Feroz. Aullidos [Capítulo 13]

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Había llegado su primer fin de semana desde que John y Elizabeth conviven juntos con los nuevos padres medios locos.
Ése sábado, por la mañana Elizabeth se despertó por la luz solar que le dió de lleno en la cara. La ventana se encontraba del lado izquierdo, es decir, del lado de John. Así que eso significaba una cosa, la cortina que los separaba a los dos aún llevaba abierta desde hace dos días.

Quería dormir un poco más la chica pero por lo pronto el sentir sueño desapareció como un polvo ante sus ojos, había oído la ducha del baño que se cerraba, luego la puerta abrirse, ahí apenas lo vió salir al chico encueriado y rodeado con la toalla su cuerpo desnudo. Inmediato con espanto Elizabeth giró y se cubrió con la sábana hasta la cabeza, justo a tiempo antes de que John se girara y la viera despierta.

"Creo... que no me vió" - Pensó, Elizabeth con el corazón frenéticamente en pánico al verlo así a su hermanastro.

Le había visto en su cuerpo, él traía bastantes cicatrices marcadas, distintas formas y dolorosas con sólo verlas. También alcanzó a ver su peculiar tatu que posee de una lagartijas roja y verde entre abajo de su abdomen, y la cola larga del animal bajaba muy abajo, por debajo del toallon hacía su intimidad.

— Sé que estás despierta, chica. Ya puedes mirar, ya tengo pantalones. —John, se percató y le avisó amablemente.

— Hm... ¿P-podrías... algún día cerrar esa cortina? —La chica tartamudeó sin quitarse la sábana de la cabeza.

— ¿Te refieres la cortina de la ventana?

— ¡No! Por... favor.

— Psss... lo haré. No... pretendí, lo olvidé. —John, suspiró y luego añadió. - Es la costumbre de pasar solo tanto tiempo.

La chica tragó saliva por lo explicado de su hermanastro, luego oyó la cortina está vez cerrarse y ahí se permitió enderezarse quedando atónita e incómodada viendo a todas direcciones. Después de unos minutos le escuchó abrir la puerta y cerrarla.

Con un suspiro de alivio se calzó las plantillas y se levantó. Su hermanastro ya se había ido, tal vez a desayunar. Cuando cruzó frente a su cama le llegó al olfato ése aroma, esa esencia personal del chico.
¿A caso John siempre huele a limón?
Incluyendo dejó impregnado su aroma en el baño cuando ella entró.

* * * *

En la cocina pasaron en silencio desayunando. La señora Rakel estaba cocinando ravioles mientras.

John tenía ahora puesta una sudadera azul eléctrico que combinaba con su color pálidos de sus ojos, pantalón ancho color verde de soldado, su cabello despeinado como siempre que lo hacía ver como un muchacho cool y bello, demasiado para los ojos humanos - en la opinión de Elizabeth que intentaba todo el tiempo evitar mirarlo a los ojos porque la ponía nerviosa.
John si la miraba, no le quitaba visión y la estudiaba a su hermanastra cada gesto que hacía cuando comían. Él y ella estaban sentados mirándose de frente, y hasta que no acabaran de comer toda la comida Rakel no le permitía abandonar la mesada de la cocina.

De repente al final del desayuno, John insinuó en voz bajita a la chica que bebía su jugo de uva.

— Te mueres por preguntarme algo ¿no es así? Te extrañó que dijera que he pasado mucho tiempo solo ¿o me equivoco? —Decía, John mordiendo sexualmente la punta del tenedor. - Lo veo, no te lo puedes quitar de la cabeza esa curiosidad...

— No... me incumbe, Grangerford. —Contestó ella frunciendo en seño por lo que él hacía con el tenedor.

— Pero te mueres por saber. —Le susurró.

Feroz. AullidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora