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<<Tu única luz de bienvenida en este nuevo camino, será mi mensaje y mi voz: Rellena las tres esferas sin miedo. No dudes de tu conocimiento ¡Estás vivo! >>.
Una voz masculina retumbaba en su cabeza. Totalmente desorientado y sin saber el dónde, el cuándo y el lugar en el que se encontraba...
<<Las tres esferas... tres esferas... tres esferas...>>, se repetía algo anonadado por el abrupto despertar.
Le dolía la cabeza. Como si un vacío se llenase de una tonalidad de color negro. La sensación de un mundo expandido que conocía instintivamente, pero rodeado de un espesura insondable.
Era extraño... estaba... pensando.
<<Sí... pienso y siento. Vivo.>>, reflexionó sorprendiéndose a sí mismo.
Asustado y sugestionado, movió su cuerpo bruscamente mientras aprisionaba sus manos en la cabeza. No quería abrir los ojos.
<<El ins-tin-to pro-te-ge>>, volvió a pensar acuciado por un miedo irracional.
Lo que le ocurría era normal. El instinto siempre ayudaba a protegerse del peligro y la indefensión a lo desconocido. Consciente de que sus sentidos estaban agudizados, como si empezara de nuevo. El símil a un lienzo en un cuadro sin pintar.
¿Todo era nuevo para él? ¿Era un recién nacido? No, no lo era. Cada segundo que sentía ese lienzo mental era una mar de dosis de información.
No era un lienzo blanco. Eso le asustaba aún más, porque no entendía lo que le ocurría. Su mente funcionaba perfectamente y conocía, aunque fuera inconscientemente, los síntomas. Tenía una vida y la había experimentado. Tenía esa seguridad. Nada era nuevo. Sin embargo, todo era difuso, cansado y apabullante. Como si una marea lo hubiese arrastrado a las profundidades más inhóspitas del mundo.
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