Capítulo 3

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7 y 8 años

"No puedes ingresar, Damian. Debes esperar", comentó Ra's mientras negaba con su cabeza al joven para enseguida mirar a Trigon. "Tu hija puede acompañar a mi nieto mientras terminamos esta reunión."

Trigon dio un vistazo al chico desde su imponente altura, comparando la diferencia de estaturas, incluso la del mocoso con la de su hija era notoria y sonrió de forma burlona.

Un espécimen débil y patético a su parecer.

"Trata de no matarlo tan rápido", soltó con voz fuerte para que todos los presentes pudieran escucharlo.

Damian frunció su entrecejo, más no respondió ante tal provocación.

Los dos se encontraban de pie esperando, uno en cada extremo de las grandes puertas de la sala. No había guardias en el lugar.

"¿Cuál es tu propósito aquí?", preguntó de forma directa.

"¿De qué hablas?", respondió con otra pregunta, confundida.

"Dudo mucho que sea parte de alguna tradición padre e hija que acostumbren a visitar estas tierras cada año."

"¡Q-qué te importa!", escupió ofendida y molesta mientras aparecían en ella por breves segundos un segundo par de ojos, ahora dorados, y su piel se tornaba de un tono rojizo.

¡Es un engreído! Pensar que le tuve lástima en el pasado.

Se limitó a observarla de reojo, tratando de no mostrarse sorprendido por la breve transformación de la amatista.

Tiene más parecido a su padre de lo que pensé.

"Me importa porque seré el próximo líder de la Liga de Asesinos. Y es mi tarea desde estos momentos tener conocimiento de todo lo que ocurre", comentó jactándose de su futuro puesto.

"Oh, ya veo", dijo mientras analizaba la actitud del nieto de Ra's. Una que, a su corta edad, quería reflejar superioridad y arrogancia. Pero, para la sorpresa del chico, ella no se lo permitiría. "Entonces...¿Cuando seamos mayores te dirigirás a mí así como tu abuelo lo hace hacia mi padre? Mmm...¿Qué sonará mejor acompañado de mi nombre?, ¿Sonará bien Lady?, ¿Reina?, ¿O, tal vez, Ama suprema?", caminó de un lado a otro mientras mencionaba cada palabra bañada de sarcasmo hacia el ojiverde, haciendo que este encendiera el color de su rostro. "Aunque no me guste admitirlo, soy la heredera de mi padre y también gobernaré en un futuro. Deberías comenzar a dirigirte a mí con más respeto si quieres cumplir al cien tus funciones, futuro Ra's."

"TT. Eres una molestia", respondió cruzando los brazos furioso y sin argumentar más. No sé esperaba esa respuesta de su parte, pero sabía que tenía razón. Y más si quería que el Pozo de Lázaro siguiera con su función en un futuro.

Raven sonrió por la actitud del Al Ghul, de una manera u otra, respetaba su posición. No era tan engreído cómo lo pensó, así que trató de aligerar la tensión creada.

"Pero, no tiene que ser esto así. Si vamos a trabajar juntos en un futuro, podríamos al menos tratar de llevarnos bien."

"Eres un demonio. Nuestra relación no debe de importar en los futuros acuerdos que tomemos. Solo los beneficios que obtendremos y..."

"Mitad demonio", interrumpió la amatista. "Mi madre...ella pertenecía a los de tu especie", apretó sus labios y manos, tratando de controlar las lágrimas que comenzaban a formarse en sus ojos. "Una humana, cómo tú o tu abuelo. Si mi madre no hubiera recibido tanto rechazo de los suyos, ella no hubiera tomado ese camino que la hizo conocer a mi padre y...y-yo, yo no estaría..."

Damian no estaba seguro de qué hacer o cómo reaccionar. Ni siquiera sabía de lo que hablaba aquella niña, pero algo en ella lo hacía sentirse identificado: la frustración, el enojo y una mezcla de tristeza y soledad que arrastraba cada una de sus palabras. Y cuando vio su primera lágrima caer por su mejilla sintió una sensación desagradable dentro de él. Una que nunca había experimentado en el pasado.

Se sintió culpable de esa lágrima.

Y odio esa sensación.

"No, no debería ser así", recargó su cuerpo más a la pared mientras trataba de relajarse. "Podemos intentarlo."

"¿Qué?", lo miró confundida.

"De verdad que eres molesta", dijo mientras un fuerte suspiro escapaba de sus labios y agitaba su mano en su nuca. Se retiró de la pared para caminar y colocarse frente a ella. "Damian Al Ghul", levantó su mano derecha en señal de saludo, esperando la respuesta de su parte. "Lo más apropiado sería presentarnos si queremos intentar llevar una relación cordial entre nosotros."

No fue la reacción que esperaba de él en ese momento, por lo que sorprendida, limpió sus ojos con su muñeca y le brindó una ligera sonrisa. No había sentimientos negativos en su mirada en esta ocasión. Y eso le agradó.

"Raven", levantó su mano para responder al saludo. Él tomó su mano con tal delicadeza que la sorprendió. Pudo sentir una extraña calidez al contacto con su piel, así como algunas de sus cicatrices y la aspereza que empezaba a formarse en la yema sus dedos. Pero no le importó pensar sobre ello en ese momento.

"Va contigo", comentó Damian.

"Igual el tuyo", comentó en respuesta."Y, si aún te interesa saber...respondiendo a tu pregunta..." dudó antes de continuar, pero era el momento indicado para desahogarse "soy...una clase de portal. Es más fácil viajar a diferentes mundos con ayuda de mis poderes. Por ello, mi padre me obliga a ir con él a sus conquistas o reuniones algunas veces. Lamento que mi presencia no sea bien recibida aquí. Lo he podido percibir de los guardias y miembros de la liga con mis poderes estos años. Incluso de ti, por la forma en que me miras."

"No", respondió rápidamente "Ha sido aceptable tener tu presencia en estás tierras. Eres bienvenida. Solo...que nuestro primer encuentro no fue el mejor."

Sus ojos vacilaron por segundos, recordando su primer encuentro en el jardín hace años.

"Podemos fingir que esté es nuestro primer encuentro", propuso Raven, ante la idea de que aquel momento siguiera incomodando al Al Ghul.

Damian respondió asentando ligeramente con su cabeza.

"Encantada de conocerte, Damian. Eres el primer humano que me empieza a agradar un poco."

"Eres un mitad demonio y no haz intentado matarme. Eres tolerable."

Rieron ante sus respuestas. Una risa que no era propia de ambos, una que no era conocida y no sabían que existía, ni siquiera por ellos mismos. Que reveló la inocencia que ambos aguardaban todavía en su corazón.

Después de largos minutos, que para ellos fueron un instante, por fin soltaron sus manos.

Curar, desvanecer y, por último, sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora