Feroz. Aullidos {Capítulo 33}

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— Sólo intentaba acercarme a vos, creí que necesitabas un amigo. —John, le gritó en la cara a su hermanastra.

Volvían a discutir como agua y aceite.

— ¿A dónde vas? —Elizabeth, le observaba tragando grueso que él estaba juntando un par de prendas del armario y en cuestión de un abrir y cerrar los ojos ya estaban empacadas dentro de su bolso. - Contestame ¿si?

— ¿Para qué?

— ¿A que hora regresas? —La chica volvió a tragar saliva con pesadez en preguntar estando de lado de la puerta y se fregaba el brazo por la situación dado de cabeza. - No lo... tomes tan a pecho... se me salió sin querer.

— Hasta la doctora, Delfina me llama John.

— Es que... no me di cuenta. Un momento ¿es por eso?

— hasta que me pierdes. —John, acabó la frase por ella, lo cual eso no era lo que iba a decir. - ¿He... me dejas solo hasta que termine aquí?

Elizabeth tragando sin saliva obedece y se da la vuelta para cruzar la puerta, bajó las escaleras pero ni pudo llegar a la mitad de los escalones que se dejó caer de cola sin ánimos de avanzar.

Entendía ella que ese chico tiene problemas de conductas, que no se puede entenderlo, es él como un libro en lenguaje muerto a igual que ella, un día está bien y en otro no, así funciona, ambos funcionan así, es su naturaleza, son sus naturalezas. Por eso que Elizabeth lo conoce de hace antes que se conocieran en persona, sabe que se peleó con sus primos, tía abuela y hasta con su propia madre, y la amigovia con quién salía allá en la ciudad, y faltaba al último momento con sus amigos de la banda.

Claro que Elizabeth Shepherdson quería acercarse a John, para empezar ella era la primera que quería ser su amiga porque había sido su sueño en toda su vida tener un amigo como él. Ahora había metido la pata... nuevamente: "No soy buena con eso."

Elizabeth contemplaba con melancolía esas repulsivas fotografías instantáneas de la bestia muerta que lo arroyo esa combi-trix, se centraba en la imágenes que antes le había causado náuseas en algún momento, pero ahora, las estudiaba con intensidad.
Por otra parte no sabía todavía cómo había llegado a las manos de John Grangerford pero eso ya no importaba.

De pronto la voz de su hermanastro la hizo obligar dar un brinco de susto...

— ¿Me las devuelves? —John, le repitió.

Elizabeth no quería hacerle la contraria, y si lo hacía sin chistar todo lo que él le exigía un tal vez lo consideraría en aceptarla como es "una tonta." Eso pensaba si seguía su corriente, que todo podría mejorar aunque fuera con presión.
Se las dió en la mano sin ponerse de pie a la vez lo miraba como una cachorrita retada por el dueño, él las agarró a su vez que se mordía los labios titubeando en algo.

En la otra mano traía su bolso justo para cruzar por el lado de ella, al intentar bajar unos dedos se prendieron del bolsillo grande de su pantalón de jean negro. John suspirando exasperado y giró sin ganas la cabeza a la chica.

— Quédate... un rato más. —Elizabeth, le suplicó en un casi susurro tristona.

— No puedo complacerte, nena. —John, le contestó muy serio y ella se estremeció cada vez que la llama "nena" - Tengo que solucionar la mierda que desaté. No me esperes despierta.

"¿De qué hablas?" - Elizabeth le preguntó con los pensamientos.

— Mejor para ti si no te enteras, a parte no te interesa nada de esto. —John le respondió era como si adivina sus pensamientos. - Ahora quítame los dedos de encima, no puedo perder más tiempo que voy a llegar tarde al punto de reunión, caray. —Se quejó él exasperado y tironeó su pierna para zafarse y bajó los escalones rapidísimo como si sus pies volaran.

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