¿Qué harías por sobrevivir?
¿Qué harías por obtener un día más?
¿Qué darías por seguir respirando?
Todo.
¿Incluso si te destrozo?,
¿incluso si te marco
con estas garras que anuncian muerte,
con estos colmillos que prometen sangre?
¿Incluso si... te devoro entero?
... sí.
Los pulmones le ardían. John ya no recordaba cuándo fue la última vez que dejó de correr, la última vez que se permitió un momento de descanso. El aliento le salía seco; su boca ya ni siquiera producía saliva. Sus piernas gritaban por alivio. Pero no podía detenerse. Detenerse era equivalente a estar muerto. En su alocada carrera a través del bosque del Sector B-32, apartando ramas de su rostro y saltando obstáculos, John dejó salir una risilla empobrecida. ¿Quién carajo le aseguraba que seguir corriendo lo salvaría?
Como si fuera una señal, un silencio mortal cayó sobre el lugar. Todo sonido animal se desvaneció. Las aves dejaron de cantar. La quietud le llenó los oídos de estática. Su respiración ahora le parecía demasiado ruidosa. Mierda, mierda, mierda, este silencio no, ¡este silencio no!
Crack.
No podía ser un error, definitivamente había algo detrás de él. Su vello corporal se erizó como un presagio.
TUM TUM TUM.
El subidón de adrenalina fue tan fuerte que estuvo seguro de que le explotaría el corazón. Sólo podía ser descrita como sobrenatural la velocidad que sus piernas alcanzaron en ese instante. El dolor no existía, la fatiga tampoco; el ardor no era nada, no con esas pisadas tan horriblemente pesadas persiguiéndolo. Su mano derecha sacó su daga. De repente los árboles le dieron paso hacia una especie de campo abierto.
Un empujón atroz lo mandó volando por los aires.
John apenas tuvo tiempo para procesar lo que había ocurrido. Al hacer contacto con el suelo terroso, inmediatamente rodó sobre sí mismo, no perdiendo ni un segundo. Estuvo sobre sus pies en tiempo récord, dándose la vuelta, con su daga en posición defensiva delante de él.
—Veo que tus sentidos siguen tan afilados como siempre. —Una voz grave se hizo escuchar no muy lejos—. Impresionante, para un humano. —Era como un bajo que vibraba en sus huesos. Una caricia diabólica. John sabía perfectamente a quién pertenecía.
Maldita sea, no él.
Sus fosas nasales se dilataron al inspirar hondo. De todos los seres que podrían haber estado cazándolo, la desfortuna había decidido que le tocara el más peligroso de todos ellos, el único del que no estaba seguro de si podría aniquilar. Mas eso ya no tenía importancia.
Porque ahora que lo tenían acorralado, ya no podía ser la presa.
Hoy tendría que matar al Lord General Vagh'Rasher.
—Eso es, John, mírame con intención asesina.
Había deleite en el tono de Vagh'Rasher. El monstruo salió de las sombras de entre los árboles en los que se había ocultado hasta ahora. A John se le aceleró el pulso al verlo.
El General era de una especie con forma humanoide y esbelta, con aproximadamente dos metros y treinta centímetros de altura, y un cuerpo lleno de músculos, duro como el acero, recubierto de una piel entre violeta y azul oscuro. Espeso cabello negro le caía en una coleta por la espalda. No podía verle la mitad superior de la cara; una máscara ónix la ocultaba. Sin embargo, había estado cerca de Vagh'Rasher las suficientes veces en el pasado para saber que unos irises amarillos y felinos le aguardaban detrás de esta. También poseía una cola que le ayudaba a mantener el equilibrio. Y luego estaba, por supuesto, el rasgo más característico de su especie: Cuatro fuertes, largos y peligrosos brazos que terminaban en garras retráctiles, dos derechos y dos izquierdos. Sus manos inferiores sostenían cada una espada corta, mientras su mano superior derecha blandía un bate, la otra estaba vacía. Era obvio que el Lord General había venido preparado para machacarle.
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Insaciable: Humano X Monstruo
RomanceJohn, un hábil soldado del campamento oeste de la Resistencia Humana, ha cometido un error en su recorrido del perímetro que lo ha dejado a merced de sus enemigos mortales: los altos monstruos devoradores de hombres con los que llevan años en guerra...