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13 de Mayo, 2022

-Lamento decirlo, pero hoy no vas a trabajar... y no vuelvas- un balde de agua fria fue lanzado en mi cabeza y su frio imaginario me recorrió por toda la espina dorsal

No tuve mucho más que acotar, no entendía este despido, jamás tuve errores en el trabajo, siempre a tiempo y con ganas de mejorar el equipo. No pude evitar sentirme inútil e inservible, pero agarré mi último par de medias del locker y lo cerré.
Un año, casi dos, siendo ayudante de entrenador en la selección femenina de Rosario Central, desde que comencé mi trabajo tuvimos una racha de 30 partidos invictos que se rompió luego de una disputa donde el Director Técnico se bajo de un día para el otro del equipo, quien fue reemplazado por otro DT quien no quiso seguir el trabajo que veníamos puliendo hace meses. De pedo no me echó apenas comenzó a trabajar, pero lo hizo 3 meses después.

Deje mi mochila y pertenencias en el asiento de atrás, puse en marcha el auto y salí acelerando del estacionamiento del Gigante de Arroyito para probablemente no volver más.
Llegué 20 minutos después a mi departamento en el centro, donde solo subí al edificio para buscar un bolso donde metí mudas de ropa para una semana y volví al auto, para ponerme en marcha hacia Pujato.

No voy a mentir, en la hora de viaje lloré más de la mitad del camino, pero tuve que recomponerme varias veces para no perder una visión clara de mi camino y no estrellarme en la banquina, aunque sea mi mayor deseo ahora mismo.

Llegué finalmente a las 12 del mediodía a la casa de mi mamá, abrí la puerta principal y me encontré con su presencia en la cocina, donde estaba de espaldas a mí usando la cocina

-Hola má- dije, notablemente triste

Ella, sorprendida, soltó la cuchara de madera de golpe y se giró hacia mí, se llevó la mano al pecho y me sonrió mientras me puteaba por lo bajo

-¡Hola mi amor! ¿Qué estas haciendo acá? ¿No tenes que trabajar? ¿Qué te pasa? ¿Estuviste llorando?- solté un suspiro y cuando finalmente me abrazó, solté toda la angustia que sentía desde hace hora y media

-Nada má, me echaron- me soltó de su abrazo, mirándome con ojos comprensivos, mientras yo trataba de calmar mi llanto

-¡Ay Isa! Me hiciste asustar, pensé que se había muerto alguien hija- abrí grandes los ojos

-¡Sí má! Mi carrera profesional se murió, el pelado hijo de puta me echó y ahora voy a estar desempleada hasta fin de año, ¡o quién sabe cuánto tiempo más! ¿Sabes lo difícil que es conseguir laburo siendo aspirante a DT? ¡Encima siendo mujer! Me voy a morir de hambre, ¡seguro voy a terminar siendo profesora de zumba!- vi que su expresión cambió de comprensiva a querer soltar una carcajada en mi cara; y fue cuando ella iba a responder a mi delirio cuando se escuchó una carcajada masculina desde el comedor, pero no llegaba a ver quién era; hasta que el dueño de esa risa se asomó a la puerta de la cocina- ¡Papá!- volvió un poco de felicidad a mi cuerpo cuando vi su rostro, aunque se estaba riendo de mí

Hice un par de saltitos hasta llegar hacia él y abrazarlo fuerte, hace mucho no lo veía

-¡Hola hija!- correspondió a mi abrazo y nos quedamos unos segundos así

-¿Que haces acá? ¿Y Eli? ¿Mis hermanitos?

-Se fueron a España, en unos días ya me voy pero ellos se adelantaron, pasé por acá para ver como estaba tu mamá que hace mucho no nos poníamos al día

te quiero - emiliano 'dibu' martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora