Capítulo 13

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Entonces así sería. Ya había pasado un mes desde que discutió con Enko y no lo había vuelto a ver, no tenían ni idea de su paradero, había ido personalmente a la fundación y nadie sabía dónde se podría encontrar, ni siquiera había atendido el caso del niño doble positivo con el Gen.

—No quiere ser encontrado, Madison. Ya deja de buscarlo.

Las palabras de Lucían solo hicieron ruido en sus oídos, no lo podía aceptar, aún no le había contado a Lucían la discusión que había mantenido con Enko y mucho menos sobre el hecho de que estaba sangrando cuando lo encontró.

Estaba buscando frenéticamente alguna pista en la oficina de Enko, creyó que todo había sido en vano hasta que se fijó en un pequeño detalle en la biblioteca. El diario no estaba.

—El diario no está... —murmuró.

—¿Qué? Madison, ya detente, vayamos a casa donde estarás segura.

—¡El diario no está! —gritó señalando el espacio vacío en la biblioteca, por fin obtuvo la atención de Lucían.

—Disculpe —alguien interrumpió, llamando la atención de Lucían.

—¿Qué pasa? —preguntó a la trabajadora.

—Hay alguien abajo buscándolos. Dicen que tienen un trato con el Señor y no pasarán al lugar, pero que necesitan hablar con usted.

Madison y Lucían intercambiaron miradas nerviosas. Rápidamente Lucían se apoderó del ordenador y vio las cámaras de vigilancia.

—Mierda...

—¿Qué es? —preguntó Madi posándose a su lado, viendo la pantalla, pero no reconoció a ninguno de los dos hombres que estaba en la puerta del orfanato.

—Te presento a más hermanos Bogoloski.

Madison retrocedió, posó sus manos sobre su vientre ya un poco abultado de manera protectora, no permitiría que le hicieran daño a su bebé.

Lucían abrió un cajón de la mesa y sacó un arma, se aseguró de que estuviera cargada y se levantó. Madison lo siguió hasta llegar a la planta baja.

—No salgas, quédate aquí —ordenó Lucían a Madi que obedeció sin dudar, pero se acercó a la puerta para escuchar la conversación.

Espió a través de la puerta, vió a ambos hombres vestidos de traje, el más alto, de cabello castaño,ojos verdes y una barba bien definida, iba por completo de negro, el hombre junto a él, un poco más bajo y de cabello blanco, iba de plateado. El más alto miraba a los alrededores, despreocupado. El de cabello blanco jugaba con un cubo Rubby, armándolo y desarmandolo una y otra vez. Cuando Lucían salió se detuvo y empezó a elevar el cubo y atraparlo continuamente mostrando una amable sonrisa.

—Hermano, vaya que ahora es un honor estar en tu presencia —saludó sin dejar de aventar el cubo.

—Es agradable verte — saludó el hombre más alto vestido de negro, sin ver a Lucían, continuaba viendo alrededor—, es una visita amistosa, no hace falta que lleves un arma.

—Bueno, eso depende del por qué estás aquí —sonrió Lucían asegurándose de mostrar el arma.

—¿Una visita de tus hermanos es tan desagradable? —continuó el chico de cabello blanco con una sonrisa pícara.

—Ya Osly, déjate de juegos. ¿Por qué están aquí? O, mejorando la pregunta ¿Cuál es su misión?

Por fin dejó de jugar con el cubo y se llevó ambas manos a la espalda, en gesto inofensivo, caminó hacia Lucían y se inclinó como si hiciera una reverencia.

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