, eso era una diferencia gratificante.

Al menos que le toque un salón lleno de prodigios, creativos, interesantes...

Cielos, volvió a deprimirse.

Para dejar eso de lado, decidió echar a la basura la lista y pararse de la silla, así con decisión fue hasta la puerta y salió. Si continuaba pensando no haría nada más que tirarse en su cama a escuchar música y comer. No estaba mal, pero quería dejar de procrastinar.

Llegó a la recepción del edificio más rápido de lo que hubiera querido, salió del mismo y enseguida se encontró con alguien que acababa de cruzar la calle y apenas pisaba el cordón de la vereda. Claramente, era James, porque así era su suerte, horrible.

Los dos se toparon en ese momento. Cara cara sin camuflajes por parte del E-boy.

Ambos se miraron, solo que ninguno tenía sorpresa en su rostro, solo nervio. Ambos ya sabían de la existencia y cercanía del otro, solo que por un lado, Aiden no comprendía porqué el moreno lo veía con tanta incomodidad y no sorpresa.

Pareciera que se miraron por un largo rato, cuando en realidad fueron algunos segundos, ya que al instante el de cabello bicolor volteó para seguir su camino y el brasileño solo cambió su rumbo.

Las cosas quedaron incómodas luego del campamento...

Y si bien tenían caminos separados, en sus mentes se compartía el mismo pensamiento.

"¿Por qué no dijimos nada?"

Estaban actuando como adolecentes avergonzados de ver pasar a alguien de su salón.

Lo que más impedía que volvieran a hablar eran las dudas, se tomaban demasiado a la ligera su "amistad" o... La cosa rara que tenían. Intentaban hacerse saber que no fueron nada y fingir que eran desconocidos, pero al mismo tiempo se quedaban viendo con sorpresa o tuvieron pequeñas crisis cuando notaron al otro.

También, al mirarse, sabían que tenían algo pendiente o un sentimiento de rechazo por un acontecimiento.

Definitivamente tenían duda y algo de miedo, pero, en el caso del E-boy, poco tiempo para ponerse a pensar en James.
Sus materiales no se comprarían solos, aunque estaría bien que lo hicieran, tendría una tarea menos.

𝐀 𝐓𝐑𝐀𝐕𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐀 | 𝖩𝖺𝗂𝖽𝖾𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora