12. Consumir

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Ella comenzaba a consumirse. La ansiedad de vivir un nuevo día en el que todo fuera perfecto le restaba fuerzas. Se privaba de hacer lo que más le gustaba por miedo a que el tormento apareciera de nuevo, por miedo a darse cuenta de que en realidad las cosas no iban a salir bien.
Ella llevaba el caos sobre la piel en cada batalla, pero aparentaba paz.

Ella se asfixiaba con sus propias ganas de recorrer el mundo, de entenderlo, de vivirlo y aunque era valiente por enfrentarse a lo que le dolía aún le faltaba tomar  decisiones que la romperían todavía más.
Ella usaba una corona de hierro ardiente y lo peor no era su peso, era que había decidido llevarla porque se había vuelto adicta al daño que le causaba el acero.

Ella temía a la oscuridad hasta que recordó que estaba hecha de sombras y que ningún monstruo podía diezmar la confianza que había puesto en su espada, en sí misma.
Ella, aunque en esos días vestía de alegría, tenía de accesorio a la incertidumbre.

Un ángel en cautiverioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora