Ella era afortunada de poder sentir pero aveces odiaba tanto aquel encierro. Su prisión estaba construida con ensoñación, con miedos y lunas. Vivía en una jaula de cristal tan cómoda y sola que pensar siquiera en salir le resultaba un reto imposible de llevar a cabo.
Ella era gloriosa pero insegura. Su encierro era de oro pero ella esperaba sentir algún día la simpleza del acero.
Ella era mágica y su vida en aquella cárcel se parecía a un cuento de hadas hasta que descubrió que ella era el feroz dragón que mantenía cautiva a la princesa.