Capítulo 11

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Xavier miró por la ventana, el sol atenuado por nubes inmensas, el cielo igual de gris y oscuro que sus ojos. El viento gélido batía las copas de los árboles y hacía revolotear las hojas a la par que silbaba su lúgubre canción. No llovía.

Era un seco día tétrico.

Un sonido devolvió su atención hacia donde había estado antes. Caminó hasta el corral en el centro de la habitación y se arrodilló en el suelo.

—Volví —le dijo a las dos pequeñas criaturas acostadas entre las mantas dentro del corral. Había transcurrido sólo una semana desde su nacimiento y ya habían pasado de caber en la palma de su mano a ser del tamaño de un cachorro de pantera de cuatro semanas. Probablemente estarían pesando más de un kilo, quizás dos. Rehn'Zuzu le había dicho que, según sus registros, era normal para una cría mogg'shāi el triplicar su tamaño o más en su primera semana de vida.

Los observó con fascinación. Estaba embelesado con ellos. Son mis sobrinos, hijos de John, salieron de él, pensó sin poder creerse todavía que eso fuese posible. Después de todo, John era un hombre, jamás se hubieran imaginado que algo así podría ocurrir. Y es que no había manera de negarlo; el parecido era demasiado. El mayor, al menos doscientos gramos más grande que su hermano, era una mezcla extraordinaria de John y el Lord General: tenía el cabello negro como el carbón, una cola traviesa, cuatro brazos y cuatro cuernos violetas en el tope de su cabeza que no debían medir más de dos centímetros cada uno (Vagh'Rasher no tenía cuernos, pero Xavier recordaba que el padre del General sí). Sus ojos eran muy peculiares: cerca de la pupila eran verdes, pero se volvían amarillos en el borde del iris. Eso le daba una mirada aguda al infante, quien podía quedarse viendo a su tío por varios minutos sin moverse, cosa que, francamente, espeluznaba a Xavier un poco. Algo tan pequeño y con tan poco tiempo de vida en este mundo no debería ser tan consciente de sus alrededores, solía pensar. Además, también contaba con algo incluso más llamativo que sus ojos: su piel. En lo que respectaba a su rostro, su torso y la mitad de sus brazos y piernas, estos eran de un tono blanco pálido y cremoso, una réplica de la piel de John, pero su cuello, y sus brazos desde el codo hasta sus manos, y sus piernas desde sus rodillas hasta sus pies, eran de un azul que se convertía en violeta. Su rostro, eso sí, era todo John.

Las mismas facciones.

Xavier lo miró y suspiró.

Un berrido caprichoso que exigía se enfocase en él se hizo oír. Xavier desvió su mirada hacia el menor de los mellizos. El mala conducta. Qué raro de parte de John el haber gestado en sus entrañas a un buscapleitos. Xavier prácticamente rodó los ojos mentalmente. Las crías mitad mogg'shāi mitad humano no podrían tener personalidades más diferentes. Allí donde el mayor era tranquilo, silencioso y de buen temperamento, el menor era justo lo contrario: berrinchudo, alborotador y extremadamente emocional. Y así como sus formas de ser eran distintas, también lo eran sus apariencias. El nene más chico (o "niño del demonio", como Xavier le había apodado en estos últimos días) era una copia fiel y exacta del Lord General en todos los aspectos, excepto por dos cosas: sus irises totalmente verdes, heredados de su padre humano, y el hecho de que poseía dos brazos, no cuatro.

El niño del demonio, haciéndole honor a su apodo, emitió un chillido de protesta. Xavier sabía lo que quería. El soldado estiró la mano y dejó que la criatura agarrara uno de sus dedos, sus garras clavándose como astillas en su piel.

—¡Ouch, eh, eh!, ¿qué te he dicho de las garritas? —reclamó Xavier. La pequeña bestia lo miró con inocencia—. Sé que me entiendes, rufián —Xavier juraría por Zanno que el chiquillo dio un bufido de fastidio antes de retraer las benditas agujas que tenía por uñas en las manos. Como decía, un buscapleitos.

Insaciable: Humano X MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora