Capítulo VII

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Jaemin cayó rendido mientras Renjun esperaba poder desanudarse. Pasó una hora aproximadamente cuando pudo salir, se sentía como un idiota, no podía ser que la primera vez del lindo omega fuera con un imbécil como él.

Limpió todo el desastre que hizo, limpiando con delicadeza la entrada de Jaemin que aún tenía algo de él dentro. Rezaba porque el castaño no lo matara al día siguiente por el nudo que su tonto pene había hecho.

Al día siguiente Jaemin despertó completamente relajado, su cuerpo se sentía liviano y su humor estaba increíble. Con sus manos buscó rastros de Renjun, pero la cama estaba helada.

—¿Renjun? —preguntó de inmediato, asustado porque todo lo que sucedió la noche anterior fuera un sueño.

Su celular sonó en el momento que estaba entrando en pánico.

Lo siento, cariño. El guardia no me quiere dejar entrar. ¿Podrías decirle que voy a tu casa? Decía el mensaje de Renjun.

Jaemin suspiró aliviado y llamó al guardia para que dejara entrar a ese idiota.

Sonrió encantado al saber que todo había pasado.

En cuanto apareció el pelinegro, Jaemin se abalanzó sobre él, abrazándolo apretadamente. —Pensé que te habías ido —lo olfateó sin vergüenza y sonrió por lo dulce que olía su alfa.

—¿Tanto me extrañaste que estás tan apegado a mí? —sonrió encantado por esa nueva faceta que conocía del lindo omega—. Ven, vamos a beber algo rápidamente y luego hablamos, ¿sí? —Jaemin asintió, sin moverse de su lugar.

—Cárgame —pidió en un tono dulce, derritiendo a Renjun.

—¿Siempre eres así de lindo por las mañanas? —Jaemin negó, feliz de que Renjun pusiera su mano sobre su trasero. Como había pedido fue cargado hasta la cocina—. ¿No vas a soltarme para ir por agua? —volvió a negar—. Tú eres más lindo de lo que creí —besó la nariz de Jaemin y fue con él hasta la nevera—. Solo hay té de jazmín aquí. Supongo que también sirve.

Volvió al taburete frente a la isla de la cocina. —¿Qué es eso?

—Medicina. Ayer hice algo muy malo y no queremos que nos pase la cuenta, ¿cierto?

—A mí me gustó —abrió su boca y sacó la lengua para que Renjun pusiera la pastilla en ella—. Se sintió bien —se encogió de hombros y bebió el té de jazmín que el pelinegro le daba—. Podía sentir como latía tu pene dentro de mí.

—Jaemin, ¿qué pasa contigo? —sonrió divertido—. Estás actuando muy dulce, ¿debería preocuparme?

El castaño le dio un suave golpe en el trasero. —No eres para nada lindo conmigo.

Renjun besó su frente con delicadeza y pellizcó sus mejillas. —Lo siento, pero estoy acostumbrado a que me trates mal. Me gusta este lado tuyo.

—¿El otro no?

—A mí me gusta Na Jaemin, así que cualquier lado que me enseñes, me gusta. Aunque cuando estás enojado me das miedo, tienes una mirada muy amenazante. Creí que me matarías hoy por haberte anudado, lo siento otra vez. Compré condones para que no nos vuelva a pasar, ¿está bien? —Jaemin asintió, enterneciendo otra vez al pelinegro, quien no pudo evitar abrazarlo—. Por favor no le enseñes a nadie más este Jaeminie.

—Eso es fácil —lo abrazó de la cintura, volviendo a olfatear ese dulce aroma—. No soy así con nadie más, Huang Renjun. Debes hacerte cargo de ese lado.

—Por supuesto, yo me haré cargo de él. ¿Tienes hambre? Puedo preparar algo antes de irme.

—¿Adónde vas? —preguntó sin soltarlo.

Té de jazmín y chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora