003 | DÍA DE JUEGO

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003:
DÍA DE JUEGO

Entre toda la gente de La Playa se encontraba Kyoko. Los brazos cruzados sobre su pecho y la mirada puesta en el sombrero, quien dedicaba unas palabras a todos sus seguidores. Al menos, eso creía identificar la chica que eran. Si no, ¿por qué motivo estarían ahí? Aunque quizá la idea de no estar solo y tener a más gente conocida en un juego resultaba atractiva para ellos. Siempre y cuando no fuera uno de corazones.

Ya había escuchado rumores sobre esos. Eran los más peliagudos. Nunca sabías lo que podían pedirte, pero casi todos los que salían de uno de esos, lo hacían con pérdidas. Claro que, realmente, jamás podrías adivinar a lo que jugabas hasta que ya estabas dentro. Tan complejo y sencillo al mismo tiempo.

Uno de los hombres del grupo de paramilitares le tendió una hoja de papel con un número escrito en esta. Aquel iba a ser su segundo juego, y no mentiría, tenía algo de miedo por lo que pudiera encontrarse. Con el número siete plasmado en un permanente negro en mente, devolvió la vista al chico de la bata.

Repasó con la mirada cuando todos comenzaron a alejarse del hall para ir dirección a los coches, y buscó con cierto nerviosismo a alguno de sus dos conocidos. Quizá, con suerte, alguno de ellos tuviera el mismo número. O uno de la misma zona. No sería todo tan violento. Pero no los encontró por ningún lado. Le pareció, mientras salía al parking, que había visto el cabello de Kuina a lo lejos, pero luego no fue capaz de volver a encontrarla. De Chishiya, ni rastro.

Dos jóvenes de unos veinticinco años más o menos pasaron riendo y jugando a su lado, golpeándole en uno de los hombros. El golpe fue tan fuerte que una mueca de molestia surcó su rostro. Malditos capullos, ni si quiera se detuvieron para disculparse. Gruñó, y parece ser que su quejido fue escuchado, ya que uno de los dos se volteó.

Tenía el pelo rubio y despeinado. Sobre su ceja izquierda, un tatuaje. Su cara se veía llena de hematomas y varias marcas, lo que podrían ser secuelas de algún juego. O de una pelea en La Playa. Lo desconocía. Al mirarle, pudo ver cómo bajo su camiseta de tirantes ancha y holgada asomaban algunos tatuajes más. Una especie de tigre que se expandía desde mitad del cuello hacia abajo, y también los lados. Sus brazos también llenos de tinta. En el derecho, unas llamas; en el izquierdo, una gran cantidad de rosas.

La única sorpresa no fue su poca educación, si no que al llegar a su coche, se percató de que irían en el mismo. La suerte no estaba de su lado, y no podía odiar más esa tortura llamada pensamientos intrusivos. Tenía la mala sensación de que lo más probable es que fuera a morir.

—Eh, chica —una voz captó su atención. Kyoko le dirigió la mirada—. ¿Qué número tienes?

—Siete —respondió, cruzándose de brazos. El papel aún en su mano derecha.

Se miraron entre ellos, dedicándose unas miradas llenas de chulería. De nuevo, el temor de que un hombre pudiera hacerle algo la invadió. No se veían gente decente. Se veían idos, algo bebidos. Si tenía que depender de ellos, estaba jodida. Muy jodida.

—Sube.

—Ella viene conmigo.

Otra voz, esa vez femenina. Un suspiro de alivio cayó de sus labios. No sabía de quién se trataba, pero ya quería darle las gracias. Al girarse, vio a una de las mujeres que estuvo en su llegada. Llevaba unos pantalones negros cortos y una camisa blanca. Muy arreglada como para jugar. Lo pensó, más no exteriorizó.

—No fastidies —el rubio con el que había chocado bufó. Luego saltó al asiento de copiloto. Su amigo ya sujetaba el volante, y los otros dos se acomodaban en la parte trasera—. Arruinas toda la diversión, Ann. ¿Lo sabías?

hangover ; chishiya shuntaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora