Capítulo 2

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Jess no paraba de pensar en lo que le había comentado Lucían sobre Enko mientras se dirigía al establo que habían condicionado para entrenar. El establo solo ofrecía un espacio de combate cuerpo a cuerpo, para practicar tiro tenían el resto de campo. No era un secreto que Enko era mejor guerrero que Lucían, por eso le había pedido que la entrenara para ser tan buena como él. No quería sentirse débil nunca más, desde el primer momento que Lucían la enseñó a disparar, golpear y esquivar, no se había detenido, y la guerrera en ella pedía a gritos más y más, pero Lucían era muy blando con ella, necesitaba un reto más fuerte.

Cuando le comentó la idea a Lucían, no estaba muy feliz, pero al final accedió porque sabía que la mejor persona para enseñarle a ser una guerrera era Enko, su hermano era muy paciente para enseñar, y Jess era una gran alumna, aprendía muy rápido y era muy hábil, sabía que la volvería más fuerte de lo que él podría.

Ahora, Jess amaba entrenar con Enko, porque luego de cada entrenamiento charlaban por largos ratos mientras disfrutaban de un vaso completo de yogurt. Hoy planeaba lo mismo, entrenar y luego charlar, pero esta vez ella dirigiría el tema hacia lo que Lucían le había mencionado, tal vez le contaría algo.

—¡Jess! Buen día, ¿Has descansado? —preguntó Enko al verla entrar en el establo.

Llevaba puesto un short deportivo y una camiseta de color gris, haciendo que sus ojos resaltaran notablemente.

—Sí, un poco ¿Y tú? ¿Descansaste luego nuestra charla en la cocina?

—No, pero estoy bien —dijo encogiéndose de hombros.

—Si no estás al cien por ciento, podemos posponer la clase —propuso para tener más tiempo de charla—. No querrás que pateé tu trasero dormido —bromeó.

Enko se hizo el ofendido, pero rio. Se encogió de hombros y caminó hacia ella.

—Mi trasero no está dormido, si tienes miedo a enfrentarme hoy, accederé a posponerlo solo por consideración a ti.

—Espera ¿Por qué tendría miedo de enfrentarte? No comprendo a qué te refieres.

—No puedo creer que lo olvidaras —Enko no pudo evitar su decepción—. Hoy es tu prueba de lucha con arma blanca.

Jess abrió mucho los ojos al caer en cuenta que había olvidado por completo su prueba de hoy.

—Carajo, lo siento. Sí, lo olvidé. —Enko cruzó los brazos sobre su pecho.

—Al menos dime qué trajiste una navaja.

—No, lógicamente. Si olvidé la prueba no hay razón para traer una navaja.

Enko cerró los ojos decepcionado.

—Acabas de reprobar la primera prueba —Jess frunció el ceño sin entender— Siempre debes estar armada.

—Pues yo veo, veo y no veo donde tú lleves un arma —dijo cruzando los brazos.

Enko alzó las cejas en señal de reto, se agachó y sacó de su zapatos deportivos una navaja de diez centímetros y se la mostró.

—Bien, me rindo —levantó las manos en señal de rendición—. Reprobé esa prueba, pero tal vez mañana sí podríamos hacerla, y prometo venir armada esta vez.

Enko rio y guardó de regreso la navaja.

—Mañana seré más rudo por hoy no haber cumplido tu lección —la reprendió con un poco de seriedad.

—Mañana, lo que tú quieras. Pero hoy, me agradaría tener una charla contigo.

Enko nuevamente se vió confundido. Jess se sentó en el piso acolchonado donde acostumbraban a luchar e invitó a Enko a tomar asiento también.

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