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Al final crecí.

Nunca miraba hacia atrás. Era como revivir el pasado; como mirar por una puerta en la que sabes que hay algo horrible y que solo te hará daño.

Entonces no lo hacía.

Mi vida seguía siendo la misma. Solo tenía trece años, ya era una adolescente. Recuerdo no haberme sentido diferente, de hecho, el sentimiento seguía siendo el mismo.

Recuerdo ese día. Mi hermano mayor, George, estaba en el piso de abajo y quería preguntarle si había tomado mi cargador. Siempre lo tomaba sin mi permiso, así que supuse que era él quien se lo había llevado.

Bajé despreocupadamente las escaleras, con Fluffy atrás de mí. Me detuve al filo de ellas al ver que mi hermano no se encontraba solo. Estaba muy bien acompañado, en realidad.

Había una chica con él, estaban besándose en el sofá. Entreabrí los labios, mirándolo atónita.

Ella estaba acostada y él estaba encima; tenía una mano en su mejilla y otra en su cintura. Mientras ella le acariciaba el cabello, atrayéndolo más hacia donde estaba.

Tenía los ojos demasiado abiertos como para no ver bien. Lo que estaba viendo era real, no cabía duda. El corazón se me detuvo.

La chica de allá no era su novia.

No podía creer lo que estaba viendo.

Conocía a la novia de George, Sofía. Y siempre me dió la impresión de que ambos estaban muy enamorados el uno del otro. Ella es tan dulce, cariñosa y comprensiva con él.

Lo veía, se le notaba en la cara lo enamorada que estaba. Igual que a George. Pero... entonces, ¿por qué él la estaba engañando?

¿Todo había sido mentira?

—George... ¿qué estás haciendo...?

Fue un susurro, casi inaudible, pero fue suficiente para que él levantara el rostro y decayera en mi presencia.

Cuando se fijó en mí, empalideció. El miedo en su rostro se grabó en mi memoria. Y entonces, como si se hubiera dado cuenta, se alejó de la chica, casi como si tuviera alguna clase de enfermedad. Se acercó en solo dos zancadas, hasta plantarse delante de mí.

—Chelsea... ¿q-qué haces aquí? —tartamudeó.

Era la primera vez que escuchaba a mi hermano tartamudear. En realidad, era la primera vez que me veía de ese modo.

Miré de él hacia la chica, repetidas veces, sin poder creerlo.

—¿Qué crees que estás haciendo? —musité, mirándolo—. ¿Qué pasa con Sofía?

El color había abandonado su rostro. Intentó tocar mi hombro, pero me alejé. Se pasó ambas manos por la cara, frustrado.

—No significó nada —articuló—. Yo la quiero a ella.

—No parecía que la querías mientras besabas a otra.

—Hermanita, yo...

Su tono era suave. Casi me hablaba con cariño.

Jamás, en mi vida entera, lo había hecho. Nunca me ha considerado su hermana. Ha dicho bastante que solo soy un estorbo en su vida y que era un error. Tal vez lo sea, pero sé que esto no es correcto.

—¿No significa nada? ¿Y qué piensa ella de esto?

—Chelsea, escúchame...

—No, escúchame tú a mí —sentencié, enojada—. Sofía es una chica increíble, dulce y de buenos sentimientos. ¡Y está enamorada de ti! ¡De verás! ¡Por muy ridículo que suene! Pero tenías que echarlo a perder —dije, apuntándolo con el dedo—. ¿Cómo puedes estar tan ciego y ser tan estúpido? ¡Lo tenías todo! Acabas de tirar por la borda eso tan lindo que tenías.

—No es así, puedo explicarle...

—¿Qué, qué vas a explicarle, eh? —replico—. ¿Lo idiota que fuiste? ¿Le dirás que no volverás a hacerlo y que solo fue un desliz?

—¿Desde cuándo hablas así? ¿Desde cuándo...?

—Toda mi vida me la he pasado observando a los demás, y por eso lo sé. ¡Vi cómo te miraba! ¡Vi que en serio te quiere! ¿Por qué nunca piensa en los sentimientos de los otros? ¿Por qué siempre actúas de ese modo?

—¿De qué estás hablando?

—Tú no sabes lo que es sentirse rechazado, o verdaderamente solo. Nunca te has sentido así. Y, espero de corazón que jamás te suceda, porque es horrible.

—Hermanita, yo...

—No, no hagas eso. Yo no soy tu hermana. Muchas veces me lo has dicho. Tener la misma sangre no nos hace ser una familia de verdad.

Tragué saliva. George estaba mirándome con los ojos muy abiertos, como si no me reconociera.

Apreté los labios.

—Ahora, espero que ella se entere de esto por ti. Si no se lo dices, lo haré yo. Ten el valor para decírselo a la cara.

Di media vuelta, conteniéndome. Él no dijo más nada, ni intentó detenerme, solo dejó que me fuera.

Esa misma tarde, por mi ventana, se me rompió el corazón. La vi abrazarse a sí misma, mientras negaba con la cabeza. Se le pagaba el cabello a las mejillas por las lágrimas que derramaba. Me sentí muy mal por ella. Sofía no se lo merecía.

El amor la destruyó. Se había convertido en la sombra de lo que siempre había sido. Se aisló de todo el mundo, y no volví a hablar nunca con ella.

El amor destruye a las personas, lo comprobé ese mismo día, cuando la vi correr a su auto, sollozando y hecha pedazos.

No intentes reparar a la chica rota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora