Capítulo 4

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«¿En dónde diablos está?»  Madi buscaba en la habitación y el baño las patillas anticonceptivas que estaba usando.

—¿Qué buscas, cariño? —preguntó Enko incorporándose en la cama viendo cómo Madi iba de lado a lado revolviendo todo.

—Mis pastillas ¡Juro que las dejé en el cajón del baño!

Enko estrujó sus ojos, Madi lo había despertado con el ruido. Se levantó y la ayudo a buscar.

—¿En dónde están? —gritó Madi al borde de la desesperación.

Enko la miró y le sonrió tiernamente.

—Cariño, ¿Por qué no solo usas las nuevas que compraste ayer?

Madi puso los ojos en blanco.

—Ese no es el punto, el punto es que estaban allí y ya no —repuso molesta, buscó las patillas nuevas y las agitó en la cara de Enko— Pero tomaré estás... seguramente tú fuiste quien las movió de lugar y lo olvidó —murmuro dándole la espalda.

Enko soltó una carcajada, no comprendía por qué se enojaba por algo tan tonto, pero no estaba dispuesto a empezar su mañana discutiendo. Enko tiró de su cintura y la apegó a él, quitó las pastillas de sus manos y las lanzó sin ver.

—¡Anda, que se pierdan esas también! —gruñó Madi al ver como él se deshacía de sus pastillas.

Enko rio por su enojo y depósito un ligero beso en sus labios.

—Ya cumpliste con tomarla hoy, ya no importan.

Apenas terminó de hablar capturó sus labios con fiereza, los devoró con fuerza y pasión, loco por ella. La tomó de la cola de caballo y tiró de él dejando su cuello al descubierto, sin dudarlo se hundió en él para besarlo con desesperación. A Madi le temblaron las rodillas, sintió como cada molécula de su cuerpo se derretía por los besos de Enko «¡Y es tuyo!» se felicitó a sí misma. Enko era el sueño de toda mujer, caballero, romántico, músico, pervertido, sobreprotector y ¡Diablos! Tan sexy que podría hacer que el polo norte ardiera.

—¡Y eres mío! —gimió siguiendo el hilo de sus pensamientos. Enko rio en su cuello adivinando sus pensamientos.

Sabía el efecto que tenía en ella los besos en cuello, había aprendido algo desde que estaba con ella ¡Le gustaba que la besara! No sólo en los labios y el cuello, no, le gustaba que él besara cada parte de ella, la hacía sentir deseada, hermosa y apreciada. El tiempo que se tomaba para admirar su cuerpo con sus labios la hacían sentir como una diosa. Teniéndola temblorosa entre sus manos, procedió a quitar el camisón azul cielo de seda que llevaba esa mañana, Madi se estremeció al sentir como la suave tela abandonaba su cuerpo, el calor que sentía en su cuerpo solo se intensificó cuando Enko mordisqueó su pezón , un gemido ahogado escapó de sus labios.

—Mmm —murmuró bajando por su abdomen.

Antes de que Madi pudiera adivinar qué iba a hacer, Enko se arrodilló frente a ella, la alzó por la cintura y la sentó sobre sus hombros.

—¡Enko! —gritó Madi sobresaltada, Enko alzó la mirada y la vio desde su entrepierna.

—El desayuno es el comida más importante del día —dijo antes de hundir su cara en su triángulo.

Madi arqueó la espalda apenas sintió la humedad de su boca, intentó sujetarse del lavamanos cuando sintió que el placer la hacía perder el equilibrio, Enko la sujetaba con fuerza de los muslos mientras la complacía con la boca, Madi cerró los ojos y dejó que el placer poseyera todo su cuerpo.

—¡Me tienes! —murmuró Madi presa del placer.

—Tú me tienes a mí —aseguró Enko con voz ronca por el placer.

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