Parte 2: Sin opciones

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Cuando me levanté aquella mañana, no se me pasó por la mente que terminaría así. Me desperté muy temprano por culpa de los intensos rayos de sol que atravesaban las ventanas y apuntaban directamente a mi rostro. Había olvidado cerrar las cortinas el día anterior y ahora estaba pagando factura.

Me asomé sigilosamente al pasadizo. No quería importunar a nadie tan temprano. Mis ojos recorrieron cada rincón de la casa intentando recordar dónde estaba el baño. Finalmente lo encontré, la puerta estaba entreabierta, tomé una toalla y me escabullí para tomar una ducha aprovechando que no había nadie. Mientras el agua tibia caía sobre mi rostro aún somnoliento, no dejaba de pensar en lo que me esperaba. Todo aún me pareciera bastante surrealista.

Me puse ropa cómoda porque me esperaba una larga travesía, alisté mi mochila y dejé todo ordenado en el cuarto donde pasé la noche. Al salir de la habitación, no vi a ninguno de los roommates de Mario con los que habíamos tomado cervezas el día anterior.

Recordé entonces que era viernes y que seguramente estarían en el trabajo o en la universidad. Escuché un ruido proveniente de la cocina y me asomé para ver si se trataba de Mario. Y efectivamente era él, estaba preparando el desayuno para ambos. Le pregunté si podía ayudarlo, pero me contestó que ya tenía todo listo. Nos dirigimos entonces al comedor.

Fue maravilloso poder hablar de nuevo en portugués. Mario era brasileño, pero sus roommates eran de otros países así que solo pudimos hablar en inglés el día anterior. Fue un alivio darme cuenta que aún podía expresarme en portugués sin problemas a pesar de haberlo aprendido solo por tres meses mientras vivía en Brasil.

Mientras conversábamos, Mario recibió una llamada, se levantó de la silla y contestó. Lo observé mientras él escuchaba atentamente lo que su interlocutor le decía. A los pocos segundos su ceño se frunció.

Entiendo, entiendo. Gracias por avisar. - dijo antes de colgar.

¿Qué pasó? - le pregunté - ¿Todo bien?

Tengo malas noticias. - me respondió mientras volvía a sentarse - El blablacar que pedimos ayer, no podrá llevarte hoy. Aparentemente su carro se descompuso y tiene que llevarlo al taller.

¡No puede ser! - exclamé agobiada.

Estaba yo muy tranquila aquel día porque tenía la certeza que llegaría a mi destino sin problemas. Sin embargo, todo había cambiado. Me había quedado sin transporte y no sabía qué hacer. Mario me ayudó a buscar otras opciones en aquella página de carros compartidos, pero no había nadie que fuera hacia allá ese mismo día.

Mientras juntos pensábamos en alguna solución, dije a modo de broma. - ¿Y si me voy haciendo autostop? - y solté una risita nerviosa. Mario me dijo que no era una mala idea y fue a buscarme un mapa. Me quedé un poco desconcertada porque no lo había dicho completamente en serio, pero siendo honesta, no tenía otra opción ya que un amigo me estaba esperando allá y solo podía hospedarme aquel fin de semana.

Mario volvió rápidamente con el mapa y me indicó exactamente hacia dónde tenía que caminar. Terminamos de desayunar, tomé el mapa, mi mochila y me dirigí hacia la autopista sin saber muy bien lo que estaba haciendo o qué esperar.

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